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Introducción

Realizar ejercicio es un hábito muy saludable para cualquier persona, pero de una manera especial para aquéllas que viven con VIH. Diferentes estudios han evidenciado que hacer ejercicio físico incrementa el recuento de CD4 y mejora los niveles de los lípidos sanguíneos -reduciendo el riesgo cardiovascular-.

El ejercicio de fuerza (pesas, máquinas…) ayuda a recuperar la masa muscular, que puede verse disminuida debido a la infección por VIH. De hecho, algunos estudios muestran que es ideal una combinación equilibrada de ejercicio basado en la fuerza y ejercicio de resistencia (correr, nadar…). Alternar estos dos tipos de ejercicio permite ganar músculo y reducir los niveles de lípidos sanguíneos. También incrementa el apetito y proporciona un mayor bienestar personal, ya que el ejercicio favorece la secreción de endorfinas, sustancias generadas por el cerebro que producen placer. Por todo ello, el ejercicio físico contribuye a una mejora de la salud y la calidad de vida de las personas con VIH.

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