Las personas mayores de 50 años se encuentran con barreras adicionales para acceder a la prueba del VIH

Entre estas barreras se incluyen la falta de formación en materia de VIH por parte del personal sanitario o el desconocimiento de los lugares dónde realizarse la prueba por parte de las personas mayores

Marta Villar
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La falta de información sobre el VIH y el estigma asociado a la infección, tanto por parte de médicos como de las personas mayores, son barreras para el acceso a la prueba del VIH en las personas mayores de 50 años. Esta es la principal conclusión de dos estudios cualitativos presentados en la 4ª Conferencia conjunta de la Asociación Británica del VIH y la Asociación Británica de Salud Sexual y VIH (BHIVA y BASHH, respectivamente, en sus siglas en inglés) celebrada recientemente en Edimburgo (Escocia, Reino Unido).

Aproximadamente uno de cada seis nuevos diagnósticos de VIH que se registraron en Europa en el año 2015 correspondió a una persona mayor de 50 años. Además, las tasas de nuevos diagnósticos en este grupo poblacional han aumentado en torno al 2% anual en 16 países europeos entre el periodo 2004 y 2015. Sin embargo, las personas mayores de 50 años presentan una mayor tendencia a recibir un diagnóstico tardío que las personas más jóvenes (véase La Noticia del Día 02/10/2017).

Con el fin de entender mejor la situación y así mejorar la aceptación del cribado del VIH en las personas mayores de 50 años, un equipo de investigadores de la escuela de medicina de Brighton y Sussex (Reino Unido) llevaron a cabo dos estudios de tipo cualitativo. Para ello se utilizaron entrevistas semiestructuradas para conocer la visión tanto de los médicos como de las personas mayores con el VIH.

En el primero de los estudios participaron 20 médicos de varias especialidades, ninguna de ellas relacionadas con el VIH. Doce de ellos trabajaban en Brighton o en otra zona con alta prevalencia del VIH, todas situadas en el sudeste de Reino Unido. Los investigadores intentaron contactar con médicos de cabecera, pero resultó imposible contar con su participación.

La mayoría de ellos reconoció que sus conocimientos sobre el VIH se habían quedado obsoletos y que no se habían actualizado desde el inicio de su carrera profesional.  El poco tiempo del que dispusieron para su formación se centró en su propia área de especialización.

El estigma y los estereotipos sobre el tipo de persona que podría estar en riesgo de adquirir el VIH influyeron en la decisión de los médicos de ofrecer o no a una persona la prueba del VIH. Las personas consideradas en riesgo fueron los hombres gais, bisexuales y otros hombres que practican sexo con hombres (HSH) y los usuarios de drogas inyectables (UDI), mientras que en general se consideró que las personas mayores estaban expuestas a un menor riesgo. Podría pensarse que este colectivo es asexual y que las personas mayores que sí estaban infectadas lo habían adquirido y se les había diagnosticado varios años antes.

Los médicos entrevistados, a pesar de no trabajar en departamentos donde se recomienda la prueba rutinaria del VIH, podría esperarse que la ofrecieran cuando un paciente tuviera síntomas o una enfermedad que podría estar potencialmente relacionada con el VIH (una enfermedad indicadora). Sin embargo, solamente tendían a considerar el VIH en casos excepcionales como, por ejemplo, cuando las personas no respondían al tratamiento o tenían síntomas recurrentes. Asimismo, los pacientes más jóvenes eran más propensos a ser percibidos como que tenían un caso excepcional, mientras que se esperaba que las personas mayores estuvieran enfermas o tuvieran comorbilidades que complicarían su tratamiento.

Los participantes comunicaron que se sintieron incómodos al hablar sobre la prueba del VIH, especialmente con pacientes mayores. Muchos sintieron que sus pacientes se ofenderían y se sentirían juzgados en el caso de ofrecerles la prueba del VIH. Los entrevistados consideraron que hablar sobre la prueba del VIH era más difícil si no se percibía como directamente relevante para la visita médica o si el médico era mucho más joven que el paciente.

Durante las entrevistas, los médicos nombraron una serie de sugerencias que podrían motivarles a realizar la prueba de manera más apropiada. Entre ellas se incluyeron recibir educación sobre cómo hablar de la prueba del VIH con los pacientes o listas más breves de condiciones indicadoras adaptadas a su área de especialización, entre otras.

El segundo estudio contó con 20 participantes de edades comprendidas entre los 52 y 80 años que habían sido diagnosticados de infección por el VIH en los últimos tres años. Todos ellos habían sido diagnosticados de forma tardía con recuentos de linfocitos T CD4 inferiores a 350 células/mm3. Siete de ellos eran hombres gais, bisexuales y otros HSH, otros siete hombres heterosexuales y las seis restantes eran mujeres. Con relación al origen étnico, 16 eran blancos y 4 negros.

Las primeras campañas frente el VIH y el sida forjaron las creencias y comportamientos de estas personas. Muchos de los hombres y mujeres heterosexuales no habían tenido más información que ésta en relación con el VIH, tenían ideas erróneas sobre la infección y no sabían dónde podían realizarse la prueba. A menudo los entrevistados atribuían sus síntomas a otra cosa y no consideraban el VIH como una posible causa.

Todos los encuestados creían que las personas mayores estaban en menor riesgo de contraer el VIH y que un diagnóstico de VIH en la tercera edad era estigmatizante. Las mujeres, en particular, temían el aislamiento social y el VIH se percibía a menudo como una “enfermedad gay”.

Pese a que los encuestados no habían priorizado su salud sexual refirieron que habrían aceptado una prueba de VIH si se la hubiera ofrecido un médico que no los juzgara. Muchos de los participantes comentaron que la atención primaria era un lugar apropiado para la realización de las pruebas, aunque muchos hombres gais, bisexuales y otros HSH también veían positivamente que se realizaran en los servicios de salud sexual. Finalmente, añadir la prueba del VIH en los análisis de sangre de rutina se consideró de utilidad.

Estos dos estudios ponen de manifiesto que el estigma y la falta de conocimiento sobre dónde hacerse la prueba son barreras para que las personas mayores puedan someterse al cribado del VIH. Los mismos investigadores recomiendan que los servicios de salud sexual actuales se adapten para satisfacer mejor las necesidades de las personas mayores.

Fuente: Aidsmap/Elaboración propia (gTt-VIH)
Referencia: Youssef E et al. Clinician-related factors associated with offering HIV tests to people aged 50+: a qualitative study. Fourth Joint Conference of the British HIV Association (BHIVA) with the British Association for Sexual Health and HIV (BASHH), Edinburgh, April 2018, abstract O27.

Youssef E et al. Factors associated with testing for HIV in people age 50+: a qualitative study. Fourth Joint Conference of the British HIV Association (BHIVA) with the British Association for Sexual Health and HIV (BASHH), Edinburgh, April 2018, abstract P342.

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