Resultados contradictorios de un programa de deshabituación tabáquica para personas con VIH basado en el teléfono móvil

Miguel Vázquez
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Aunque la intervención mostró cierta utilidad, las tasas de abandono del hábito de fumar en general fueron bajas y el impacto del servicio de apoyo telefónico disminuyó con el tiempo

El apoyo para dejar de fumar mediante el uso de teléfonos móviles parece aumentar las posibilidades de que las personas con VIH que deseen abandonar dicho hábito puedan hacerlo, según concluye un estudio publicado en la edición digital de la revista Clinical Infectious Diseases. En conjunto, las personas que recibieron un apoyo a través del móvil fueron dos veces más propensas a dejar de fumar que las que recibieron la atención estándar. No obstante, las tasas de personas que dejaron de fumar en el ensayo fueron en general bajas y la eficacia de la intervención telefónica tuvo un máximo a los tres meses y luego se redujo con el tiempo.

Un equipo de investigadores de Texas (EE UU) se mostró preocupado por la elevada prevalencia de consumo de tabaco entre las personas que viven con VIH, debido sobre todo a que las enfermedades relacionadas con este hábito están convirtiéndose en una causa cada vez más importante de enfermedad grave y muerte en personas seropositivas (véase La Noticia del Día 11/01/2013). En consecuencia, diseñaron un estudio para evaluar la eficacia de un servicio basado en teléfonos móviles para ayudar a que las personas con VIH dejen de fumar.

El estudio se realizó entre principios de 2007 y finales de 2009, y contó con 474 personas con VIH que fumaban al menos cinco cigarrillos al día
y tenían un nivel expirado de monóxido de carbono de siete partes por millón (ppm) o superior. Estas personas fueron asignadas de forma aleatoria a dos brazos de estudio.

Los participantes en ambos brazos tenían características demográficas similares: tres cuartas partes eran de origen afroamericano, el 70% eran hombres y su media de edad fue de 45 años. Más de un tercio no había finalizado el instituto y el 79% estaba en el paro. Se registró una elevada prevalencia de depresión (67%) y las personas incluidas en el estudio señalaron una capacidad física y mental baja. Se consideró que alrededor del 31% de ellas consumían niveles potencialmente dañinos de alcohol y el 40% afirmaron consumir otras drogas recreativas ilegales. El consumo medio de cigarrillos declarado fue de 19 al día.

Las personas en el brazo de control recibieron la atención estándar habitual para dejar de fumar, incluyendo información escrita con consejos sobre cómo abandonar el hábito, así como asesoramiento acerca de cómo obtener una terapia de reemplazo de nicotina. Por su parte, las personas en el brazo de intervención, además de dichos servicios, tuvieron acceso a un servicio de counselling para dejar de fumar y un número de apoyo a través de móviles gratuitos a lo largo de un periodo de tres meses. En el counselling se empleó terapia cognitivo-conductual y técnicas motivacionales en las entrevistas.

A los tres, seis y doce meses se valoró la tasa de abandono del tabaco, mediante visitas médicas en las cuales se preguntó a los participantes si habían fumado en varios periodos de tiempo (en las últimas 24 horas, siete días o 30 días). También se midieron los niveles de monóxido de carbono en el aliento para verificar que se había abandonado el tabaco. La tasa de retención en el estudio fue elevada, y tres cuartas partes de los participantes acudieron a las mencionadas visitas de seguimiento.

El resultado principal del estudio era determinar la abstinencia de fumar en los siete días anteriores a la última entrevista de seguimiento (a los doce meses). Los resultados revelaron que el apoyo por teléfono resultó eficaz. Las personas en el brazo de intervención fueron aproximadamente dos veces y media más propensas a declarar que no fumaron en la semana previa que las pertenecientes al grupo de control. La intervención tuvo un efecto semejante cuando se examinaron las probabilidades de no haber fumado en las 24 horas o los 30 días previos.

El efecto del tratamiento fue más intenso a los tres meses de seguimiento, momento en el que las personas en el brazo de intervención fueron cuatro veces más proclives a no haber fumado en los siete días previos que los participantes en el brazo de control.

Sin embargo, la proporción general de personas que declararon haber dejado de fumar fue muy reducida.
La tasa de abstinencia en los siete días previos en la visita de los tres meses fue del 12% en el brazo de intervención y del 3% en el brazo de control. Los autores de este estudio atribuyen estos porcentajes tan reducidos a la elevada prevalencia de depresión y a la pequeña aceptación de la terapia de reemplazo de nicotina.

Por poner esta tasa de abandono en contexto, un reciente estudio de gran tamaño mostró que el 30% de los fumadores que recibieron un tratamiento de reemplazo más apoyo telefónico siguieron sin fumar transcurrido entre un año y 18 meses.

Los beneficios del apoyo con el teléfono se redujeron con el tiempo; los autores sugieren que se realicen más para buscar modos de solucionar este problema, así como de aumentar las tasas absolutas de abandono y reducir las barreras que pueden impedir el abandonar el tabaco.

Fuente: Aidsmap.
Referencia: Gritz ER, et al. Long-term outcomes of a cell phone delivered intervention for smokers living with HIV/AIDS. Clin Infect Dis, online edition, 2013.

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