Tuberculosis

El equipo de gTt

La Tuberculosis (TB) es una enfermedad infecto-contagiosa que afecta al sistema respiratorio, especialmente a los pulmones, y que puede poner en peligro la vida si no es tratada adecuadamente y de forma oportuna. Está causada por un microbio llamado Mycobacterium tuberculosis, conocido también como el bacilo de Koch, que puede mantenerse vivo en el cuerpo incluso durante muchos años y activarse una vez que el sistema inmunológico comienza a deteriorarse.

TB latente versus TB activa

En el momento en que Mycobacterium tuberculosis entra en contacto con una persona, el germen de la TB se multiplica en los pulmones, causando inflamación y un movimiento de las glándulas linfáticas en los pulmones, la que se denomina como fase primaria de la TB. La TB puede extenderse y crecer, desarrollando la enfermedad.

En muchas personas sin VIH, el sistema inmunológico tiene la capacidad de contener la TB formando a su alrededor una pared de tejido cicatrizado. Aunque una persona podría no sentirse enferma a causa de la TB, su germen puede permanecer vivo por muchos años en el interior de estas paredes, evitando que se desarrolle la TB durante un largo periodo de tiempo. Esta fase es conocida como latente. Sin embargo, en las personas con VIH el sistema inmunológico no tiene esta capacidad de generar esta pared de contención, causando la enfermedad.

Si la TB se desarrolla de forma sintomática (ver más abajo), esta fase se denomina activa. La TB que emerge de nuevo del tejido cicatrizado, causando el desarrollo de síntomas después de un periodo de tiempo, se llama reactivación.

Infección de la TB

Cuando una persona tiene una TB activa, emite partículas que se transportan por el aire con la tos, estornudo, incluso al hablar, que puede infectar a otra persona. En estas partículas está presente la bacteria que causa la TB, que viaja a través de gotas microscópicas de fluidos desde el pulmón de la persona con TB hasta el pulmón de otra que esté cerca. Una vez situada en el pulmón, la bacteria genera la infección.

Aquellos individuos que tienen contactos frecuentes, prolongados o intensos con una persona con TB están en mayor riesgo de ser infectados. Sin embargo, aunque muchas personas se han contagiado con la bacteria, una gran mayoría tiene el sistema inmunológico suficientemente sano como para evitar que la bacteria desarrolle la enfermedad en su fase activa. Por lo que otro factor de riesgo a tomar en cuenta y que aumenta las probabilidades de desarrollar la TB es el caso de las personas inmunodeprimidas.

Síntomas de la TB

La tos expectorante, con flemas o mocos que en ocasiones pueden venir acompañados de sangre, es el principal síntoma de la TB pulmonar activa. Las personas con TB pueden igualmente tener síntomas comunes a otras enfermedades como escalofríos y fiebre, sudor nocturno, cansancio, falta de apetito, pérdida de peso, dolor en el pecho.

Interacción entre VIH y TB

En las personas con VIH el sistema inmunológico puede llegar a perder el control de la bacteria, permitiendo que la infección se extienda y que se active la enfermedad. Este proceso podría demorarse por meses o incluso años, pero en personas coinfectadas con VIH y TB se pueden desarrollar los síntomas de la TB más rápidamente y con mayor intensidad que los pacientes VIH negativos con TB.

En aquellos individuos con un daño inmunológico avanzado (bajos recuentos de CD4 y una carga viral elevada), la TB puede extenderse desde los pulmones hacia otras partes del cuerpo, especialmente en los nódulos linfáticos, que pueden inflamarse a causa de la inmunodepresión; hacia el estómago, causando diarreas severas; al hígado, ocasionando su inflamación; al cerebro, produciendo meningitis con síntomas de confusión, pérdida de visión y parálisis.

Existe una importante evidencia de que la presencia de una TB activa afecta especialmente a las personas con VIH, es decir, induce a una caída del recuento de CD4 y a un aumento de la carga viral, que no descenderá hasta después de que la TB haya sido tratada, o hasta que sea suministrado el tratamiento antirretroviral.

Diagnóstico de la TB

El diagnóstico de la infección causada por el bacilo de la tuberculosis se puede hacer mediante un análisis de piel llamado DPP (Derivado Proteínico Purificado). Esta prueba consiste en inocular trozos de la bacteria que se inyectan directamente bajo la piel. En el caso de aquellas personas que hayan estado expuestas a la bacteria, el sistema inmunológico reacciona reconociendo inmediatamente al DPP, produciendo una protuberancia firme y relativamente grande en el sitio de la inyección. Si se presenta esta reacción, se dice que la persona tiene un DPP positivo.

Esta prueba no detecta la presencia de Mycobacterium tuberculosis, sino que busca signos de que en ese momento el sistema inmunológico está luchando contra la bacteria. Sin embargo, en las personas con VIH y cuyo sistema inmunológico se encuentra debilitado, existe una alta probabilidad de que no haya suficiente actividad inmunológica para combatir la infección o responder positivamente al análisis del DPP. Es decir, la bacteria puede estar presente pero el sistema inmunológico no la reconoce y en consecuencia, no se detecta con el análisis de DPP. Es por ello que el diagnóstico de la TB en personas con VIH ocurre en una fase activa de la TB, es decir, cuando un individuo comienza a desarrollar los síntomas de esta enfermedad. Este diagnóstico se hará por medio de una radiografía o a través de muestras de sangre.

El resultado positivo al DPP da paso a la realización de pruebas adicionales –como la radiografía de tórax- para detectar si hay signos de enfermedad activa. También se pueden realizar muestras de sangre y de esputo, que serán analizadas con el objetivo de detectar si la bacteria se encuentra presente y, si es así, determinar si es resistente a los medicamentos comúnmente utilizados para tratar la tuberculosis.

Cuando el resultado de un DPP da positivo pero no se hallan signos o síntomas de una enfermedad activa, es porque la TB está en proceso de infección latente. En estos casos, se recomienda que la persona comience una terapia con medicamentos para evitar que desarrolle la enfermedad en un futuro.

Tratamiento de la TB

El tratamiento de la TB en las personas con VIH no difiere en esencia de las normas aplicables al resto de la población, utilizándose las mismas combinaciones de fármacos con el objetivo de erradicar las poblaciones de bacilos.

Las recomendaciones de GESIDA (entidad que asocia a los médicos especialistas en VIH en España) consideran que el tratamiento para la TB en personas con VIH debe iniciarse no sólo cuando el diagnóstico ha sido confirmado por baciloscopia o cultivo de diagnóstico de TB, sino que éste debe iniciarse “cuando en cualquier muestra se identifique la presencia de bacilos ácido-alcohol resistentes o en ciertos contextos clínicos [que sugieran dicha presencia]”.

Si deseas que el tratamiento tenga éxito, es muy importante que tomes los medicamentos exactamente como te indicó el doctor, y que los continúes tomando hasta que te diga que dejes de hacerlo. Esto es necesario para prevenir que la bacteria se haga resistente a estos medicamentos. Si la bacteria se vuelve resistente a isoniazida o a rifampicina, puedes desarrollar TB activa, que es más difícil de tratar.

El tratamiento de la TB en personas con VIH requiere de una pauta triple de medicamentos para mantener la infección por TB controlada durante como mínimo 6 meses, pero GESIDA se recomienda tomar el tratamiento durante 9 meses. Estos son: isoniazida (usualmente se toma con vitamina B6 o piridoxina para ayudar a prevenir la neuropatía periférica), rifampicina (que presentar bastantes interacciones con los antirretrovirales) y pirazinamida
Si algunos de los resultados de la prueba de resistencia a isoniacida diera positivo, GESIDA recomienda añadir etambutol o estreptomicina al tratamiento.

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