a debate (a favor)
El último informe de vigilancia epidemiológica del SIDA en España, de 30 de junio de 2005, indicaba que la proporción de casos de SIDA en personas que desconocían su infección por VIH había alcanzado el 37,2%. En el caso de las personas que contrajeron la infección por relaciones sexuales no protegidas, la proporción ascendió hasta casi el 60%.
Es evidente que en una parte importante de estos casos el diagnóstico de SIDA podría haber evitado, o al menos retrasado, de haberse conocido a tiempo la infección. Disponemos en la actualidad de tratamientos suficientemente eficaces para evitar o retardar el progreso del SIDA, pero para que nos sirvan, tenemos que saber antes si estamos o no infectados. En este sentido hay un concepto que empieza a sernos cada vez más útil a las organizaciones que trabajamos en sensibilización para favorecer el diagnóstico precoz y que supera la tradicional “división” entre seropositiv@s y seronegativ@s. Muchos y muchas podemos ser, y además lo somos en un porcentaje considerable, serodesconocid@s. Lo somos desde el momento en que, habiendo tenido prácticas con riesgo considerable para la transmisión (uso compartido de material de inyección, penetración anal o vaginal sin preservativo, y en bastante menor medida, sexo oral con presencia de semen, flujo vaginal o sangre menstrual) nunca nos hemos realizado la prueba del VIH. O cuando, tras un resultado negativo, hemos tenido nuevas prácticas de riesgo.
La oferta de la prueba del VIH tendría que cumplir una serie de requisitos mínimos: debe ser siempre voluntaria; idealmente debería ser accesible, gratuita, anónima, confidencial y en el mejor de los casos posibles, ir acompañada de asesoramiento, preferentemente antes y después de la prueba, tanto para la comunicación no traumática de un resultado positivo, como para realizar un trabajo de prevención, independientemente del resultado.
Nuestra práctica en el trato con usuari@s muestra que esto no siempre es así: resultados de laboratorios privados entregados en sobre cerrado, determinadas exigencias laborales al realizarse la prueba del VIH, ciudades grandes donde es imposible encontrar un centro donde poder hacerse la prueba de manera anónima (porque la confidencialidad al menos hay que suponerla cuando se realiza en atención primaria) y gratuita, centros donde el “asesoramiento” se limita a una entrevista-cuestionario previo a la extracción…
De acuerdo al estudio “Cuidate.info”, que lideró Stop SIDA en 2004 y en el que participaron COGAM y Col·lectiu Lambda, menos de una tercera parte de las personas que se hacen la prueba reciben consejo asistido antes y después de la misma. Este estudio, además de medir el impacto de la campaña “Cuídate”, intenta evaluar los conocimientos sobre sexo y VIH de los hombres que tienen sexo con hombres. Los resultados preliminares muestran que la proporción de los participantes que recibieron asesoramiento antes y después fue significativamente mayor entre los que acudieron a realizársela a una asociación anti-SIDA u homosexual o un centro de ITS que entre los que lo hicieron en su médico de atención primaria, hospitales o laboratorios privados.
La cuestión es que prácticamente fuera de Cataluña no hay organizaciones que realicen la prueba del VIH. Como mucho, algunas llegan a acuerdos con laboratorios para que miembros de la asociación, convenientemente formados, sean quienes entreguen y comenten los resultados a l@s usuari@s. Más aún, en algunas ciudades grandes es difícil encontrar incluso un centro sanitario, especializado en ITS donde hacerse la prueba, y en otras, el número de centros es tan claramente insuficiente en proporción con la población que es frecuente que el personal se encuentre desbordado. La falta de infraestructuras debería tenerse en cuenta por parte de las autoridades sanitarias competentes cuando hablan de promocionar la prueba del VIH.
Por otro lado, también es importante que empecemos a hablar desde ya en las asociaciones de las formas de diversificar y acelerar la oferta de la prueba del VIH que con toda seguridad va a ir apareciendo en los próximos años. Sin olvidar lo positivo que será que el acceso a la prueba sea más fácil y contemple varias posibilidades, debemos vigilar por que se mantengan unos mínimos criterios respecto a aspectos como el asesoramiento y comunicación de resultados.
Hacerse la prueba del VIH es sólo una decisión personal aunque a veces pueda tomarse al estar bajo presión. Si es el caso, conviene no olvidar que ninguna empresa puede exigir una detección del VIH previa a la contratación. En los reconocimientos médicos a trabajadores tampoco puede pedirse esta prueba. El incumplimiento, de acuerdo con UGT, es denunciable. Luchar contra otro tipo de presiones más “emocionales” del entorno inmediato puede no ser tan fácil…
Una vez tomada la decisión, las posibles ventajas de conocer el resultado pueden servirnos como refuerzo. En caso de que sea negativo, la posibilidad de poder reducir riesgos en el futuro, poder tomar decisiones respecto al uso del preservativo con la pareja estable y la tranquilidad. Un resultado negativo es una oportunidad para reflexionar sobre los riesgos que se están corriendo a la hora de practicar sexo no seguro. En el caso de que el resultado sea positivo, siempre es mejor conocerlo cuando se goza de una buena salud, para evitar, por medio de la observación médica y, si fuera necesario, los fármacos antirretrovirales, el deterioro del sistema inmunológico y todas las complicaciones que dicha situación puede conllevar. Permitirá, además, tomar decisiones respecto a la salud, respecto a dietas, consumo de drogas, tabaco, deporte, sexo seguro, etc. El miedo a un resultado positivo y sus consecuencias en la vida cotidiana es perfectamente comprensible. La pregunta es si prefiero saberlo en este momento o pasar a formar parte de la escalofriante estadística, comentada al principio, de personas que reciben un diagnóstico de SIDA al tiempo que descubren su infección por VIH.
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