Telemedicina en la atención y prevención del VIH en tiempos de la COVID-19

Francesc Martínez
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La pandemia ha acelerado su implementación, que genera entusiasmo, pero también preocupación

La pandemia de la COVID-19 (acrónimo en inglés de enfermedad por coronavirus 2019) ha acelerado el uso de la telemedicina –tanto para el seguimiento médico de las personas con el VIH como de diversos programas de prevención– a través de diversas aplicaciones para dispositivos móviles u ordenadores que permiten videollamadas u otros tipos de comunicación a distancia.

Aunque el uso de estas intervenciones se ha acelerado para reducir las visitas en persona y, de este modo, minimizar la diseminación del SARS-CoV-2 (virus causante de la COVID-19), la telemedicina representa una oportunidad potencial para proporcionar servicios a las personas con el VIH de forma más efectiva, optimizando unos recursos económicos limitados y una demanda de atención que irá en aumento dado el envejecimiento progresivo de la población con el VIH.

El uso de la telemedicina en la atención y la prevención de la infección por el VIH podría ayudar a eliminar algunas barreras tales como reducir el tiempo de viaje hasta la consulta, reducir el estigma que hace que a algunas personas les cueste acudir presencialmente a determinados servicios relacionados con, por ejemplo, la prevención del VIH, etc. También puede ser un sistema de atención especialmente cómodo para adolescentes y adultos jóvenes (los llamados nativos digitales), que tienen más integrado en su vida diaria el uso de estas tecnologías que las personas de otras generaciones.

Como aspectos negativos se han apuntado dudas sobre la equiparabilidad de la calidad de estos servicios con la de los de tipo presencial o la probabilidad de que el uso de estas herramientas exacerbe todavía más los problemas de acceso a los servicios de atención y prevención de determinadas poblaciones más vulnerables al VIH. Así, en determinados países de ingresos bajos la telemedicina puede ser un reto actualmente inasumible.

Hasta la fecha, el uso de la telemedicina (no solo en el campo del VIH) ha sido muy limitado, en parte por la complejidad de adaptar la inercia de servicios sanitarios públicos basados en la atención presencial y la falta de inversión en formación y recursos tecnológicos para esos usos.

Como primer país gravemente afectado por la COVID-19, China marcó la tendencia de uso de la telemedicina, que se extendió rápidamente tan pronto como el sistema nacional de salud decidió ponerla en marcha. Gracias a ello, cada médico pudo atender a unos cien pacientes diarios, algo imposible con un sistema de atención presencial.

En EE UU, los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid, una agencia federal dentro del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, promovió un amplio abanico de servicios de teleatención tanto a través de aplicaciones móviles como por vía telefónica. En el caso del VIH, hasta ese momento la atención telemática estaba muy regulada en EE UU y quedaba restringida a la cobertura de áreas rurales con mal acceso a servicios sanitarios presenciales o a población reclusa.

En el Reino Unido la telemedicina también ha proliferado hasta un incremento del 1000% desde el inicio de la epidemia de COVID-19.

En España, la teleatención se ha utilizado de forma masiva en centros de atención primaria tanto para cribar posibles casos de COVID-19 como para realizar visitas para posibles patologías menores. En la atención del VIH se ha optado, como norma general, por el retraso de las visitas médicas hasta después de la situación epidémica, con sistemas de dispensación de la medicación a domicilio y restringiendo la atención presencial o la telemedicina para casos específicos.

La telemedicina es muy adecuada para la atención de patologías de evolución crónica como la infección por el VIH por diversas razones. Por un lado, para el grueso de la población con el VIH, solo son necesarias analíticas periódicas, visitas de control rutinarias y prescripciones de medicamentos que suelen mantenerse inalteradas durante años. La mayor parte de las personas con infección por el VIH se encuentran en tratamientos efectivos y bien tolerados; tienen carga viral indetectable y niveles de CD4 estables. Por ello, estas personas son muy buenas candidatas a atención telemática, ya que no suelen ser necesarias exploraciones físicas en las visitas y las dudas que necesite consultar el paciente se pueden resolver del mismo modo que cara a cara.

Open Door Health, una clínica orientada a personas del colectivo LGBTI de Rhode Island (EE UU), implementó rápidamente servicios de telemedicina tan pronto como llegó la epidemia de la COVID-19. Actualmente atienden pacientes a través de una aplicación de videoconferencias o por vía telefónica en aquellos casos con problemas de acceso a tecnologías. Antes de la cita se proporciona al paciente toda la información necesaria para que entienda el proceso de la visita virtual y sus particularidades. En el transcurso de las visitas, se solicita a los pacientes la realización de autoexámenes físicos sencillos y que envíen fotografías si es necesario examinar adecuadamente determinado signo patológico. Solo aquellos pacientes que requieren pruebas de laboratorio urgentes son referidos para el procedimiento analítico correspondiente de forma presencial.

La telemedicina también tiene un papel en la prevención del VIH. Así, el estudio PrEP1519, que evalúa la aceptación de la profilaxis preexposición (PrEP) en hombres gais, bisexuales y otros hombres que practican sexo con hombres (GBHSH) y mujeres trans entre los 15 y los 19 años de edad realizó cambios en su protocolo para adaptarse a la telemedicina. Ya antes de la epidemia por la COVID-19 los investigadores habían comenzado a desarrollar a Amanda Selfie, un chatbot (personaje virtual programado con el que se puede conversar) con la imagen de una mujer trans accesible a través de Facebook Messenger y que responde consultas sobre temas sensibles como infecciones de transmisión sexual, PrEP y prevención combinada. También puede identificar a aquellos perfiles en mayor riesgo y proponerles citas para entrar en el programa de PrEP del estudio. Una vez iniciada la epidemia, Amanda Selfie fue una herramienta esencial para la inclusión de participantes.

En lo que respecta a la aceptabilidad de la telemedicina entre las personas con el VIH, un estudio de 2018 con 3.711 participantes de una clínica de VIH de Texas (EE UU) concluyó que un 57% de los participantes prefería la telemedicina a la atención presencial y hasta un tercio estaría dispuesto a que su atención del VIH fuera virtual en vez de presencial en la mayor parte de las ocasiones.

Un estudio más reciente realizado por Open Door Health durante la presente epidemia de COVID-19, mostró que hasta el 75% de sus usuarios estaría interesado en mantener los servicios de telemedicina una vez pasada la epidemia.

En entornos de recursos limitados, la implementación de la telemedicina se ve como un reto aún inalcanzable. Aunque durante la epidemia se han descrito programas de telemedicina en países como Sudáfrica o teleatención a través de una aplicación móvil por parte de ONG en Filipinas a usuarios para hacerles llegar medicación antirretroviral, es cierto que se trata de intervenciones a las que no pueden acceder las capas de la sociedad más desfavorecidas, que suelen ser las más vulnerables al VIH.

Otro aspecto que aún genera controversia es la calidad del servicio. En determinados casos es necesaria una exploración para valorar algún signo patológico que nunca puede ser tan buena como en persona. Por otro lado, la relación médico-paciente es esencial para un manejo óptimo de la patología, algo que algunas personas consideran que podría verse perjudicado por la atención no presencial.

A partir de todas estas experiencias puede concluirse que la telemedicina, que optimiza el número de pacientes atendidos por profesional sanitario y resulta mucho más cómoda para los pacientes, también cuenta con algunos aspectos todavía por resolver, principalmente aquellos relacionados con el acceso a las tecnologías necesarias para implantarla por parte de colectivos vulnerables al VIH, pero también la preocupación que genera una atención cada vez más virtual y remota, con un menor contacto humano.

Fuente: Aidsmap / Elaboración propia (gTt-VIH).
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