Las salas de consumo supervisado en Cataluña son un ejemplo de buenas prácticas en la atención de usuarios de drogas

Jordi Piqué
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Los beneficios que proporciona a los usuarios de drogas inyectables la asistencia frecuente a estas salas subrayan la necesidad de mantener las salas actuales y promover la apertura de otras en países europeos donde todavía no están disponibles

De acuerdo con los resultados de un estudio catalán publicado en International Journal of Drug Policy, los múltiples beneficios que implica para los usuarios de drogas inyectables acudir de manera frecuente a las salas de consumo supervisado resaltan la necesidad de mantener las salas actuales y promover la apertura de otras en países europeos donde todavía no están disponibles. Estas son las principales conclusiones a las que han llegado los investigadores del estudio REDAN, realizado en el periodo 2014-2015 por la Red de Centros de Reducción de Daños de Cataluña como parte del Sistema Integrado de Vigilancia de Infecciones de Transmisión Sexual y VIH de la región.

Las salas de consumo de drogas han sido un componente esencial de la Red de Centros de Atención de las Drogodependencias en Cataluña (XAD, en sus siglas en catalán) desde principios de la década de 2000. Estas salas son instalaciones médicas supervisadas donde las personas usuarias de drogas inyectables (UDI) pueden consumirlas en condiciones seguras. Buscan reducir la morbimortalidad asociada al consumo de drogas entre las personas UDI al proporcionar un entorno de consumo más higiénico y al vincular a las personas con la atención médica y los servicios sociales (véase La Noticia del Día 12-09-18). También buscan reducir tanto el uso de drogas en lugares públicos como las molestias que pueden ocasionar a otros ciudadanos.

Los investigadores del estudio REDAN diseñaron un estudio para evaluar las características sociodemográficas y conductuales de las personas usuarias de salas de consumo supervisado de drogas de Catalunya y evaluar el impacto de la asistencia frecuente a dichas salas sobre el uso de drogas inyectables en el espacio público; el riesgo de infección (eliminación de jeringuillas usadas depositándolas en sitios seguros, uso compartido de agujas y/o kits de inyección); el acceso a recursos de drogodependencias; y las sobredosis no fatales.

Este estudio de tipo transversal bioconductual se realizó a través de entrevistas estructuradas. Sobre un total de 730 personas entrevistadas cara a cara por un entrevistador, un total de 510 UDI indicaron haber asistido a dichas salas de consumo de drogas en este periodo, el 81,8% eran hombres y la edad media en que fueron reclutadas fue 37 años. También se tomaron muestras de fluido oral de estas personas para determinar la prevalencia de VIH y de infección por el virus de la hepatitis C (VHC). Un 21,2% de participantes fueron usuarios frecuentes de salas de consumo de drogas, un 45,7%, tuvieron una asistencia media a dichas salas y un 33,1% una asistencia baja.

La proporción de personas menores de 30 años fue inferior en el grupo de personas con asistencia frecuente (7,4%) que en los grupos de personas con asistencia media y baja (17,2% y 23,1%, respectivamente, p <0,001). Del mismo modo, se pudo observar en la proporción de participantes nacidos fuera de España: un 38,0% de personas con asistencia frecuente frente a 51,9% y 52,1%, de forma respectiva, de personas con asistencia media y baja; p <0,001. La proporción de participantes sin hogar fue más alta entre los usuarios con asistencia frecuente (41,1%) que entre las personas con asistencia media y baja (27,9% y 16,6%, respectivamente, p <0,001). Casi la mitad de las personas de la muestra estaban tomando tratamiento de deshabituación, principalmente terapia de sustitución con opioides, sin diferencias estadísticamente significativas entre los grupos de asistencia frecuente, media y baja.

Respecto a la sala de consumo supervisado, los usuarios que acudían con una frecuencia elevada y media informaron de que la sala a la que acudieron fue el principal lugar de inyección (90,7% y 77,7%, respectivamente, p <0,001). En contraste, las personas con asistencia baja se inyectaron la droga con mayor frecuencia en casas privadas (61,6%) y en ambientes al aire libre como automóviles, parques y calles (31,7%, p <0, 001). Los asistentes frecuentes tenían más probabilidades de informar de que siempre desechaban sus jeringuillas usadas y las depositaban en lugares seguros que los usuarios con asistencia media y baja (75,0% frente a 36,1% y 30,2%, respectivamente; p <0, 001).

La prevalencia de compartir jeringuillas y/u otros kits de inyección fue significativamente menor entre los asistentes frecuentes (p <0,001). No se registraron diferencias entre los grupos en cuanto a prevalencia de sobredosis no fatales en el año anterior (la prevalencia global fue de 19,2%). Los usuarios frecuentes tuvieron más probabilidades que las personas con asistencia media y baja de declarar que accedieron a los centros de salud primaria (53,7% frente a 45,9% y 34,9%, de forma respectiva, p= 0,006) y a los de atención a la drogodependencia y de seguimiento (81,5% frente a 66,1% y 55,4%, respectivamente, p <0,001) en los últimos seis meses. El cuidado de la dependencia de los opioides se asocia con un menor uso de drogas inyectables, menos delitos relacionados con las drogas y encarcelamientos, así como con una mejor calidad de vida y una mayor inserción social.

Las personas usuarias frecuentes de salas de consumo de drogas supervisado del estudio tenían más probabilidades de estar infectadas por el VIH que aquellas con una asistencia media y baja a dichos espacios. Acudir a estas salas ayuda a reducir el riesgo de transmisión de enfermedades por vía sanguínea. No se registraron diferencias significativas en la prevalencia de anticuerpos del VIH o del VHC entre los tres grupos -frecuencia alta, media o alta- (prevalencia general de anticuerpos del VIH: 27,4%; prevalencia de anticuerpos del VHC: 67,5%).

En definitiva, la asistencia frecuente a salas de consumo supervisado de drogas se asoció con un menor uso de drogas inyectables en el espacio público, con un menor número de conductas relacionadas con el riesgo de adquirir infecciones bacterianas o víricas (VIH, VHC) y con un menor nivel de eliminación insegura de agujas y kits de inyección. Este es un argumento importante para convencer a las autoridades de toda Europa de la necesidad de abrir salas de consumo de drogas inyectables. Por otra parte, la asistencia regular a estas salas sería un indicador indirecto de la confianza entre el personal del centro y los usuarios. Esta relación de confianza hace de las salas de consumo de sustancias una puerta de entrada importante para una mejor participación de los usuarios de drogas inyectables en la atención médica general y especializada.

En Cataluña no se produjo ninguna sobredosis fatal en las salas de consumo de drogas. Hay una falta de asociación significativa entre los informes de sobredosis y la frecuencia de asistencia a las salas de consumo de drogas que se puede deber al hecho que los asistentes frecuentes tienen un riesgo de sobredosis comparable con el de los no frecuentes.

La proporción de participantes sin hogar entre los usuarios frecuentes de salas de consumo supervisado de drogas fue más alta que entre los asistentes de frecuencia media y baja. La falta de vivienda, que es un factor común en usuarios de drogas inyectables en espacio público, se ha asociado con el uso frecuente de salas de consumo de drogas.

Entre las limitaciones del estudio, los investigadores reconocen que son solo representativos de las personas que asisten a centros de reducción de daños (aproximadamente 6.000 UDI asisten a estos centros cada año en Cataluña). El perfil de las personas que acuden de manera frecuente a las salas de consumo de drogas en este estudio es bastante similar al que se encuentra en general en Europa, es decir, usuarios mayores, a largo plazo y personas sin hogar. Sin embargo, las personas más jóvenes y las mujeres pueden estar poco representadas en esta muestra.

En sus conclusiones, los investigadores subrayan que los beneficios de la asistencia frecuente a salas de consumo de drogas del estudio resaltan la necesidad de mantener las salas actuales y promover la apertura de otras en países europeos donde todavía no están disponibles. Las salas de consumo supervisado de droga complementan otras estrategias de reducción de daños (por ejemplo, programas de intercambio de jeringuillas y tratamiento de sustitución con opioides) ya implementadas con éxito en Cataluña. Con todo, reconocen que se necesita más investigación en esta Comunidad Autónoma para evaluar los beneficios a largo plazo de las salas de consumo de drogas.

Fuente: International Journal of Drug Policy/Elaboración propia (gTt-VIH). 
Referencia: Folch C, Lorente N, Major X, et al. Drug consumption rooms in Catalonia: A comprehensive evaluation of social, health and harm reduction benefits. REDAN study group. DOI: https://doi.org/10.1016/j.drugpo.2018.09.008

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