¿Por qué las personas heterosexuales de mediana edad no utilizan preservativos con sus nuevas parejas sexuales?

Jordi Piqué
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Se precisan nuevas intervenciones de salud específicas adaptadas a la población en esta franja de edad sobre prácticas de sexo seguro y cribado de infecciones de transmisión sexual

Las personas heterosexuales de mediana edad que han tenido una relación de larga duración en el pasado tienden a no usar preservativos con sus nuevas parejas sexuales, lo que hace que sean necesarias nuevas estrategias y enfoques que aborden las necesidades de salud sexual de esta población. Esta es la principal conclusión de un estudio escocés y británico publicado en la revista Sexually Transmitted Infections

Aunque las campañas que promueven el uso del preservativo entre personas de mediana edad con parejas sexuales ocasionales son valiosas, son insuficientes para garantizar la seguridad sexual. Dichas intervenciones también deberían abordar las limitaciones específicas de la edad en las percepciones de riesgo y preparar a las personas adultas de mediana edad en las habilidades para negociar el uso del preservativo y la realización de pruebas de detección de infecciones de transmisión sexual (ITS) junto con sus nuevas parejas sexuales.

La incidencia de ITS entre personas mayores de 40 años está aumentando. Constituyó aproximadamente el 7% de las nuevas ITS en Inglaterra en 2018 en personas de 45 a 64 años. La mitad de los hombres heterosexuales con un nuevo diagnóstico de VIH tenían más de 45 años, mientras que la mitad de las mujeres con un nuevo diagnóstico de VIH tenían más de 39 años. Poco se sabe sobre el contexto social de la transmisión de ITS en este grupo de edad.

Los investigadores diseñaron un estudio para identificar los factores que influyen en las percepciones y conductas de riesgo de adquirir ITS entre las personas heterosexuales de mediana edad después de la ruptura de una relación de larga duración. El estudio incluyó a una población de 10 hombres y 9 mujeres con edades comprendidas entre 40 y 59 años que tuvieron nuevas parejas sexuales –o intención de mantener nuevas relaciones– después de la ruptura de una relación de larga duración anterior. En concreto, seis de las mujeres y ocho de los hombres declararon haber tenido una nueva pareja sexual desde el final de su relación anterior. El resto de participantes revelaron estar dispuestos a tener una nueva pareja sexual.

Se realizaron entrevistas en profundidad a estas personas que evidenciaron que sus creencias sobre el riesgo sexual se basaban con frecuencia en circunstancias pasadas y no actuales , y que a menudo pensaban que los servicios de salud sexual existentes estaban orientados a las necesidades sexuales de las personas más jóvenes. Las entrevistas buscaban determinar las normas y experiencias percibidas por los participantes con respecto a las nuevas relaciones sexuales durante la mediana edad, los conceptos y prioridades en salud sexual, las estrategias de sexo seguro y la búsqueda de asesoramiento y servicios de salud sexual.

Dos investigadores revisaron las transcripciones de las entrevistas para identificar temas comunes. Utilizaron una metodología socioecológica, con temas agrupados en cuatro niveles: individual, pareja sexual, pares y comunidades y social-estructural.

A nivel individual, todos los participantes percibían un bajo riesgo en sus prácticas sexuales. Se detectó, sin embargo, una desconexión entre el riesgo real y el percibido, y muchos describieron practicar sexo sin preservativos y que no se hicieron pruebas de ITS. Se percibían como una especie de “monógamos en serie” y tenían la creencia de que las nuevas parejas sexuales tendrían las mismas características. La pérdida de fertilidad (debido a la menopausia, la esterilización o la vasectomía) también afectó con fuerza a la predisposición de usar condones, y varios hombres y mujeres dijeron que el uso del condón era de baja prioridad ya que no había riesgo de embarazo.

Muchos participantes indicaron que su capacidad para confiar en las nuevas parejas se redujo debido a las malas experiencias en su relación de larga duración anterior. Cinco hombres y cuatro mujeres informaron haberse realizado un examen de salud sexual porque dudaron de la fidelidad de una pareja anterior, pero algunos participantes no se sometieron a exámenes hasta que estuvieron seguros de que la relación había terminado y cuando planeaban iniciar una nueva relación.

La dinámica de género y edad afectó en la negociación de sexo seguro con nuevas parejas. Tanto hombres como mujeres consideraron vergonzoso discutir sobre si usar condones, asociando a menudo su empleo con personas más jóvenes. Probablemente no los habían utilizado durante décadas. A algunos varones les preocupaba que el uso de condones contribuyera a la disfunción eréctil. Cuando los hombres usaban preservativos o se realizaban pruebas de cribado de ITS, a menudo se debía a las solicitudes, o la insistencia, de las parejas femeninas, lo que podía generar resentimiento en ambos lados.

Varios participantes informaron que confiaron en resultados de exámenes de salud sexual desactualizados (es decir, habían tenido relaciones sexuales con una nueva pareja desde los últimos resultados de la prueba). En algunos casos, las percepciones del riesgo para la salud sexual se basaban en la apariencia, el comportamiento, la riqueza, el historial de relaciones y, entre los hombres, la voluntad de las mujeres de participar en actividades sexuales específicas (como el sexo anal).

Las redes de pares y sociales fueron importantes en la formación de los participantes en cuanto al comportamiento sexual seguro. Se les advirtió que la sexualidad había cambiado desde que fueron solteros y que necesitaban nuevas estrategias para la práctica segura del sexo. Desde la ruptura de su relación anterior, algunos hombres describieron nuevos patrones de socialización que aumentaron la vulnerabilidad a las ITS (pasar más tiempo en entornos y empresas que fomentan el consumo de alcohol, el cambio frecuente de pareja, las parejas jóvenes y el pago por servicios sexuales). En contraste, otros participantes –principalmente mujeres– describieron el fortalecimiento de sus redes sociales desde su ruptura, con una mayor discusión sobre los sentimientos, la sexualidad y las relaciones.

Los investigadores concluyen señalando la necesitad de intervenciones de salud que aborden específicamente las necesidades sexuales de hombres y mujeres heterosexuales de mediana edad. También sugieren ampliar la investigación para incluir a la población homosexual.

Fuente: Aidsmap / Elaboración propia ( gTt-VIH ).
Referencia: Lewis R et al. Navigating new sexual partnerships in midlife: a socioecological perspective on factors shaping STI risk perceptions and practices. Sexually Transmitted Infections, online ahead of print, February 2020 (open access).

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