Biomarcadores presentes en la orina pueden predecir enfermedad cardiovascular en personas que toman medicación antirretroviral

Determinados biomarcadores de la orina asociados con la inflamación y el estrés oxidativo se correlacionan con factores pronóstico establecidos de enfermedad cardiovascular (ECV) y pueden ayudar a controlar el riesgo de padecer problemas cardíacos entre las personas con VIH que toman terapia antirretroviral (TARV), según un pequeño estudio piloto presentado el miércoles en la XVII Conferencia Internacional del Sida de Ciudad de México.

Liz Highleyman y Nelly Safreed-Harmon

Las enfermedades cardiovasculares constituyen una preocupación creciente entre las personas con VIH a medida que éstas viven más años. Algunos estudios han encontrado una asociación entre los ataques al corazón y la terapia antirretroviral; asimismo, el ensayo SMART, un estudio a gran escala sobre la interrupción del tratamiento, mostró que la replicación del VIH parece incrementar el riesgo de enfermedades graves de riñón, hígado y corazón.

La inflamación, el estrés oxidativo y la disfunción endotelial (de los vasos sanguíneos) contribuyen a la aterosclerosis –endurecimiento de las arterias, que puede llevar a ataques al corazón e infartos-, y la infección por VIH o su tratamiento pueden influir en estos factores.

Diversos factores de riesgo demográficos y de comportamiento, además de marcadores biológicos como la elevación de los lípidos sanguíneos, tienen valor predictivo de ECV. Sin embargo, estos factores pueden infravalorar el riesgo de enfermedad cardiovascular en personas con VIH, por lo que puede ser útil obtener marcadores de laboratorio fácilmente medibles que muestren los primeros estadios de la aterosclerosis.

Michael Bolger y sus colaboradores, de la Universidad de Vanderbilt (EE UU), realizaron un estudio piloto de tipo transversal para observar la relación entre los niveles de cuatro biomarcadores llamados eicosanoides y los factores de riesgo de ECV tradicionales.

El análisis incluyó a 33 personas con VIH de una cohorte prospectiva de mayor tamaño de otro estudio. Aproximadamente una cuarta parte eran mujeres, el 55% no eran de etnia blanca y la edad media era de 45 años. La mediana del recuento de CD4 era de 515 células/mm3 y la mediana de la carga viral de 50 copias/mL. Todos los participantes llevaban infectados, al menos, un año y se encontraban bajo tratamiento antirretroviral estable con dos o más inhibidores de la transcriptasa inversa análogos de nucleósido o nucleótido (ITIN/ITINt) durante, al menos, seis meses; el 45% tomaba un inhibidor de la proteasa (IP).

Los participantes en el estudio no habían sufrido enfermedad cardiovascular o diabetes antes del estudio, no eran fumadores durante el mismo y no tomaban aspirina (que podría alterar los marcadores estudiados), aunque cerca de un 50% tomó antinflamatorios no esteroides (AINE) de forma ocasional. Un poco más de una cuarta parte (27%) presentaba lipodistrofia (pérdida de grasa en cara y/o extremidades). Globalmente, el grupo tenía un riesgo moderado de padecer ECV.

Los investigadores midieron los niveles de los metabolitos en orina de cuatro eicosanoides: F2-isoprostano (PGF2α), tromboxano (TxB2), prostaciclina (PGI-M) y prostaglandina E (PGE-M). Estos eicosanoides indican moléculas que desempeñan un papel en diferentes procesos metabólicos relacionados con la inflamación, el estrés oxidativo y el daño endotelial, por ejemplo, promoviendo la formación de coágulos sanguíneos o vasoconstricción.

Los expertos hipotetizaron que los cambios metabólicos derivados de la infección por VIH o la terapia antirretroviral implican una producción de eicosanoides incrementada. Observaron la correlación entre los niveles de eicosanoides y factores de riesgo cardiovascular tradicionales, como el género, la edad y el índice de masa corporal (IMC), además del uso de IP y la presencia de lipoatrofia. De este modo, averiguaron cómo los eicosanoides se correlacionaban con niveles de colesterol no-HDL (“colesterol malo”) y la proteína C reactiva de alta sensibilidad (hsCRP, en sus siglas en inglés), dos marcadores asociados con enfermedad cardiovascular.

De este modo, averiguaron que los participantes del estudio, en general, tenían niveles mayores de PGF2α y PGE-M que la población general. Entre los participantes del estudio, los niveles de prostaglandina E eran de casi el doble entre hombres que entre mujeres.

Dentro del grupo en estudio hubo, en general, una correlación significativa entre PGF2α y proteína C reactiva de alta sensibilidad. Entre las mujeres –pero no entre los hombres- PGI-M y TxB2 también se correlacionaron de forma significativa con los niveles de hsCRP. El tromboxano y la prostaciclina fueron correlacionados semanalmente con niveles de colesterol no-HDL incrementados en hombres, pero, en el caso de las mujeres, con niveles de colesterol no-HDL inferiores.

No hubo una correlación clara entre los niveles de eicosanoides y la lipoatrofia o el empleo de IP, además de no evidenciarse asociaciones entre la edad, la etnia, el recuento de CD4, la carga viral, el IMC o el uso de AINE.

“Estos marcadores de inflamación, estrés oxidativo y disfunción endotelial se correlacionaron con colesterol no-HDL y hsCRP,” concluyeron los expertos. Y añadieron: “Las asociaciones dependientes de género entre eicosanoides y los factores de riesgo de ECV tradicionales fueron observadas.”

Los autores sugirieron que están garantizados estudios en profundidad en esta población de los eicosanoides en orina como marcadores de enfermedad cardiovascular no invasivos y fácilmente medibles. Además, la inclusión de personas con ECV y diabetes preexistente puede proporcionar información útil.

Referencia: Boger, et al. A pilot study of urinary markers of endothelial function and oxidant stress for the prediction of cardiovascuar disease (CVD) risk with antiretroviral therapy (ART). 17th International AIDS Conference, Mexico City, abstract WEAB0105, 2008.

Traducción: Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt).

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