Los usuarios de drogas inyectables no aumentan sus comportamientos sexuales de riesgo al iniciar la TARV

Michael Carter

No existen pruebas de que el comienzo de la terapia antirretroviral (TARV) conduzca a que los usuarios de drogas inyectables (UDI) con VIH se embarquen en comportamientos sexuales de mayor riesgo, según informa un equipo de investigadores canadienses en la edición digital de AIDS.

No se registró un aumento en las declaraciones de actividad sexual, relaciones sexuales sin protección o número de parejas.

“Las preocupaciones respecto al incremento del acceso a la TARV por parte de las poblaciones de UDI debido al miedo a que pudieran aumentar los comportamiento de riesgo de adquirir el VIH en el período siguiente al inicio de la terapia resultan infundadas”, comentan los autores.

El tratamiento basado en una terapia antirretroviral combinada puede mejorar de forma significativa el pronóstico de los pacientes con VIH. Este tratamiento también puede reducir de forma drástica el riesgo de transmitir el virus a otras personas.

La terapia anti-VIH funciona bien en los usuarios de drogas. Sin embargo, algunos médicos se muestran reacios a recomendar el inicio del tratamiento a esta población por el miedo a que no vayan a mostrar un buen nivel de adhesión al mismo.

Además, algunos estudios han señalado la existencia de un aumento de los niveles de conductas sexuales de riesgo tras el comienzo del tratamiento antirretroviral.

En consecuencia, un equipo de  investigadores de la Cohorte sobre Atención del Sida para Evaluar la Exposición a los Servicios de Supervivencia (ACCESS, en sus siglas en inglés) en Vancouver [Columbia Británica, Canadá] llevó a cabo un estudio prospectivo que contó con 457 UDI que tenían VIH. Todos los participantes completaron una entrevista al empezar el estudio en la que contestaron preguntas referentes a su comportamiento sexual en los seis meses anteriores. Un total de 197 de estas personas habían iniciado la terapia anti-VIH y, posteriormente, completaron otra entrevista sobre su actividad sexual entre seis y doce meses después de empezar el tratamiento. El estudio se prolongó entre el período de 1996 y 2007.

Al comienzo, el 72% de los pacientes declararon que habían mantenido relaciones sexuales en los seis meses previos. El 35% de las personas afirmaron haber mantenido relaciones anales o vaginales sin protección de forma reciente, y la mediana del número de parejas comunicadas fue de una.

No se descubrieron pruebas de que el inicio del tratamiento anti-VIH supusiera un aumento de la actividad sexual. Algo más de la cuarta parte (51) de los pacientes que habían empezado la TARV comunicaron alguna relación sexual en los seis meses anteriores.

Además, comenzar la terapia con fármacos anti-VIH no se tradujo en un aumento del riesgo de mantener relaciones sin protección. El 17% de los pacientes afirmaron practicar sexo anal o vaginal sin emplear un preservativo entre los meses seis y doce tras el inicio de la TARV.

El comienzo del tratamiento tampoco entrañó un aumento del riesgo de tener numerosas parejas sexuales. Algo más de la cuarta parte de las personas que tomaban TARV declararon tener dos o más parejas sexuales en el período de seis a doce meses tras empezar su terapia.

El equipo de investigadores efectuó una serie de análisis de sensibilidad, que no revelaron ninguna prueba de que tener un recuento de CD4 superior tras el inicio del tratamiento estuviera relacionado con la práctica de sexo sin protección o de un mayor número de parejas sexuales.

Tampoco se observó un aumento del comportamiento sexual de riesgo a largo plazo. No se produjo un incremento de la actividad sexual en general en los dos años posteriores al comienzo del tratamiento anti-VIH y la proporción de pacientes que afirmaron mantener sexo sin protección o tener numerosas parejas permaneció estable.

“El inicio de la TARV no se relacionó con aumentos de la actividad sexual o de los comportamientos de riesgo. A la luz de estos hallazgos, las dudas respecto a posibles aumentos o la reanudación de comportamientos sexuales de riesgo entre los UDI tras el comienzo de la terapia anti-VIH parecen ser infundadas”, comentan los autores.

No obstante, los investigadores descubrieron que había otros factores asociados con la adopción de riesgos sexuales en el período posterior al inicio de la TARV. La práctica de sexo sin protección se relacionó con el hecho de tener una pareja (p <0,001), el trabajo sexual (p <0,001) y compartir jeringas (p <0,001). Tener numerosas parejas se vinculó con una mayor edad (p <0,001), ser de sexo femenino (p <0,001), consumir crack o heroína (p <0,001 en ambos casos) y compartir jeringuillas (p <0,001).

El equipo de investigadores “recomendó la implementación y evaluación de forma inmediata de programas novedosos para reducir las barreras que los UDI se encuentran a la hora de acceder a la atención médica del VIH y para aumentar la aceptación de la terapia antirretroviral entre esta población”.

Referencia: Marshall BDL, et al. No evidence of increased sexual risk behaviour after initiating antiretroviral therapy among people who inject drugs. AIDS 24: online edition, DOI: 10. 1097/QAD.0b013e32833dd101, 2010.

Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).

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