Complicaciones asociadas a las inyecciones de Bio-Alcamid® en el tratamiento de la lipoatrofia facial

Pedro Pérez
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Un estudio español pone de manifiesto efectos secundarios a largo plazo

Uno de los efectos secundarios de la medicación antirretroviral que, por sus consecuencias psicosociales, más preocupa a las personas con VIH es la pérdida de grasa facial subcutánea, también conocida como lipoatrofia facial. Se trata de una de las manifestaciones de un síndrome más complejo llamado lipodistrofia, que abarca tanto la lipoatrofia en diversas partes del cuerpo (sobre todo en cara, nalgas y extremidades), como la hipertrofia (acumulación de grasa en abdomen, senos, cuello y espalda) y los trastornos metabólicos (alteración de lípidos, glucosa, resistencia a la insulina).

El carácter visible de la lipoatrofia facial la convierte en una afección estigmatizadora y supone una seria amenaza para la calidad de vida de las personas que la desarrollan, que puede conducir a una baja autoestima, al aislamiento social o a la depresión. A su vez, todo ello puede repercutir negativamente en la correcta adhesión a la terapia antirretroviral (TARV).

Aunque la patogénesis de la lipoatrofia no está clara, diversos estudios han apuntado a un tipo de nucleósidos, los análogos de la timidina (estavudina [d4T] y zidovudina [AZT]), como sus principales responsables, debido a su elevado potencial de toxicidad mitocondrial. No obstante, también es posible que la toma de otros fármacos, la duración de la TARV, la propia acción del virus, e incluso la herencia genética sean factores involucrados en su desarrollo.

Se ha comprobado que la sustitución de los análogos de la timidina proporciona una pequeña recuperación de la grasa perdida, pero la efectividad morfológica de este proceso es lenta y limitada. Por otra parte, la interrupción de la terapia antirretroviral conlleva mayores riesgos, como ha puesto de manifiesto el estudio SMART (véase “Nuevos datos confirman evitar las interrupciones de tratamiento”, La Noticia del Día 06/02/2008).

Entre los escasos tratamientos médicos disponibles para paliar este efecto adverso, la uridina, la testosterona, las tiazolidinedionas, la metformina y las estatinas han ofrecido resultados abiertamente decepcionantes o, como mínimo, poco esperanzadores, de ahí que las técnicas reparadoras con agentes de relleno ocupen, hoy por hoy, un puesto destacado respecto a cualquier otro enfoque terapéutico.

Este tipo de intervención tiene como objetivo disimular la pérdida de volumen bajo la piel, reemplazándolo con una sustancia de relleno. A pesar de su acción inmediata, se trata de un tratamiento costoso y que no está exento de posibles efectos secundarios.

Los productos de relleno pueden ser orgánicos (derivados de humanos, animales o plantas) y por tanto biodegradables, o sintéticos, es decir, realizados con materiales no biodegradables. Idealmente, entre otras cualidades, estos agentes no deben provocar ningún tipo de reacción adversa, deben ser estables y durables, así como permanecer en el mismo lugar donde se implantan (véase “¡Por la cara! Una actualización de las técnicas de reparación facial”, Lo Más Positivo, Primavera 2007).

Una de las sustancias de relleno más populares en España y otros países para tratar la lipoatrofia facial es el gel de polialquilimida (Bio-Alcamid®). Algunos estudios habían demostrado su seguridad y eficacia (véase Actualización en Tratamientos 25/05/2007). Según estas investigaciones, las inyecciones del gel sólo habían producido ligeras hinchazones, enrojecimientos, moratones y dolor, efectos que habían desaparecido a los pocos días de su aplicación.

Sin embargo, los resultados de un estudio reciente dirigido por el doctor Jaume Alijotas-Reig, del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, parecen contradecir, en parte, los datos disponibles hasta la fecha.

Tras realizar un seguimiento a más de 200 pacientes que habían recibido diferentes tipos de implantes en los últimos siete años, el equipo del doctor Alijotas ha evidenciado efectos adversos tardíos en 25 personas tratadas con inyecciones de polialquilimida.

Todos los pacientes fueron sometidos a una batería de pruebas sanguíneas y, en algunos casos, a biopsia y radiografías.

Según esta investigación, publicada en los Archives of Dermatology, el periodo medio de latencia para la aparición de los síntomas tras la infiltración de polialquilimida fue de 13,4 meses (ocho pacientes habían recibido con anterioridad inyecciones de otro implante).

Se observaron nódulos inflamatorios en 24 pacientes, manifestaciones sistémicas o distantes (fiebre, dolores de cabeza) en 6 casos y anomalías en las pruebas de laboratorio en 20. Después de una media de 21,3 meses de seguimiento, once personas presentaron una remisión total de efectos adversos, mientras que diez aún sufrían episodios recurrentes.

El estudio concluye: “Aunque poco frecuentes, las reacciones granulomatosas e inflamatorias crónicas y recurrentes pueden complicar las infiltraciones de polialquilimida."

Fuente: Elaboración propia.

Referencias: Alijotas-Reig J, MD, PhD; García-Giménez V, MD; Miró-Mur F, PhD; Vilardell-Tarrés M, MD, PhD. Delayed Immune-Mediated Adverse Effects of Polyalkylimide Dermal Fillers. Arch Dermatol. 2008; 144(5): 637-642.

Waters L, Nelson, M. “Long-term complications of antiretroviral therapy: lipoatrophy”. International Journal of Clinical Practice. June 2007; 61 (6): 999-1.014(16).

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