La prevención y el control de las enfermedades infecciosas en entornos penitenciarios europeos a debate

Marta Villar
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Es necesario mejorar los sistemas de monitorización de las infecciones y la toma de decisiones basadas en evidencias científicas

A pesar de que en los últimos años las instituciones internacionales y europeas han reconocido la importancia de tratar la salud en las cárceles como un elemento inseparable de la salud pública, todavía existen numerosos desafíos que obstaculizan su implementación. Entre algunos de estos desafíos se encuentra la falta de datos basados en la evidencia científica o la mejora de los sistemas de seguimiento de las enfermedades transmisibles en este contexto. Estas son las principales ideas presentadas en un artículo de opinión publicado recientemente en la versión digital de la revista The Lancet.

De acuerdo con los últimos datos disponibles, hay 590.000 personas en las diferentes cárceles de los 28 estados miembro de la Unión Europea (UE). El número de personas privadas de libertad por cada 100.000 habitantes difiere considerablemente de un país a otro con tasas que varían de las 51 personas en los países bajos a las más de 200 en República Checa, Estonia, Letonia y Lituania. La edad mediana de la población penitenciaria oscila entre los 31 años en Dinamarca a los 46 años en Letonia.

Es conocido que la reclusión y la rotación de la población penitenciaria tienen un papel importante en el mecanismo de concentración de enfermedades y en el aumento del riesgo de enfermedades transmisibles. Sin embargo, la evidencia sobre la carga de las enfermedades infecciosas en esta población sigue siendo escasa.

Sorprendentemente, en la UE la vigilancia y los informes sobre los nuevos diagnósticos en los centros penitenciarios solo están disponibles para la tuberculosis activa (TB) donde se estima que el riesgo relativo de detectar TB activa en la prisión es 10 veces mayor que en un entorno comunitario, con un riesgo de TB latente también mayor en el entorno penitenciario.

Solamente un tercio de los países de la UE recogen datos sobre la prevalencia de las hepatitis víricas en entornos penitenciarios, donde se observa una proporción de personas infectadas mucho mayor que en la población general oscilando del 0,3% al 25,2% para el virus de la hepatitis B (VHB) y del 4,3% al 86,3% para el virus de la hepatitis C (VHC). De manera similar, las prevalencias estimadas para el VIH sólo están disponibles en la mitad de los países de la UE con prevalencias que oscilan del 0,2% al 15,8%.

El uso problemático de sustancias también es frecuente en las prisiones . Se estima que el 30% de los hombres y el 51% de las mujeres reclusas se ven afectadas. Los datos disponibles sobre las personas usuarias de drogas inyectables (UDI) muestran una relación entre la infección por el VIH y la hepatitis C y los antecedentes penitenciarios donde los periodos de privación de la libertad más prolongados se relacionan con una mayor prevalencia. Sin embargo, sólo algunos de los países de los países de la UE alcanzan un nivel de cobertura de los servicios de reducción de daños y tratamiento comparables a los de las personas en libertad.

Pese a que la reclusión podría ser una oportunidad única para proporcionar una asistencia sanitaria de alta calidad para las personas privadas de libertad y para llegar a los grupos más vulnerables, se le presta poca atención, lo que se refleja en la baja prioridad que recibe repetidamente en las agendas de salud pública.

Con el fin de ayudar a los países de la UE a planificar y aplicar estrategias centradas en la prevención y el control de las enfermedades transmisibles en el contexto penitenciario, el Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades (ECDC, en sus siglas en inglés) junto con el Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanías (EMCDDA, en sus siglas en inglés) han elaborado la primera guía sobre la prevención y control de enfermedades infecciosas en entornos penitenciarios basada en la evidencia .

Algunas de las recomendaciones de la guía incluyen:

  • Ofrecer el cribado de hepatitis virales y VIH en el momento de admisión y durante todo el tiempo que dure la estancia en prisión.

  • Considerar una variedad de enfoques de las pruebas para las infecciones de transmisión sexual con el fin de crear una mayor aceptación. Los enfoques potenciales incluyen pruebas basadas en el riesgo, basadas en la edad o universales.

  • Disponibilidad de pruebas de TB activa en el momento de la admisión en prisión. Las pruebas de infección de TB latente pueden considerarse según la epidemiología local y la disponibilidad de recursos.
  • Las instituciones deben esforzarse por cumplir con los estándares nacionales de medidas preventivas para prevenir la transmisión de enfermedades, lo que incluye ofrecer la vacunación a todos los internos y terapia de sustitución con opioides a aquellas personas usuarias de drogas inyectables.
  • En el caso de detectar una enfermedad infecciosa en prisión, se debe ofrecer un tratamiento adecuado que cumpla con los mismos estándares que la atención sanitaria ofrecida a la población general.

Esta guía fue desarrollada teniendo en cuenta enfoques médicos basados en la evidencia y múltiples revisiones de la literatura existentes. Sin embargo, la escasez de datos publicados en entornos penitenciarios obstaculizó el desarrollo de la misma.

Pese a que disponer de una mayor evidencia mejoraría las intervenciones de prevención, también resulta clave contar con la colaboración de diferentes actores y a diferentes niveles para permitir la cooperación entre el sistema penitenciario y el sistema sanitario .

Fuente: Contagion Live/ Elaboración propia ( gTt-VIH )

Referencia: Tavoschi L.; O’Moore É.; Hedrich D. Challenges and opportunities for the management of infectious diseases in Europes’ prisons: evidence-based guidance. Lancet Infectious Diseases, Marzo 2019.

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