Las restricciones cada vez más rigurosas sobre la movilidad de la ciudadanía de EE UU provocadas por la pandemia del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 (causante de la enfermedad COVID-19) preocupan profundamente a los expertos. Tales medidas podrían resultar devastadoras para la capacidad de los médicos de proporcionar tratamientos para el trastorno por uso de opioides a quienes los necesitan. Esta es la principal conclusión de un editorial realizado por dos investigadoras estadounidenses publicado en STAT News.
Los esfuerzos de los sistemas de salud y de los gobiernos estadounidenses para contener la propagación de COVID-19 han revelado grietas en la infraestructura de la red de salud pública y seguridad de EE UU. El coronavirus está teniendo un efecto descomunal sobre la población más vulnerable, como los ancianos que están en residencias, las personas sin hogar y aquellas privadas de libertad. Además, en el debate nacional ha desaparecido un grupo vulnerable: los pacientes con trastorno por consumo de opioides, que deben recibir tratamiento con metadona o buprenorfina.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE UU (CDC, en sus siglas en inglés) en la actualidad recomiendan el aislamiento social como una medida clave para que las personas eviten infectarse y así frenar la propagación de COVID-19 a otras personas. Muchos pacientes que toman medicamentos para tratar su trastorno por consumo de opioides, ya sea metadona o buprenorfina, no pueden quedarse en casa debido a las regulaciones gubernamentales que limitan la forma en que se prescriben y dispensan estos medicamentos.
Frustradas por lo que describieron como una regulación excesivamente estricta de los tratamientos directamente supervisados para el trastorno por consumo de opioides en EE UU, las investigadoras que firman el editorial pidieron que se flexibilicen las políticas que, por ejemplo, restringen la distribución de metadona a una sola dosis diaria. Cabe recordar, además, que en EE UU la metadona tan solo se puede dispensar en programas de tratamiento de opioides altamente regulados y controlados. Las investigadoras señalan que, en Canadá, por ejemplo, las farmacias pueden dispensar metadona y consideran que las agencias federales deberían permitir que las farmacias de EE UU hicieran lo mismo temporalmente si un programa de tratamiento con opioides se cierra debido a un brote infeccioso u otra circunstancia imprevista.
Para reducir el número de personas con síntomas de coronavirus que pueden infectar a otras personas, las clínicas ambulatorias y los centros de atención urgente han aumentado el uso de visitas virtuales -telemedicina- y las compañías de seguros están ampliando la cobertura para ellos. Las agencias federales de EE UU deberían aplicar el mismo enfoque a las políticas relativas a la dispensación de metadona durante un estado de emergencia, y permitir que los médicos utilicen visitas virtuales para evaluar a los pacientes, permitir que todos tomen dosis adicionales de metadona en sus hogares y administrar las dosis a aquellos que no puedan ir a la clínica.
Mantener la estructura actual por la que se distribuye la metadona en EE UU podría impulsar la propagación del coronavirus de varias maneras. Por ejemplo, el hecho de reunir a las personas en filas para recibir metadona cada mañana –unas 350.000 personas actualmente reciben tratamiento para el trastorno por consumo de opioides– podría ir en contra de las recomendaciones de distanciamiento social de los CDC y facilitar la transmisión del virus.
En el contexto de un brote de una enfermedad infecciosa altamente contagiosa como es COVID-19, requerir que los pacientes con trastorno por consumo de opioides acudan a un programa de tratamiento con opioides para obtener los medicamentos que necesitan para combatir su adicción podría tener dos resultados negativos. Primero, las personas continuarán viniendo y recibiendo sus medicamentos a pesar de tener síntomas de coronavirus , posiblemente exponiendo a otros pacientes que pasan por el programa y al personal médico que los atiende. Una segunda posibilidad es que las personas no vengan, o no puedan, debido a una infección por COVID-19 , provocando la omisión de las dosis de medicamento seguido de la abstinencia de opioides y un mayor riesgo de uso recurrente de drogas y sobredosis. Si el coronavirus SARV-Cov-2 continúa propagándose, a la larga podría producirse un brote en un programa de tratamiento con opioides.
Las restricciones relacionadas con el coronavirus en la libre circulación de personas en EE UU, incluida la recomendación de que las personas se pongan en cuarentena durante 14 días si contraen COVID-19, podrían impedir a las personas con trastorno por consumo de opioides acceder a su tratamiento con metadona u otro tratamiento directamente supervisado, como la buprenorfina, que podría llevarles a recaer en su consumo de drogas.
Además, existe preocupación de que la propagación global del coronavirus pudiera interrumpir las cadenas de suministro de los fármacos incluidos en los programas de tratamiento directamente supervisado.
Las investigadoras concluyen su editorial pidiendo a las agencias gubernamentales que garanticen que las personas en EE UU continúen teniendo acceso al tratamiento para el trastorno por consumo de opioides. También piden a los reguladores que permitan recetas de más larga duración para los pacientes en tratamiento con metadona o buprenorfina anticipándose a posibles escaseces o dificultades para acceder a la atención médica. A pesar de los continuos esfuerzos de salud pública, la crisis de sobredosis de opioides no parece estar disminuyendo y la emergencia de COVID-19 podría empeorarlo si no se desarrollan e implementan planes de respuesta de manera preventiva.
Fuente : POZ / Elaboración propia (gTt-VIH ).
Referencia : Levander Ximena A and Wakeman Sarah E. Covid-19 will worsen the opioid overdose crisis if we don’t prepare now. STAT news article. March 17, 2020.
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