a debate (en contra)
Desde hace un tiempo, algunas ONG de VIH/SIDA celebran ‘El Día de la Prueba', una jornada dedicada a promocionar la prueba de detección del VIH/SIDA. La iniciativa cuenta con defensores y detractores. Para que conozcáis los principales argumentos en contra y a favor de este día A debate os ofrece las opiniones contrastadas de dos activistas españoles.
¿A-prueba el día de la prueba?
Este último 20 de octubre, ha tenido lugar el “Día de la prueba del VIH/SIDA”, promovida por diferentes asociaciones (de Barcelona y Madrid) y el Departament de Salut de la Generalitat de Catalunya. Este evento ha contado, además, con el apoyo del Plan Nacional sobre el SIDA y otras entidades como el Consejo de Farmacéuticos de Cataluña y la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria.
¿Es necesario datar en el calendario “un día de la prueba del VIH/SIDA”? Curiosamente el 20 de octubre está muy cercano al “día para la sensibilización del cáncer de mama” en el que se propone a las mujeres concienciarnos de la importancia de hacernos periódicamente mamografías. ¿Es lo mismo la prueba del VIH/SIDA y una mamografía? Veamos, si vamos al/la ginecólog@ y tenemos una cierta edad, muy posiblemente sea el personal sanitario quien nos haya hecho ya la sugerencia. ¿Pasa lo mismo con el VIH/SIDA? ¿Se aborda, se habla en la consulta médica, de temas y asuntos tales como sexo, sexualidad, drogas… que permitan valorar posibles situaciones de riesgo frente al VIH/SIDA y, por tanto, recomendar la prueba? Parece que no, ya sea por las razones estructurales de la sanidad pública o porque el personal sanitario no está preparado para abordar ciertos temas. La no percepción de riesgo está arraigada también en el personal sanitario. Esta campaña sería eficaz si al tiempo se dieran herramientas para el abordaje del VIH al colectivo sanitario, especialmente al de atención primaria.
En todo caso, ¿es necesario este “día” cuando ya existe el “1 de diciembre” que engloba, desde una visión más integradora, respuestas comunitarias frente a la epidemia? ¿No sería más eficaz reforzar esta fecha?
Por otro lado, una campaña dirigida a valorar la importancia de hacerse la prueba, ¿puede mejorar la calidad de vida de las personas? La detección precoz puede facilitar el acceso al tratamiento clínico disponible (seguimiento médico, tratamiento farmacológico…) que supone, en muchos casos, frenar la progresión de la infección, en otras palabras, aumentar la esperanza de vida. Sin embargo, no podemos equiparar mayor esperanza de vida con calidad de vida. En esta última, además de los aspectos clínicos, han de tenerse en cuenta aspectos psicosociales. El estigma sigue aquí y es un factor que disminuye muy negativamente la calidad de vida de las personas afectadas por el VIH. El VIH/SIDA no ha dejado de ser una enfermedad que descalifica moralmente, como ya apuntó Susan Sontag.
Saberse VIH positiv@: culpa, estigmatiza…; hacerse las pruebas: señala, descalifica… De ahí el miedo, el sentimiento de amenaza ante las consecuencias, no sólo de la enfermedad física, sino de la enfermedad en lo social. La calidad de vida, por tanto, conllevaría trabajar sobre el estigma que genera desigualdad social y que, a su vez, se ve reforzado por ella y que hace que algunos grupos sean infravalorados y avergonzados.
Para mejorar la calidad de vida es imprescindible poner todos los esfuerzos necesarios para erradicar el estigma asociado a esta infección, así como realizar los cambios oportunos para hacer de esta sociedad una comunidad más justa.
Por último, ¿dónde parece poner el acento la campaña? Un dato epidemiológico sobresale por encima de todos y parece justificarla: el 25% de las personas infectadas no sabe que lo están o alrededor de 30.000 personas se podrían beneficiar de un tratamiento médico que mejorará su calidad de vida si son diagnosticadas precozmente.
Aun siendo importante la detección precoz, este dato también puede señalar como vector de la infección a aquellas personas que no saben su diagnóstico y siguen manteniendo prácticas de riesgo. Es decir, parece localizar la transmisión en las personas infectadas que desconocen su estado serológico positivo al VIH.
Esto no es nuevo. Si antes, y probablemente todavía, se focalizaba en los “grupos de riesgo” la responsabilidad de la expansión de la epidemia, en la actualidad, el acento se pone sobre las personas que, “a pesar de los pesares”, siguen sin hacerse las pruebas para conocer su estado serológico. Es más de lo mismo, ahora la culpa de la transmisión se relaciona con la “ignorancia irresponsable”; en definitiva, la responsabilidad vuelve a recaer en el/la otr@, en lo ajeno… Pero esta idea, lejos de protegernos, nos pone en situación de riesgo al no tener en cuenta que cada un@ de nosotr@s podemos adoptar medidas preventivas para disminuir riesgos frente a la infección, que no es lo mismo que frente a las personas infectadas, lo sepan o no.
Poner en “el/la otr@” la responsabilidad nos limita la prevención. Como dice una campaña francesa “hablar nos protege”. Hablemos, pues, en la consulta del/la médic@, hablemos con nuestra/s pareja/s y, si es necesario, hagámonos las pruebas del VIH y después, hablemos.
El VIH pone de manifiesto que tenemos una responsabilidad individual con respecto a nuestra salud, que tiene que ver con las decisiones, en la medida que podemos decidir sobre cómo queremos vivir nuestra vida y los riesgos que estamos dispuest@s a asumir. Pero, sobre todo, una responsabilidad comunitaria en tanto que es necesario dar respuesta frente al estigma asociado al VIH/SIDA. Sin romper este estigma será difícil poder tomar el control sobre nuestras vidas. Ésa es nuestra prueba, nuestro reto.
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