Un programa de promoción de alimentación saludable en personas con el VIH logra reducir el número de hospitalizaciones

También se asoció a una menor incidencia de problemas de salud mental y prácticas de riesgo

Francesc Martínez
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Un artículo publicado en The Journal of Infectious Diseases ha concluido que un programa sobre promoción de alimentación saludable dirigido a personas con el VIH es útil para reducir el número de hospitalizaciones, mejorar la adherencia al tratamiento antirretroviral y ofrecer beneficios de salud física y mental.

Es un hecho bien conocido que la dieta es clave para mantener un buen estado de salud, pero muchas personas desconocen cómo alimentarse de forma saludable e incluso pueden tener problemas para acceder a alimentos saludable a un coste que se puedan permitir. No comer de forma saludable es un factor que determina de forma negativa el estado de salud, de manera que cada vez son más los programas de salud encaminados a considerar el buen uso de los alimentos como un medicamento.

El apoyo alimentario para personas con el VIH en EE UU es una estructura compleja soportada por diversas administraciones y organizaciones no gubernamentales. Dicha estructura está más encaminada a prevenir el hambre y reducir el impacto económico de la alimentación que a promover una alimentación saludable.

Estudios previos hallaron que los problemas de acceso a los alimentos se vinculaban con altas tasas de depresión, ansiedad y otros problemas de salud mental. También se asociaron a un mayor riesgo de adquirir la infección por el VIH u otras infecciones de transmisión sexual (ITS). En personas con el VIH, se ha observado una asociación entre los problemas para acceder a alimentos y un peor manejo de la infección por el VIH; del mismo modo que el sinhogarismo (véase La Noticia del Día 12/09/2023), lo que hace concluir a los expertos que en aquellos casos en los que no se tienen seguras las necesidades básicas se descuida el autocuidado con relación al manejo de la infección por el VIH.

A partir de todos estos antecedentes, los autores del presente estudio –en colaboración con el proyecto sin ánimo de lucro Open Hand de San Francisco (EE UU)– que incluyó inicialmente a 200 personas con el VIH de ingresos bajos. El estudio comparó los resultados de 98 de dichas personas que recibieron el programa de atención alimentaria estándar del proyecto (grupo control) con los de 93 que participaron en el programa alimentario especial diseñado por los investigadores.

La mayoría de los participantes eran hombres de mediana edad (de alrededor de 55 años en promedio) y llevaban diagnosicados de –VIH una mediana de 22 años. Un tercio eran de etnia blanca, un 25% de etnia negra y el 10% eran de etnia latinoamericana.

El 39% de los participantes tenían infección por el VIH no controlada y las comorbilidades eran frecuentes, así como el uso de sustancias. El promedio de ingresos era de unos 1.000 dólares al mes y más del 60% reportaron problemas de acceso a alimentos. Para participar en el estudio era necesario que las personas pudieran almacenar y recalentar alimentos, lo que probablemente excluyó a aquellos perfiles de mayor vulnerabilidad.

El programa alimentario especial proporcionó comida médicamente seleccionada de forma individualizada para mantener y mejorar la salud de las personas (un total de 14 comidas preparadas congeladas o siete comidas y alimentos por semana). También se proporcionó una bolsa adicional de alimentos para acabar de cubrir cualquier necesidad nutricional. El programa también realizó programas formativos tanto grupales como individuales liderados por nutricionistas para potenciar la educación alimentaria de los participantes.

En el grupo con programa nutricional estándar se proporcionaron alimentos suficientes para entre 1 y 2 comidas por día y se agendaron pequeñas visitas con un nutricionista cada 6 meses.

A los 6 meses el 90% de los participantes de ambos grupos seguían en el estudio. Quienes recibieron el programa alimentario especial refirieron menos inseguridad alimentaria y manifestaron consumir comida con menos grasa que los integrantes del grupo control. A pesar de ello, no se observaron diferencias significativas en el consumo de frutas y verduras.

Quienes participaron en el programa alimentario especial presentaron una probabilidad inferior en un 89% a la del grupo control de ser hospitalizadas. Ello supuso un ahorro en costes de hospitalización estimado de 178.781 dólaresº. El programa de alimentación especial también se asoció a menores tasas de depresión, de prácticas sexuales sin protección y a mayores tasas de adherencia al tratamiento antirretroviral.

Las tasas de supresión virológica mejoraron en ambos grupos, sin diferencias significativas, probablemente porque el programa mejoró el estatus alimentario tanto del grupo control como del grupo del programa alimentario especial. Tampoco hubo diferencias en términos de calidad de vida relacionada con la salud.

Los resultados del presente estudio evidencian que los factores de vulnerabilidad -de los que el problema de acceso a alimentos es solo uno de ellos- empeoran el manejo de la infección por el VIH y programas de intervención dirigidos a eliminarlos mejoran la salud de las personas con el VIH. Ello debería ser tenido en cuenta por los servicios de salud pública a nivel global, especialmente en los que tienen responsabilidad sobre áreas con altos niveles de vulnerabilidad y altas tasas de infección por el VIH.

Fuente: POZ / Elaboración propia (gTt-VIH).
Referencia: Palar K, et al. Food Is Medicine for Human Immunodeficiency Virus: Improved Health and Hospitalizations in the Changing Health Through Food Support (CHEFS-HIV) Pragmatic Randomized Trial, The Journal of Infectious Diseases, 2024;, jiae195, https://doi.org/10.1093/infdis/jiae195.

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