Persisten las barreras en el acceso al tratamiento de la hepatitis C en personas usuarias de drogas inyectables

Jordi Piqué
Ver otras noticias

Un estudio australiano revela los problemas psicosociales y estructurales que inciden en esta población a la hora de recibir el tratamiento frente al VHC

A pesar del acceso cada vez más generalizado al tratamiento de la infección por el virus de la hepatitis C (VHC), muchas personas usuarias de drogas inyectables (UDI) aún perciben numerosas barreras para su inicio, incluidas las actitudes del personal sanitario, la dificultad para compaginar el tratamiento con otras necesidades, la falta de apoyo para moverse por el circuito normalizado del sistema sanitario y las lesiones en las venas que dificultan la extracción sanguínea para los análisis. Estas son las principales conclusiones a las que llega un estudio australiano publicado en PLoS One.

Australia tiene uno de los programas de tratamiento de la hepatitis C (VHC) más extensos del mundo (véase La Noticia del Día 02/10/2018). También tiene una epidemia de VHC altamente concentrada en las personas UDI activas y en aquellas con un historial de uso de drogas intravenosas en el pasado. Los informes recientes sobre la aceptación del tratamiento frente al VHC sugieren que se ha estancado el número de personas que lo inician tras un impulso temprano para acceder al mismo, lo que sugiere que pueden existir barreras para el tratamiento en esta población UDI.

Un estudio cualitativo diseñado por el Centro de Investigación Social en Salud de la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia) se propuso identificar qué barreras existen en el estado de Victoria, que no sean la disponibilidad de la terapia, para que las personas UDI acepten el tratamiento con antivirales de acción directa (DAA, en sus siglas en inglés) frente al VHC. Los investigadores señalan que hay que abordar una serie de problemas psicosociales y estructurales para lograr la eliminación del VHC en Australia y otros países donde la mayoría de las personas que viven con el VHC son UDI activas o tienen un historial de uso de drogas inyectables en el pasado.

El estudio analizó las entrevistas realizadas por un igual con experiencia en el uso de drogas inyectables y hepatitis C a 24 personas que se habían inyectado drogas en los últimos seis meses. Los participantes fueron inscritos a través de redes comunitarias mediante el servicio de reducción de daños en cuatro centros sanitarios en Melbourne. El estudio inscribió una muestra representativa de personas que rechazaron el tratamiento o lo aplazaron, otras que estaban pensando iniciarlo, aquellas que actualmente están en tratamiento con DAA y las que habían completado un curso de tratamiento con regímenes basados en DAA. Las entrevistas se llevaron a cabo en 2016 y 2017 y se analizaron en busca de temas relacionados con las barreras al tratamiento.

Las personas entrevistadas, al ser asintomáticas, ignoraron su diagnóstico de infección por el VHC y no se comprometieron a recibir atención médica para tratarse. En este sentido, dijeron que recibieron poca información sobre el impacto de la hepatitis C sobre su salud o la posible progresión de la enfermedad hepática. No solo aplazaron el tratamiento durante mucho tiempo por falta de síntomas, sino debido a otras responsabilidades que impidieron que se involucraran con la idea del tratamiento, como la jornada laboral, el embarazo y la crianza de los hijos, que reclamaron la atención de estas personas entrevistadas, al igual que otras preocupaciones menos específicas.

En algunos casos, las personas entrevistadas también dejaron de solicitar el tratamiento siguiendo las recomendaciones de los profesionales sanitarios que los atendía de que esperaran a que hubiera nuevos medicamentos o bien se confundieron acerca de si eran elegibles para el tratamiento frente el VHC si seguían siendo usuarias de drogas inyectables.

Las personas UDI con consumo activo a largo plazo tienen muchas lesiones en sus venas y señalaron las dificultades para someterse a un tratamiento que podría implicar la toma de numerosas muestras de sangre. Por otra parte, varios entrevistados realizaron comentarios desfavorables sobre la competencia de los trabajadores de la salud que extraían sangre. Algunos de ellos indicaron que la autotoma de muestras y el uso de muestras de sangre seca podrían ser herramientas importantes para lograr tasas más altas de diagnóstico y de tratamiento frente al VHC entre los UDI a largo plazo.

A pesar del impulso en Australia para el tratamiento de la hepatitis C a través de la atención primaria, algunos médicos de cabecera que atienden a personas UDI habían dicho a las personas entrevistadas que buscaran atención especializada en hepatitis C si querían recibir el tratamiento con DAA. Los médicos generalistas mostraron poca inclinación por realizar un seguimiento regular en sus pacientes con el VHC. En este sentido, los pacientes entrevistados informaron de que fueron pocos los facultativos de atención primaria que aprovechaban la oportunidad para prescribir el tratamiento con DAA.

Para algunas de las personas entrevistadas, las numerosas dificultades personales para seguir el tratamiento de sustitución con opioides, la presencia de comorbilidades, el cuidado de los hijos y las condiciones de salud mental dificultaron el acceso al tratamiento con DAA o también el hecho de tener que desplazarse a centros de atención médica donde el tratamiento estuviera disponible. Según los investigadores, se necesitan servicios de intermediación que ayuden a vincular a las personas con su tratamiento, por ejemplo, proporcionándoles un transporte que las conduzca a los centros médicos.

Una barrera que señalan los pacientes entrevistados para recibir atención al VHC es encontrar a personal sanitario que los acepte y no los estigmatice. Muchas personas con el VHC han internalizado los mensajes estigmatizadores de los profesionales sanitarios. Asimismo, algunas de ellas observaron que los médicos consideraban que tratar a las personas que se inyectaban drogas era una pérdida de tiempo y que se les negaría un nuevo tratamiento en caso de reinfección por el VHC. Una forma de alentar a las personas a buscar tratamiento frente al VHC sería que se les facilitara el acceso a servicios sanitarios que no estigmatizaran y ofrecieran terapia con DAA, consideran los entrevistados.

Los investigadores concluyen indicando que, para aumentar la aceptación del tratamiento, países como Australia deben concentrar su atención simultáneamente en las barreras al tratamiento del VHC tanto a escala del paciente, como a escala de personal sanitario y estructural, y deben reconocer los déficit anteriores para abordar la desconfianza en el sistema de salud y los proveedores de atención médica. Los esfuerzos para aumentar la aceptación del tratamiento con DAA deberían reducir el estigma y la discriminación como un precepto central para cualquier respuesta efectiva.

Fuente: Infohep/Elaboración propia (gTt-VIH).
Referencia: Madden A et al. Beyond interferon side effects: what residual barriers exist to DAA hepatitis C treatment for people who inject drugs. PLOS One 13 (11): e0207226, https://doi.org/10.1371/journalpone.0207226

Redes sociales

¿No quieres perderte nada?
Síguenos en todas las redes

Gilead
Janssen
MSD
ViiV
Gilead
Janssen
MSD
ViiV Healthcare
Abbvie
Abbvie
Abbvie
Abbvie
Gilead
MSD