Aumento del riesgo de aterosclerosis en personas con VIH

Gonzalo Mazuela
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Un estudio canadiense encuentra tasas similares en personas sin replicación viral que no toman tratamiento antirretroviral

Varios son los estudios recientes que sugieren que las personas con VIH tienen un riesgo mayor de enfermedades cardiovasculares. Aunque se desconoce todavía el mecanismo que subyace en este incremento del riesgo, parece que el uso de la terapia antirretroviral (TARV), el estado de inmunodeficiencia y/o la inflamación producida por el VIH son todos ellos factores implicados en la aterosclerosis asociada al VIH.

La medición del grosor de las paredes o íntima-media de la arteria carótida ha demostrado ser un factor pronóstico de accidentes cardiovasculares y cerebrovasculares: estudios previos han mostrado que un mayor grosor de las paredes arteriales se relaciona con un mayor riesgo de ataque al corazón.

En un novedoso estudio en el que se comparó a 387 personas con VIH frente a 93 sin VIH se han encontrado indicios de que el propio VIH y la duración de la TARV aumentan de forma independiente el riesgo de aterosclerosis subclínica, es decir, personas que aún no presenta síntomas, pero sí enfermedad. Los datos fueron presentados durante la XV Conferencia sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas, que se celebró la semana pasada en Boston (EEUU).

El impacto del VIH solo sobre el riesgo de aterosclerosis pareció no estar relacionado con la tasa de replicación viral o con la progresión de la enfermedad por VIH, dado que, en este estudio, en un grupo de “controladores de élite” –personas con VIH que no estaban tomando antirretrovirales y tenían la carga viral controlada– se observaron niveles muy elevados del grosor de la íntima-media de la carótida en comparación con el grupo control de personas sin VIH.

Como acabamos de señalar, el aspecto novedoso de esta comparación caso-control realizada por Priscilla Hsue, de la Universidad de California en San Francisco (EE UU), y sus colaboradores, es la inclusión de 28 “controladores de élite”, un grupo muy poco común de personas con VIH cuya carga viral se mantiene por debajo de 75 copias/mL sin tomar antirretrovirales. Los investigadores aprovecharon las propiedades únicas de este grupo para identificar mejor los efectos de la infección por VIH, el uso de TARV y el nivel de viremia sobre la aterosclerosis precoz.

El equipo de Hsue en su comparación utilizó a las personas inscritas en la cohorte SCOPE (siglas en inglés de estudio de las consecuencias de la era de los inhibidores de la proteasa) y las clasificó en cuatro grupos:

  • 28 controladores de élite: personas con cargas virales del VIH persistentes inferiores a 75 copias/mL sin el uso de TARV.
  • 87 no controladores del VIH: personas con niveles persistentes de viremia superiores a 75 copias/mL sin el uso de TARV.
  • 180 supresores del VIH con TARGA: personas con niveles persistentes de viremia inferiores a 75 copias/mL con el uso de TARV.
  • 92 no respondedores a TARGA: personas con una carga viral persistente por encima de 75 copias/mL a pesar del uso de TARV.

Los cuatro grupos (387 personas) se compararon con 93 personas sin VIH del grupo control.

Los investigadores entrevistaron a los participantes del estudio y les hicieron completar un cuestionario sobre características sociodemográficas, historial del VIH, conductas saludables y factores de riesgo cardiovascular. Un técnico con mucha experiencia en la lectura de escáneres, pero que desconocía el estado clínico de los participantes del estudio, midió el grosor de la íntima-media en 12 puntos predefinidos de la arteria carótida.

La mediana de edad fue de 48 años (rango intercuartil [IQR]: 42 – 53) para las 387 personas con VIH y de 43 (IQR: 38 – 49) para las del grupo control. Un 88% de las personas con VIH y un 83% del grupo control eran hombres. Treinta personas con VIH (8%) y uno sin VIH (1%) tenían antecedentes de enfermedad arterial coronaria.

Los índices de factores de riesgo cardiovascular fueron ligeramente superiores en las personas con VIH que en las que estaban en el grupo control: fumar o haber fumado (66% a 53%), diabetes (6% frente a 2%), hipertensión (27% frente a 5%), y antecedentes familiares de enfermedad arterial coronaria (20% frente a 17%).

Los valores medianos de lipoproteína de alta densidad (HDL, colesterol ‘bueno’) y de baja densidad (LDL, colesterol malo), triglicéridos y glucosa fueron equivalentes entre las personas con VIH y las del grupo control, aunque el grupo de participantes con VIH tuvo una mediana más alta en los niveles de proteína C reactiva (un 2,0 frente a 1,1mg/L).

La mediana de duración de la infección por VIH fue de 14 años y no difirió entre los cuatro grupos de personas infectadas. Los controladores de élite tuvieron el nivel nadir mediano más alto de células CD4 (494 células/mm3), seguido por los no controladores del VIH no tratados (361 células/mm3), los respondedores a TARV (110 células/mm3), y los no respondedores al tratamiento (70 células/mm3). Se alcanzó una duración mediana de uso de TARV de 5,8 años en los respondedores y de 4,9 años en los no respondedores. La mayoría de las personas tratadas tomaron inhibidores de la proteasa al menos durante un tiempo.

En comparación con una mediana del grosor de la íntima-media de la arteria carótida de 0,73mm en el grupo control sin VIH, todos los grupos de personas con VIH tuvieron un grosor significativamente más elevado: 0,87mm en los controladores de élite; 0,84mm en los no controladores del VIH no tratados; 0,96mm en los respondedores al tratamiento; y 0,90mm en los no respondedores a TARV (p<0,001 para todos los grupos de personas con VIH frente al grupo control sin VIH).

El grosor de la íntima-media continuó siendo significativamente mayor en los cuatro grupos de personas con VIH tras ajustar por factores tradicionales de riesgo cardiovascular. Después de este ajuste, los controladores de élite tuvieron un grosor medio de la íntima-media de 0,14mm mayor que el de las personas sin VIH del grupo control (p=0,003).

En todas las personas con VIH, edad avanzada, circunferencia de la cintura, colesterol total y LDL elevados, enfermedad arterial coronaria previa, hipertensión, elevación de la glucosa, mayor duración de la infección por VIH y del uso de TARV fueron factores pronóstico de un grosor de la íntima medía mayor de lo esperado.

En las 272 personas en tratamiento, el uso de antirretrovirales por más tiempo, un largo período tomando inhibidores de la proteasa y análogos de nucleósido, se asociaron cada uno de ellos de forma independiente con un grosor mayor de la íntima-media. Hsue también descubrió una fuerte correlación entre pérdida de grasa y el grosor medio de la íntima-media en las personas que tomaban TARV y en todos los grupos de personas con VIH (p<0,001 para ambas correlaciones).

En sus conclusiones, el equipo de Hsue señala que, tras ajustar por factores tradicionales de riesgo, tanto la infección por VIH como la duración de la exposición a la TARV se asociaron de forma independiente con niveles más elevados de aterosclerosis subclínica. Y añaden: “El efecto de la infección por VIH sobre el grosor de la íntima-media, que es independiente del uso de tratamiento antirretroviral, parece ser debido a otro factores distintos a la replicación del VIH o al estado de inmunodeficiencia avanzada, tal y como se pone de manifiesto en el grosor elevado de la íntima-media de la carótida de nuestros controladores de élite”.

Fuente: NATAP / Elaboración propia.
Referencia: Hsue, P. et al. Role of ART, viral replication, and HIV infection in atherosclerosis. 15th Conference on Retroviruses and Opportunistic Infections. February 3-6, 2008. Boston. Abstract 951.

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