Cambios en la dieta pueden contribuir a prevenir el deterioro cognitivo en mujeres con el VIH

Jordi Piqué
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Las alteraciones metabólicas que provocan la infección y el tratamiento antirretroviral podrían hacerlas más susceptibles de experimentar trastorno neurocognitivo relacionado con la alimentación

Un estudio estadounidense, cuyos resultados se han publicado en la revista The American Journal of Clinical Nutrition, ha revelado que la dieta de las mujeres con el VIH puede ser un factor de riesgo de desarrollo de deterioro neuropsicológico y demencia en edades avanzadas. El consumo de carnes procesadas, bebidas dulces, pescado o marisco (especialmente procesado) y leche entera se asociaría con una mayor probabilidad de deterioro neurocognitivo en mujeres con el VIH, mientras que una dieta basada en verduras y pescado azul y graso rico en omega-3 redujo las probabilidades de experimentar dicho deterioro. Es probable que las alteraciones metabólicas asociadas al VIH y a los fármacos antirretrovirales las hagan más susceptibles a padecer un mayor deterioro neurocognitivo relacionado con la ingesta dietética en la edad avanzada que sus iguales sin el VIH.

El deterioro cognitivo de las personas ancianas es la causa de demencia más frecuente y constituye un importante problema de salud pública, dado el creciente envejecimiento de la población en los países desarrollados. Las personas afectadas presentan un deterioro de las capacidades intelectuales que va más allá de lo esperado para su edad y educación. La pérdida de memoria y de las funciones intelectuales que produce este trastorno puede llegar a interferir en el trabajo de la persona afectada, en su vida social y en la realización habitual de las actividades cotidianas.

El origen y desarrollo del deterioro cognitivo se debe a múltiples factores, y entre ellos la edad es el de mayor riesgo. Sin embargo, más allá de la edad, la manifestación del trastorno y su evolución pueden verse acelerados por otros factores, como el estado nutricional del paciente, estados de ansiedad o depresión, consumo de fármacos, enfermedades vasculares, degenerativas, infecciosas, tóxicas y carenciales, neoplasias, diabetes, hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia o hipertensión, entre otros.

El estado nutricional tiene consecuencias relevantes sobre los procesos cognitivos; además de sus efectos directos, la malnutrición provoca un deterioro de la condición física, una disminución del rendimiento intelectual y una merma de la efectividad del sistema inmunitario, por lo que la vulnerabilidad frente a la mayoría de alteraciones del organismo se ve también aumentada.

Numerosos estudios epidemiológicos han demostrado que la capacidad del cerebro para mantener su función óptima con el transcurso de la edad se debe, en gran parte, al adecuado aporte de numerosos componentes de la dieta. Por ejemplo, una dieta rica en verduras, frutas, cereales y pescado, con menores cantidades de carne y grasa saturada y cantidades moderadas de alcohol se relaciona con una menor prevalencia e incidencia de la enfermedad de Alzheimer y las demencias asociadas, con una menor conversión del deterioro neurocognitivo leve a la enfermedad de Alzheimer  y una mayor supervivencia entre personas con esta enfermedad.

Estas observaciones son evidentes para la población general que envejece, sin embargo, la información sobre esta cuestión es limitada en las comunidades socialmente más vulnerables y en las que presentan problemas de salud, en particular las mujeres con el VIH. La inseguridad alimentaria se ha relacionado con el consumo de alimentos de bajo coste, muy calóricos y poco nutritivos (como la comida rápida), lo que a su vez se asocia a mayores tasas de obesidad y enfermedades del hígado graso. A esto hay que añadir el aumento de peso vinculado con los fármacos antirretrovirales.

Con el objetivo de arrojar más evidencia sobre esta cuestión, un equipo de investigadores estadounidense de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins (EE UU) realizó un estudio de cohorte prospectivo y multicéntrico para demostrar que la ingesta dietética puede estar asociada con el déficit y/o el deterioro neuropsicológico entre las mujeres con el VIH en comparación con las mujeres sin el VIH de características sociodemográficas similares. Los investigadores querían comprobar si los tipos de alimentos y bebidas que consumían las personas con el VIH estaban relacionados con el deterioro neurocognitivo, incluida la enfermedad de Alzheimer y las demencias asociadas.

En 2013, se pidió a 729 mujeres con el VIH y a 346 sin el VIH que vivían en el Bronx, Brooklyn, Chicago, Washington, DC y San Francisco que cumplimentaran un cuestionario dietético de 18 preguntas desarrollado por el Instituto del Cáncer de EE UU para analizar las frecuencias de ingesta dietética de los principales alimentos y grupos de alimentos. Las mujeres del estudio eran integrantes del Estudio Interagencias sobre VIH en Mujeres (WIHS, en sus siglas en inglés), un estudio en activo que realiza un seguimiento de las mujeres con el VIH, que disponían de pruebas neurocognitivas semestrales y determinaciones de la carga viral durante ese tiempo.

Las mujeres con el VIH tenían una mediana de edad de 49 años, el 69% eran de raza negra, el 14% eran latinas y el 12% eran de raza blanca. La mitad de las participantes ganaron 12.000 dólares o menos en el último año, el 37% fumaba y tenía un índice de masa corporal (IMC) medio de 30, que entra en la categoría de obesidad. Además, el 31% cumplía los criterios de depresión, el 20% habían consumido marihuana recientemente y el 13% tenía un consumo elevado de alcohol. Asimismo, las mujeres tenían otras múltiples enfermedades crónicas: el 19% tenía hepatitis C, el 22% diabetes, el 44% tenía hipertensión arterial y el 42% tomaba uno o más medicamentos que afectaban al sistema nervioso central. Las mujeres mantenían en general un buen control virológico del VIH. El 91% de ellas tenía un recuento de CD4 igual o mayor de 200 células/mm3 y el 59% tenía la carga viral indetectable. No obstante, el 36% había tenido en el pasado un diagnóstico de sida.

En general, las mujeres con el VIH y sus iguales seronegativas tenían básicamente una dieta similar. La única diferencia significativa era que las mujeres sin el VIH consumían con mayor frecuencia bebidas azucaradas. No obstante, las mujeres con el VIH que seguían la misma dieta eran más propensas a experimentar un deterioro neurocognitivo, que incluía un deterioro de la atención y la memoria de trabajo y un deterioro de la función ejecutiva, como la toma de decisiones y las dificultades de aprendizaje. Con todo, es importante señalar que dos tercios de las mujeres seguían teniendo puntuaciones saludables en atención y memoria, y el 74% tenían niveles saludables de función ejecutiva.

Sin embargo, cuando los investigadores realizaron un análisis en el que se examinaron los tipos de alimentos y bebidas y la frecuencia con la que los consumían, y lo cotejaron con la salud neuropsicológica global, surgió un patrón. En el caso de las mujeres con el VIH, el consumo frecuente de carnes procesadas (fiambre, bacon, salchichas o perritos calientes) se relacionó con un aumento del 91% en la probabilidad de sufrir un deterioro cognitivo; el consumo habitual de bebidas dulces (refrescos y zumos de frutas) con un incremento del 75% del riesgo de deterioro cognitivo; el consumo frecuente de pescado o marisco con un aumento del 70% del riesgo y el consumo frecuente de leche entera (incluidos el yogur, el queso y la leche entera en los cereales) con un aumento del 66% del riesgo de deterioro cognitivo. Por su parte, el consumo habitual de verduras se asoció a una disminución del 35% en el riesgo de deterioro cognitivo.

Cuando los investigadores desglosaron aún más los datos, hallaron que el consumo frecuente de carnes procesadas y bebidas dulces se asociaba a un empeoramiento de las habilidades motoras, mientras que el consumo frecuente de pescado o pro
ductos lácteos se asociaba con puntuaciones más bajas en las pruebas de atención y memoria de trabajo.
Un dato interesante es que no se observó tal asociación entre las mujeres sin el VIH, a pesar de que las mujeres de los dos grupos tenían dietas más o menos similares y de que las mujeres sin el VIH bebían más bebidas dulces.

En resumen, un consumo más frecuente de carnes procesadas, bebidas dulces, pescado o marisco –especialmente procesado (rebozados, fritos, etc.) y/o seco y muy salado, como el bacalao– y leche entera se relacionaron con una mayor probabilidad de deterioro neuropsicológico entre mujeres con el VIH. En cambio, un consumo más habitual de verduras y pescados azules o grasos (salmón, caballa, atún, arenques, y sardinas) ricos en ácidos omega-3 (ácido eicosapentaenoico -EPA- y ácido docosahexaenoico -DHA- se asociaron con una menor probabilidad de deterioro cognitivo y demencia en mujeres mayores con el VIH.

Como conclusión, los investigadores señalan que su estudio es el primero de tipo prospectivo sobre la ingesta dietética relacionada con las funciones neuropsicológicas en las mujeres con el VIH. Sobre la base de los hallazgos de su estudio indican que no está claro el motivo por el que una misma dieta tiene unas implicaciones distintas en mujeres con el VIH y sin el virus respecto a la salud neuropsicológica, el riesgo de deterioro neurocognitivo y la demencia en edades avanzadas. Es probable que las alteraciones metabólicas asociadas con la infección por el VIH y las que se producen por el tratamiento antirretroviral puedan afectar a las mujeres con el VIH haciéndolas más susceptibles a padecer deficiencias neuropsicológicas relacionadas con la ingesta dietética. No obstante, se necesita más investigación que permita esclarecer dicha hipótesis.

Fuente: POZ / Elaboración propia (gTt-VIH)
Referencia: Rubin LH, Gustafson DR, Warrior L, Sheira L, Fitzgerald KC, Dastgheyb R, et al. Dietary intake is associated with neuropsychological impairment in women with HIV. The American Journal of Clinical Nutrition, nqab038, https://doi.org/10.1093/ajcn/nqab038

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