XVII Conferencia sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas, miércoles

A lo largo de la conferencia de la CROI, que este año se celebra en San Francisco (EE UU), NAM ofrecerá un boletín especial con los aspectos más destacados.

Miércoles, 24 de febrero de 2010.

Esperanza de vida

Dos estudios han evidenciado que, con el tratamiento y la atención adecuados, muchos pacientes con VIH pueden esperar disfrutar de una esperanza de vida normal, o casi normal.

Un equipo de investigadores holandeses realizó el seguimiento de la tasa de mortalidad entre 1998 y 2008 de más de 4.000 pacientes con un diagnóstico reciente de VIH.

La tasa de mortalidad fue de aproximadamente un fallecimiento por cada 150 persona-años de seguimiento.

A partir de este dato, los investigadores calcularon la esperanza de vida general.

Se concluyó que si una persona era diagnosticada de VIH con 25 años de edad, su esperanza de vida era de otros 52 años, siendo la edad de fallecimiento prevista de 77 años.

Este dato fue casi idéntico al de la esperanza de vida de una persona sin VIH en la población general holandesa.

En otro estudio aparte, un equipo de investigadores europeos efectuó el seguimiento de la tasa de mortalidad de más de 80.000 pacientes. Se comprobó que los hombres que tenían un recuento de CD4 superior a 500 células/mm3 y que no eran usuarios de drogas inyectables presentaron una tasa de mortalidad idéntica a la de sus iguales sin VIH.

En el caso de las mujeres con VIH, se detectó una tasa de mortalidad más alta, pero los responsables del estudio consideran que esta observación estuvo relacionada con factores sociales, económicos y conductuales.

Enfermedad cardiovascular

Los niveles de triglicéridos, vinculados con el riesgo de sufrir un ataque cardíaco

En el estudio de gran tamaño D:A:D se ha encontrado que tener unos niveles de triglicéridos más elevados estuvo asociado con un mayor riesgo de padecer un ataque cardíaco.

El análisis del equipo de investigadores contó con más de 33.000 pacientes, de los que la mayoría eran hombres.

Se registró un total de 580 ataques al corazón y se comprobó que el riesgo de ataque cardíaco se incrementó al aumentar los niveles de triglicéridos.

Esta relación entre unos mayores niveles de triglicéridos y el aumento del riesgo de sufrir un ataque al corazón se mantuvo incluso después de que los investigadores tuvieran en consideración factores tradicionales de riesgo de padecer una enfermedad cardíaca, como tener antecedentes familiares, el hábito de fumar y los niveles elevados de colesterol.

Cada vez que se duplicó el nivel de triglicéridos, se registró un aumento del 11% en el riesgo de sufrir un ataque al corazón.

Sin embargo, el equipo de investigadores no estaba seguro de que el uso de medicamentos para disminuir los niveles de triglicéridos (como los fibratos) se fuera a traducir en una reducción sustancial del riesgo de ataque al corazón.

El VIH se vinculó con el endurecimiento de las arterias

Las personas con VIH experimentan un endurecimiento más rápido de la arteria carótida que sus iguales no infectados por el virus.

La mayor rapidez de endurecimiento de esta arteria estuvo asociada con la inflamación que puede provocar el VIH.

Este estudio contó con 285 pacientes con VIH en San Francisco (EE UU), tres cuartas partes de los cuales estaban tomando un tratamiento antirretroviral. Alrededor del 10% de la población del estudio estuvo compuesta por los denominados "controladores de élite", pacientes que fueron capaces de mantener muy bajos los niveles de carga viral sin necesidad de tomar un tratamiento anti-VIH.

Se hizo un seguimiento de los cambios en el grosor de la arteria carótida y se comparó su evolución con la observada en 40 pacientes control sin VIH.

Los autores comprobaron que las mediciones en algunas zonas de la arteria evidenciaron que los pacientes con una carga viral indetectable y los "controladores de élite" fueron más propensos a experimentar el endurecimiento de las arterias que los pacientes control sin VIH.

Esta observación pareció deberse a la inflamación asociada al VIH. Los pacientes infectados por el virus mostraron unos niveles más elevados de un marcador clave de inflamación (denominado proteína C reactiva de alta sensibilidad) que los pacientes control sin VIH.

Una prueba adicional de que las personas seropositivas son más propensas a presentar enfermedad arterial provino de otro estudio realizado por el mismo grupo de investigadores.

En él, se examinó otro indicador de daño arterial conocido como dilatación mediada por el flujo. Este parámetro permite hacer el seguimiento de la función del recubrimiento arterial mediante la medición de cuánto se expanden las arterias en respuesta a los cambios en el flujo sanguíneo.

La dilatación mediada por el flujo fue más pobre en los pacientes con VIH que en los pacientes control sin el virus de características similares.

Entre los pacientes con VIH, el tratamiento con abacavir (Ziagen®, y también en Kivexa® y Trizivir®) se relacionó con una menor dilatación mediada por el flujo. En diversos estudios, el tratamiento con abacavir se asoció con un mayor riesgo de sufrir un ataque al corazón.

En general, los pacientes con VIH presentaron unos niveles más altos del importante marcador de la inflamación denominado proteína C reactiva.

VIH y huesos

Estudios independientes han encontrado que la relación entre el VIH y el riesgo de fracturas es distinta en hombres y mujeres.

Un estudio de EE UU que contó con hombres veteranos mostró que aquéllos que tenían VIH presentaban un riesgo ligeramente superior de sufrir fracturas.

No obstante, una investigación que contó con mujeres más jóvenes halló que la infección por VIH no supuso ninguna diferencia real en cuanto al riesgo de fracturas.

Actualmente, hay muchos estudios que evidencian que las personas con VIH tienen un mayor riesgo de sufrir pérdida de masa ósea. Entre las causas se cuentan el propio virus y, posiblemente, el tratamiento con determinados fármacos antirretrovirales.

Sin embargo, no está claro si esta pérdida de densidad ósea tiene alguna implicación en el día a día.

En consecuencia, un equipo de investigadores ha realizado el seguimiento de las tasas y riesgos de fracturas en pacientes con VIH.

En el primer estudio, un equipo de investigadores de EE UU comparó el riesgo de fracturas por fragilidad (las vinculadas a una baja densidad ósea) entre 40.000 hombres con VIH y otros 80.000 sin el virus.

Se encontró que los varones con VIH tuvieron una probabilidad un 38% superior de presentar dichas fracturas. Entre los factores de riesgo se incluyeron una edad mayor, un peso corporal reducido, el consumo de alcohol y el daño cerebral. No obstante, unos recuentos de CD4 más elevados estuvieron vinculados con un riesgo menor de sufrir fracturas.

El estudio que monitorizó las tasas de fracturas a lo largo de cinco años en mujeres más jóvenes con y sin VIH, puso de manifiesto que dichos valores fueron esencialmente similares entre ambos grupos de mujeres (9% y 7%).

Entre las mujeres seropositivas, tener un historial de enfermedades graves asociadas al VIH y una edad mayor fueron factores relacionados con un aumento del riesgo de fracturas.

VIH y hepatitis C

Un tratamiento eficaz contra el virus de la hepatitis C (VHC) reduce el riesgo de muerte y disminuye las probabilidades de progresión de la infección por VIH y de mortalidad no relacionada con problemas hepáticos en pacientes coinfectados.

Muchas personas con VIH además están infectadas por el virus de la hepatitis C, y la enfermedad hepática constituye, hoy en día, una importante causa de muerte entre estos pacientes.

El tratamiento de la hepatitis C permite reducir el riesgo de sufrir dolencias hepáticas. Un equipo de investigadores españoles decidió comprobar si también presentaba otros beneficios para la salud.

En consecuencia, se realizó el seguimiento de los resultados de 1.400 pacientes coinfectados que recibieron una terapia contra la hepatitis C con interferón y ribavirina entre los años 2000 y 2007.

En general, el 38% de los pacientes tuvieron una respuesta al tratamiento exitosa.

Estas personas mostraron unas tasas más reducidas de enfermedad hepática.

El equipo de investigadores, asimismo, notó que fueron menos propensas a sufrir una progresión de la infección por VIH que los pacientes que no respondieron a la terapia contra la hepatitis C.

Por otro lado, las personas que respondieron bien a la terapia anti-VHC presentaron un menor riesgo de muerte por motivos no relacionados con el hígado.

 

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