Se necesitan distintos enfoques en la reducción de riesgos orientada a usuarios de cocaína o heroína inyectables

En un estudio con usuarios de drogas inyectables en Montreal (Canadá) se han encontrado diferencias significativas entre usuarios de cocaína y heroína, no sólo en lo referente a los comportamientos personales y de consumo de drogas, sino también en lo que respecta a sus redes sociales y de consumo de aquéllas, lo que sugiere que los esfuerzos de prevención podrían adaptarse para atender estas diferencias. El estudio fue publicado en la edición de 1 de noviembre del Journal of Acquired Immune Deficiency Syndromes.

Derek Thaczuk

Muchos patrones de comportamiento de usuarios de drogas inyectables (UDI) dependen, en gran medida, de la droga de su elección. Aquellos que usan predominantemente heroína, un opiáceo con un efecto prolongado, tienden a inyectarse con menor frecuencia aunque con mayor regularidad a largo plazo. Por el contrario, los UDI que emplean cocaína (un estimulante de corta actividad) son mucho más propensos a inyectarse con frecuencia, cometer “excesos”, compartir jeringuillas y llevar unas vidas más caóticas y socialmente desfavorecidas. Entre los UDI, los que consumen cocaína corren un mayor riesgo de adquirir el VIH, el virus de la hepatitis C (VHC) y otras enfermedades que se transmiten por la sangre.

Estas diferencias en los comportamientos en el empleo de drogas de los UDI han sido perfectamente establecidas por investigaciones previas. El objetivo del actual estudio consistió en explorar con más profundidad las redes sociales de los UDI (las características de las personas con las que interaccionan socialmente y comparten el consumo de drogas) y los modos en los que estas interacciones varían. Se trata de un estudio transversal de adultos que consumen drogas de forma activa y que se habían inyectado drogas al menos una vez en los últimos seis meses, provenientes de tres grandes programas de intercambio de jeringuillas y dos clínicas de metadona de Montreal (Canadá), entre abril de 2004 y enero de 2005.

Los relativamente escasos inscritos en un primer momento (14) que declararon consumir speedball (consumo regular de una mezcla de cocaína y heroína) fueron excluidos del análisis, lo que dejó una muestra de 282 participantes que emplearon predominantemente una droga o la otra (la mitad del tiempo o más). A la mayoría de las personas de esta muestra (83%) se accedió a través de programas de intercambio de jeringuillas. A los participantes procedentes de las clínicas de metadona se les pedía que hubieran empezado tratamiento recientemente; otros estudios han indicado que los comportamientos en el momento de inyectarse y de riesgo podrían cambiar sólo mínimamente poco después de iniciar el tratamiento con metadona. La media de edad de los participantes fue de 33 años, el 73% eran hombres, el 90%, de raza blanca, el 88%, solteros, y el 42% tenía unas condiciones inestables de vivienda. Según sus propias declaraciones, el 19% tenía el VIH (sólo), el 64% tenía el VHC (sólo) y el 19% estaba coinfectado por ambos virus.

De esos 282, 228 (81%) utilizaron cocaína como droga principal, y 54 (19%), heroína. Había una mayor probabilidad de que los usuarios de cocaína fueran hombres (77% frente a 57%; p=0,004), de que sus condiciones de alojamiento fueran inestables (47% frente a 21%; p<0,001), de recibir ayudas sociales (81% frente a 56%; p<0,001), de compartir jeringuillas (24% frente a 9%; p=0,02), y de estar infectados por el VIH (23% frente a 4%; p=0,003), el VHC (71% frente a 39%; p<0,001) o por ambos virus (22% frente a 4%, p=0,004). Los usuarios de heroína fueron más propensos a inyectarse diariamente (55% frente a 34%; p=0,006) y a emplear con regularidad más de un tipo de droga (87% frente a 40%; p<0,001).

Los contactos sociales se definieron como aquellas personas con las que los participantes habían tenido un trato significativo en el mes anterior, y en los que la persona de contacto había desempeñado un papel importante en la vida del participante. Los contactos fueron clasificados en tres categorías: UDI (traficantes de drogas y compañeros de consumo), sexuales (parejas y clientes) y con un papel de apoyo social (incluyendo amigos, compañeros de trabajo y miembros de la familia). Las categorías no fueron mutuamente excluyentes. A continuación, los participantes proporcionaron información sobre las personas que habían –anónimamente- nombrado como sus contactos sociales.

Los usuarios de cocaína tuvieron redes de contactos ligeramente superiores (media de 4,22 frente a 3,30; p<0,001),  y muy pocos de ellos desempeñaron un papel de apoyo social en sus vidas (47,7% frente a 78,3%, p<0,0001). El análisis multivariable confirmó que los usuarios de cocaína fueron más propensos a tener unas condiciones de alojamiento más inestables (cociente de probabilidades ajustado [CP]=3,55, intervalo de confianza del 95% [IC95%]: 1,49-8,40), a tener VHC (CP= 4,69; IC 95%: 2,14-10,31) y a tener redes de UDI más grandes (CP= 1,61, IC 95%: 1,14-2,28). Los usuarios de heroína fueron más propensos a tener apoyos sociales (CP= 0,97; IC95%: 0,95-0,99) y a emplear más de un tipo de droga (CP= 0,06; IC 95%: 0,02-0,16).

Los autores sugieren la probabilidad de que contar con mayores redes de apoyo social haría más probable que se incentivase la reducción de daños, mientras que unas mayores redes entre iguales de usuarios de drogas probablemente alentarían los comportamientos de riesgo en el momento de inyectarse. En este estudio, “el tamaño de la red de apoyo social pareció ser menos importante que la mera existencia del mismo”: tener cualquier tipo de contacto de apoyo social estuvo relacionado con un menor comportamiento de riesgo que no tener ninguno. Por el contrario, el tamaño de las redes de UDI sí que pareció importar: los mayores riesgos estuvieron relacionados con el mayor número de contactos de UDI, más que simplemente tener alguno o no.

El equipo de investigadores señala que el estudio fue transversal, que el uso de múltiples fármacos podría ocultar la distinción entre “una u otra” de las drogas elegidas, y que las características declaradas por los encuestados de sus redes de iguales podrían tener una exactitud limitada. Sin embargo, los investigadores concluyen que sus hallazgos “subrayan la importancia de considerar las influencias sobre los riesgos, más allá de las de los propios UDI individuales”. Los autores sugieren que los UDI consumidores de heroína “establecieron redes con más facilidad mediante las cuales podrían transmitirse comportamientos de reducción de daños”, mientras que “las intervenciones con los usuarios de cocaína inyectada podrían requerir estrategias alternativas, como una educación centrada en la persona”.

Referencias: De P, et al. Rethinking approaches to risk reduction for injection drug users. J Acquir Immune Defic Syndr 46: 355-361, 2007.

Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).

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