Estrategias y retos para reducir las infecciones sin diagnosticar

Roger Pebody

Un grupo de investigadores presentó, durante la conferencia de la Asociación Británica del VIH, celebrada en Liverpool (Reino Unido), los hallazgos de unos proyectos piloto que ayudaron a aumentar la aceptación de la prueba del VIH, pusieron de relieve el problema continuo de los niños no sometidos a la misma [siendo hijos de progenitores seropositivos], e identificaron la existencia de un grado limitado de conocimiento sobre las directrices de realización de pruebas del VIH entre los médicos no especializados en esta infección.

Palwasha Khan, del Hospital Homerton, informó que llevar a cabo un proyecto piloto para ofrecer pruebas rápidas en un centro de salud sexual resultó en un aumento de la aceptación del test del VIH del 67 al 78%. A las personas consideradas en una situación de “alto riesgo” (es decir, vinculadas a un país de alta prevalencia, hombres que practican sexo con hombres, etc.), se les recomendó hacerse tanto la prueba rápida como una de confirmación en sangre venosa. A las personas consideradas en situación de “bajo riesgo”, se les aconsejó que se hicieran la prueba convencional, pero si la rechazaban, se les ofreció la prueba rápida como alternativa.

Los resultados de los primeros cuatro meses del programa piloto parecen mostrar la existencia de una mayor prevalencia de VIH entre las personas que hacen la prueba rápida; de los tres diagnósticos positivos ya realizados, dos casos fueron de pacientes que habían rechazado la prueba convencional en visitas clínicas previas. Las personas que realizaron la prueba rápida tendieron a hacerlo por la posibilidad de recibir los resultados de forma inmediata, aunque un número más reducido lo hizo por su rechazo a la punción para sacar sangre.

Nicky Perry y un equipo de colaboradores llevaron a cabo un proyecto en Brighton en el que a los hombres gays se les ofreció un kit para la toma de muestras en casa para efectuar la prueba del VIH y de otras infecciones de transmisión sexual (ITS). No se trató de un kit de realización de pruebas del virus de la inmunodeficiencia humana, sino que los usuarios tomaban una muestra de saliva para analizarla posteriormente en un laboratorio.

Sarah Creighton, del Hospital Homerton, informó sobre una iniciativa en la que se ofrecen de forma sistemática las pruebas del VIH a las mujeres que acuden a los servicios para poner fin al embarazo, tal como se recomendó por primera vez en las directrices de realización de la prueba el pasado septiembre. Como se ha evidenciado en otras ocasiones, en su estudio se descubrió que la prevalencia de VIH en las mujeres que acudieron a los servicios mencionados es comparable a la detectada en aquéllas que van a clínicas de salud sexual y, en consecuencia, es considerablemente mayor que en las clínicas prenatales. En Homerton, el personal encargado de los servicios de finalización del embarazo estaba dispuesto, por lo general, a proponer la realización del test del VIH (las pruebas en sangre ya se efectúan en este entorno y gran parte del personal de las clínicas prenatales contaba con experiencia previa al respecto).

Además, el número de mujeres que aceptaron hacerse la prueba (49%) fue alentador para un proyecto nuevo; en comparación, este porcentaje fue del 63 y 96% en clínicas de salud sexual y prenatales, respectivamente. Sarah Creighton concluyó que la realización de las pruebas en estos servicios es viable y aceptable.

Otra iniciativa para alentar a hacerse las pruebas en el Este de Londres tuvo menos éxito. El Hospital Universitario Newham puso en marcha un proyecto piloto en el que se ofreció la realización de pruebas a las parejas masculinas de las mujeres embarazadas. Gracias a las pruebas prenatales, las mujeres africanas tienden a recibir un diagnóstico más temprano que los hombres heterosexuales de ese mismo origen. Así, el objetivo de este proyecto era reducir los diagnósticos tardíos en los hombres ofreciéndoles la realización de pruebas a la semana 20 del embarazo de sus parejas.

Sin embargo, mientras que en un año 6.000 mujeres se sometieron a la prueba como parte de su atención prenatal, sólo 16 de sus compañeros aceptaron la oferta. Entre las barreras a hacerse la prueba puede estar el hecho de que implicaba la derivación a otro departamento del hospital y que los resultados no se obtenían de forma inmediata. Los autores comentaron que un proyecto comunitario de realización de pruebas en Newham, que empleaba tests rápidos, ha tenido más aceptación entre los hombres africanos.

Por su parte, dos auditorías (en Leeds y Glasgow) arrojaron más luz sobre el problema de los niños que no se habían sometido a la prueba, siendo hijos de adultos con VIH. Ambas auditorías sugirieron que las clínicas tenían que mejorar el abordaje de este tema. Los dos estudios efectuaron revisiones de las notas de casos clínicos y descubrieron que, en ocasiones, no constaba documentación sobre si el paciente tenía descendencia o no y, en caso positivo, de si el niño había sido sometido a la prueba. En la auditoría de Leeds, éste fue el caso especialmente de los hombres adultos. En ambos estudios, la mayoría de los niños identificados estaban viviendo en ese momento en África. No obstante, en Leeds, de los residentes en el Reino Unido, el 58% de los niños no había realizado la prueba (una cifra similar a la descrita en un estudio previo en Luton). Al examinar a los niños residentes en el Reino Unido en el estudio de Glasgow, el 42% de los niños de progenitores africanos y el 12% de los de progenitores británicos no habían realizado la prueba del VIH.

La auditoría de Glasgow concluyó: “Es esencial que exista un método sólido de valoración de los niños en situación de riesgo y que se dispongan de vías formales y sistemas de apoyo para tratar con las mujeres que se muestran reacias a someter a sus hijos a la prueba”. Sus colegas en Leeds añadieron que, una vez identificados los niños, sería recomendable que se hicieran las pruebas antes de los seis meses, ya que su experiencia indica que, si el tema no se plantea en las primeras visitas clínicas, en raras ocasiones se aborda más adelante.

Las directrices británicas del pasado septiembre recomiendan que las pruebas del VIH se efectúen en un amplio abanico de entornos médicos y de circunstancias. Para comprobar si los médicos eran conscientes del contenido de las directrices, se hizo un sondeo entre facultativos no especialistas en el virus en el Hospital Sunderland Royal. La falta de conocimiento del tema ya quedó sugerida por la reducida tasa de respuestas (22%); incluso entre los profesionales que respondieron, dos tercios no habían oído hablar de las directrices. Sólo dos de 70 médicos habían leído el documento. La mayoría de los facultativos subestimó el volumen de casos de VIH sin diagnosticar, y cuando se les presentó una lista de 17 enfermedades indicadoras clínicas que deberían sugerir el hacer la prueba del VIH, el 30% afirmó que no la realizaría en ninguno de esos supuestos.

Además, un estudio similar, llevado a cabo por Amelia Hughes entre médicos generalistas de Londres, evidenció que muy pocos recordaban haber recibido una carta en septiembre de 2007 de las autoridades médicas en la que se perfilaba la nueva estrategia de realización de pruebas del VIH y su papel en ella. Por otro lado, muy pocos fueron conscientes de la amplia variedad de enfermedades indicadoras clínicas.

Tanya Welz, del Hospital Kings College, investigó los resultados de las pruebas del VIH realizadas en otros departamentos del centro hospitalario distintos a la clínica de salud sexual. La cuarta parte de los resultados positivos en las pruebas del VIH en ese hospital ya proviene de pruebas efectuadas en otros departamentos, aunque es probable que esta cifra aumente a medida que las directrices se vayan implementando.

Se mostraron especialmente preocupados por el 3% de personas con un resultado positivo y que no volvieron para recibirlo. Esto fue más habitual cuando la prueba se realizó fuera de la clínica de salud sexual. Al revisar los casos individuales en los que sucedió esto, los autores identificaron problemas como que no se establecieron citas claras de seguimiento, no se comprobaron los detalles de contacto y no se contaba con un miembro personal designado como responsable de la coordinación del seguimiento.

Referencias: Khan P, et al. Does point-of-care testing improve acceptance of HIV testing? Abstract O7, HIV Medicine 10: supplement 1, 2009.

Perry N, et al. The acceptability and effectiveness of home sampling as a method of HIV testing in men who have sex with men. Abstract P103, HIV Medicine 10: supplement 1, 2009.

Creighton, S et al. HIV testing in termination of pregnancy services. Abstract O9, HIV Medicine 10: supplement 1, 2009.

Noble H, et al. Poor uptake of an HIV testing service for men expecting a baby – the TOPAN experience. Abstract P100, HIV Medicine 10: supplement 1, 2009.

Schoeman S, et al. Testing the children – are we diagnosing the undiagnosed? Abstract P60, HIV Medicine 10: supplement 1, 2009.

McDonald NM, et al. Documentation and testing of existing children of HIV-positive women. Abstract P94, HIV Medicine 10: supplement 1, 2009.

Mitchell L, et al. An audit of current HIV testing practices and awareness of the UK National Guidelines for HIV Testing 2008 among doctors working in a UK teaching hospital. Abstract P91, HIV Medicine 10: supplement 1, 2009.

Hughes A, et al. Improving the detection and diagnosis of HIV in non-HIV specialities. Abstract P98, HIV Medicine 10: supplement 1, 2009.

Welz T, et al. Positive HIV tests in a south London hospital – who did the test and what happened next? Abstract P101, HIV Medicine 10: supplement 1, 2009.

Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt) .

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