La multimorbilidad y la vulnerabilidad social empeoran la calidad de vida de las personas mayores con el VIH

Un estudio canadiense subraya la necesidad de enfoques más proactivos por parte de los profesionales sanitarios para prevenir y abordar las comorbilidades e insta a desarrollar estrategias para reducir el estigma y discriminación asociados al VIH

Jordi Piqué
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Las personas mayores con el VIH de Canadá experimentan una media de tres comorbilidades (colesterol alto, hipertensión, depresión, fragilidad ósea, etc.) y una significativa vulnerabilidad social (falta de pareja, bajos ingresos, estigma asociado al VIH, etc.), que reducen su calidad de vida. Para abordar esta problemática, es preciso que los médicos intervengan con estos pacientes para prevenir y gestionar del mejor modo posible las comorbilidades, mejorando su calidad de vida. Estos son los principales hallazgos de un estudio canadiense cuyos resultados se han publicado en la revista Frontiers in Medicine.

Gracias al tratamiento antirretroviral, muchas personas con el VIH tienen una esperanza de vida similar a la de la población general. Con todo, aunque la terapia antirretroviral es muy efectiva para suprimir el VIH y mantener un sistema inmunitario sano, siguen existiendo problemas sutiles que afectan a la salud y el bienestar de las personas con el VIH, como la activación continua del sistema inmunitario y los niveles excesivos de inflamación, que contribuyen probablemente a un mayor riesgo de desarrollar afecciones como cardiopatías, debilitamiento óseo, disminución de la función renal, diabetes y otras comorbilidades. Además, a mayor número de comorbilidades, mayor necesidad de tomar medicamentos (fenómeno conocido como polifarmacia, con el riesgo de interacciones medicamentosas que ello supone). Se requiere más investigación para ayudar a esta población de edad avanzada con el VIH a mantenerse sana y minimizar o evitar las complicaciones relacionadas con el envejecimiento.

Con el objetivo de ofrecer más evidencia sobre esta cuestión, un equipo de investigadores canadiense realizó un estudio transversal basado en los datos de referencia del estudio Correlates of Healthy Aging in Geriatric HIV (CHANGE HIV), una cohorte prospectiva canadiense en curso de personas con el VIH de 65 años o más en Canadá, establecida en 2019.

Los investigadores analizaron los datos de 433 personas cuya edad media cuando entraron en el estudio era de casi 70 años. El 92% eran hombres y el 8% mujeres. Todos los participantes tomaban tratamiento antirretroviral y más del 99% tenían una carga viral indetectable. El recuento medio de CD4 era de casi 560 células/mm3. La mayoría no tenían pareja (65%) y vivían solos (56%). Aunque la mayor parte de participantes tenían estudios superiores (73%), casi uno de cada 5 vivía con unos ingresos familiares brutos inferiores a 20.000 dólares (18%).

El estudio se centró en la calidad de vida relacionada con la salud y las comorbilidades de los participantes seleccionados. Los investigadores hallaron un alto nivel de comorbilidades (una media de tres) entre los participantes, lo que se denomina multimorbilidad, que se asoció con una menor calidad de vida relacionada con la salud. Las vulnerabilidades sociales, como la falta de pareja, los bajos ingresos familiares, el tabaquismo y la menor práctica de ejercicio físico, también se relacionaron con una peor calidad de vida.

Las comorbilidades más frecuentes señaladas por los investigadores fueron niveles altos de colesterol (51%), hipertensión arterial (44%), antecedentes de cáncer (29%), diabetes (24%), artritis (22%), dolor en los nervios de manos y pies (neuropatía periférica) (18%), enfermedad arterial coronaria (17%), depresión (15%), fragilidad ósea (15%), enfermedad hepática crónica (14%).

Casi el 80% de los participantes tenían varias comorbilidades. Además, los investigadores constataron que el 60% de los participantes estaban desnutridos o en riesgo de estarlo, pero no hicieron más comentarios al respecto.

A pesar de estos resultados, una gran proporción de los participantes (86%) declaró estar moderadamente o muy satisfecha con su vida. Los investigadores no realizaron más evaluaciones de los participantes al respecto, pero plantearon la hipótesis de que las comorbilidades estaban bien controladas o quizá los participantes habían desarrollado estrategias de afrontamiento eficaces y, por tanto, las comorbilidades no tenían un impacto tan grande en la calidad de vida.

El equipo de investigadores argumentó que, basándose en sus hallazgos, las intervenciones para prevenir y gestionar las comorbilidades múltiples pueden resultar más útiles que las intervenciones destinadas a mejorar la calidad de vida general.

Por otra parte, se constató que los participantes informaron de que la sociedad mostraba conductas negativas hacia las personas con el VIH. Afirmaron que el estigma y la discriminación frente al VIH pueden agravar otras formas de conductas hostiles, como el estigma y la discriminación que afectan a la etnia o raza, la orientación sexual, la identidad de género, la edad, la discapacidad y la pobreza. Todas estas conductas negativas pueden reducir la calidad de vida de las personas con el VIH. Los investigadores animan a seguir trabajando para desarrollar y aplicar intervenciones eficaces de reducción del estigma, que consideran cruciales para mejorar la calidad de vida de las personas con el VIH.

Los investigadores, además, hallaron una asociación estadística entre un mayor tiempo transcurrido desde el diagnóstico del VIH y una menor calidad de vida. Creen que esta asociación se debe a que muchos “supervivientes a largo plazo” ( long time survivors; véanse La Noticia del Día 13/02/2018 y 30/05/18 ) fueron diagnosticados en una época en la que no se disponía de una terapia antirretroviral eficaz. Como resultado, sobrellevaron tratamientos subóptimos y a menudo tóxicos y graves efectos secundarios. Además, es probable que vivieran situaciones traumáticas, desde infecciones potencialmente mortales hasta la pérdida de amigos y seres queridos. Los investigadores observaron que algunos “supervivientes a largo plazo” no tenían pareja y que vivir solos probablemente degradaba su calidad de vida.

Asimismo, el equipo de investigadores analizó los datos recogidos en uno o dos momentos concretos. Sin embargo, en los próximos años deberían disponer de muchos más datos y podrán realizar otros estudios. Este estudio debe considerarse un buen primer paso en el estudio del envejecimiento de la población canadiense con el VIH. A medida que aumente el número de personas con el VIH que viven más tiempo gracias a la terapia antirretroviral, será necesario seguir financiando investigaciones relacionadas con el envejecimiento.

Dado que casi el 80% de los participantes presentaba una elevada carga de comorbilidades, que pueden reducir la calidad de vida, los investigadores abogaron por que se realicen más estudios para evaluar las intervenciones diseñadas para reducir el riesgo de desarrollar comorbilidades o para gestionarlas mejor. Además, pidieron que se abordaran cuestiones que también afectan a la calidad de vida, como el estigma relacionado con el VIH, dejar de fumar (el 60% de los participantes fumaba o tenía antecedentes de tabaquismo) y la participación en programas de ejercicio físico.

Como conclusión, los investigadores señalaron que pueden ser necesarias intervenciones adicionales para los “supervivientes a largo plazo” y las personas mayores con el VIH que no tienen pareja, ya que tienden a experimentar una menor calidad de vida incluso cuando se tiene en cuenta la carga de comorbilidad.

Fuente: Catie / Elaboración propia (gTt-VIH).
Referencia: Zhabokritsky A, Klein M, Loutfy M, et al. Non-AIDS-defining comorbidities impact health-related quality of life among older adults living with HIV. Frontiers in Medicine. 2024 Apr 16; 11:1380731. 

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