Muchas vacunas resultan menos eficaces a largo plazo en personas con VIH

Miguel Vázquez
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Este dato podría ser relevante a la hora de establecer estrategias de seguimiento o revacunación de esta población

Un estudio francés en el que se compararon los resultados de la vacunación entre personas con y sin VIH ha  revelado que los efectos de la inmunización se desvanecieron con mayor rapidez en el caso de las personas que tienen dicha infección. Los resultados del metaanálisis, en el que se usaron datos procedentes de hasta 19 estudios, fueron publicados en la edición digital de Clinical Infectious Diseases. Ya se sabía que las personas con VIH solían presentar unas peores respuestas inmunitarias iniciales con la mayoría de las vacunas, pero en este caso se ha estudiado la persistencia a largo plazo de los anticuerpos inducidos por la vacunación.

Según sus autores, este estudio resulta relevante en la práctica clínica, ya que constata que, en el caso de las personas con VIH, es necesario realizar un seguimiento estrecho de las respuestas a la vacunación e incluso realizar revacunaciones en el caso de que los niveles de anticuerpo dejen de resultar protectores. Actualmente, las recomendaciones sobre la vacunación de refuerzo a las personas con VIH se basan en datos procedentes de personas sin VIH.

Los resultados del metaanálisis evidenciaron que menos de la mitad de las personas con VIH que habían presentado una respuesta primaria a la vacuna contra la hepatitis B seguían mostrando niveles inmunitarios protectores dos años más tarde (28% en adultos y 61% en niños). El porcentaje de personas con niveles protectores fue de apenas el 17% transcurridos cinco años desde la vacunación. El hecho de duplicar la dosis de vacuna no mejoró las respuestas a largo plazo.

En cuanto a la vacuna contra la hepatitis A, también se observó un descenso de la capacidad protectora inducida, aunque más pequeño. El 92% de las personas con VIH seguían mostrando niveles inmunitarios protectores dos años después de la vacunación y un 82% los tenían tras cinco años.

En cuanto a la vacuna triple vírica en niños, se comprobó que solo el 68% de los niños con VIH que presentaron una respuesta inicial a la vacuna seguían mostrando niveles protectores de anticuerpos frente al sarampión dos años más tarde y sólo un 40% tras cinco años.

En cuanto a la vacuna del tétanos, los porcentajes de personas con respuestas protectoras fueron del 74 y el 43% a los dos y cinco años, de forma respectiva.

Respecto a la polio, tosferina y difteria, hubo pocos estudios sobre las respuestas a largo plazo de las vacunas contra estas enfermedades, pero éstos mostraron que la duración de la protección fue menor en el caso de niños con VIH que en los que no tenían esta infección.

En el caso de las vacunas contra el Streptococcus pneumoniae, las personas adultas con VIH que recibieron la vacuna PPSV23 dejaron de tener anticuerpos protectores a los cinco años, un hecho que fue más probable en aquéllas que presentaban un bajo recuento de CD4 o una carga viral detectable en el momento de la vacunación.

Las tasas de protección en niños con VIH vacunados contra el Haemophilus inluenzae b que presentaron respuesta inicial a la vacuna fue del 16% al 78% a largo plazo. Por su parte, sólo el 50% de los niños presentaba niveles detectables de anticuerpos contra la varicela un año después de ser vacunados.

La constatación de que la duración de la protección es menor en personas con VIH que entre la población general para la mayor parte de las vacunas aprobadas, ha llevado a los autores a realizar diversas recomendaciones específicas:

Hepatitis B: Se debería realizar una medición anual de los niveles de anticuerpos en los adultos y cada 2-5 años en niños. Se debería plantear realizar un seguimiento más estrecho en el caso de las personas cuya respuesta inicial a la vacuna fue débil.

Hepatitis A: Las personas en situación de mayor riesgo de sufrir esta infección deberían comprobar su nivel de respuesta de anticuerpos cada cinco años.

Tétanos: Se debería administrar una inoculación de recuerdo cada diez años.

Sarampión: Idealmente, la primera dosis de esta vacuna debería administrarse una vez los niños hubieran iniciado la terapia antirretroviral. En el caso de que la carga viral sea indetectable, se recomienda administrar dos dosis. Los niños vacunados antes de iniciar el tratamiento contra el VIH o que tienen una carga viral detectable, deberían recibir una tercera dosis transcurridos de dos a cinco años desde la vacunación inicial.

Fiebre amarilla: Deberían medirse los niveles de anticuerpos en personas en riesgo de adquirir esta infección y se recomienda realizar una revacunación en el caso de personas que carece de inmunidad protectora.

Streptococcus pneumoniae: Aún existen pocos datos para establecer un calendario óptimo de inoculaciones de refuerzo en adultos.

El equipo de investigadores que realizó este análisis afirma que los datos sobre la capacidad inmunogenética de las vacunas en personas con el sistema inmunitario deprimido son escasos y los pequeños números de muestras en cada categoría no permiten realizar comparaciones entre edad, clases o calendarios de vacunación. Dada la relevancia clínica de estos datos, los autores consideran que se deberían examinar en estudios prospectivos de mayor tamaño.

También creen que tendrán que tenerse en cuenta en futuros estudios de vacunas, especialmente aquellas dirigidas a personas con un sistema inmunitario débil.

Fuente: Aidsmap/Elaboración propia (gTt-VIH)
Referencia: Kernéis S et al. Long-term immune responses to vaccination in HIV-infected patients: a systematic review and meta-analysis. Clin Infect Dis, online publication ahead of print, 2014.

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