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  1. Lo+Positivo 32, otoño 2005
  2. Cuidarse

¿Sueños imposibles?

nutrición

Homenaje a María Teresa, una mujer con extraordinaria sabiduría y paciencia, de sonrisa amplia y de gran corazón. Gracias por hacer posibles mis sueños.

 

Cuantas veces he soñado con ver mis formas corporales como era yo, antes de empezar con algunos tratamientos que fueron deformando mi cuerpo de una manera brusca y rápi­da, una gran panza, giba de búfalo, gran cantidad de grasa en la espalda y sobre todo una cara redonda como una hoga­za de pan, o como se dice por el Ampurdán, de pan de payés. La imagen que me hacía recordar mi cuerpo era un anuncio de una marca de aceitunas, en el que salía una aceituna caminando pinchada sobre dos palillos: éstos me recordaban a mis piernas y la aceituna era mi cuerpo.

Otro problema era al salir de la ducha y encontrarme con el espejo del baño: ¡qué horror!, decían mis entrañas. A veces se me saltaban las lágrimas al ver ese cuerpo tan deforme, otras veces volvía a soñar y veía mi cuerpo con sus curvas y mi cara fina y moldeada, pero cuando abría bien los ojos era una mujer LIPODISTRÓFICA. No me gustaba nada verme de esta manera: por este motivo, dejé de mirarme en el espejo y sólo lo hacía cuando no tenía más remedio.

Fue pasando el tiempo y poco a poco fui aceptando con sus altibajos mi nuevo cuer­po, mi nueva cara y de esta manera iba transcurriendo el tiempo, y la lipodistrofia fue una parte más de mí, aunque seguía soñando cómo podía ser más o menos la de antes, contando con la edad, que también va haciendo sus juegos del tiem­po con nosotr@s, en los cuales yo sí que participo de una manera abierta.

Siempre pensaba que habría alguna manera de quitarse esta grasa que no era mía. Se empezaba a hablar de liposucciones, me lo empecé a plantear, pero no me hacía mucha gracia lo de meterme en un quirófano. Pero si no había otro remedio, estaba pensando en pedir un préstamo para quitarme la giba ya que empezaba a ser dolorosa: esta­ba dándole vueltas a esa posibilidad. Dicen que los pensa­mientos mueven montañas, pues yo creo que es así. De repente me llama un amigo que había ido a una dietista que le había propuesto una dieta para quitarle el sobrante de grasa, y me esperé unos meses para ir a su consulta. Decidí tener una entrevista con ella, después de que me dieran los resultados de unas pruebas que me estaban haciendo debido a una bajada bastante importante de plaquetas, no siendo portadora del virus de hepatitis C ni B.

Sucedió de esta manera: Cuando aceptas una cosa que tiene que ver con tu esta­do de salud, medicamentos etc., y piensas que te van a dar un tiempo de descanso para poder disfrutar de tu nueva situa­ción, vas un día a la consulta de tu médic@ y te empieza a decir que en las analíticas hay algo que no está muy bien, le pregunto ¿qué es? y responde que las plaquetas están bajas; las dos nos preguntamos cuál debe ser el origen y aquí empie­za un periplo de pruebas en hematología y por fin llegan a la conclusión de que tengo el hígado afectado debido a una oclusión de la vena porta (la vena que transporta la sangre al hígado). Me vuelven a hacer analíticas para ver si es produci­do por hepatitis C o B y sale negativo; yo pregunto de nuevo ¿por qué?; me dicen que es debido a la grasa que también se instala dentro de nuestro organismo.

Me decidí a llamar. El día que fui, me abrió la puerta de su consulta una mujer con una sonrisa enorme cuya mirada ins­piraba confianza; me pareció ver a mi hada madrina. Estuvimos hablando de mi salud, de cómo me encontraba emocionalmente, me pidió los infor­mes médicos que tuvieran analíticas y ella me hizo varios exámenes para ver cómo estaba mi organismo por dentro y por fuera. Después de todo esto me propuso una dieta y me preguntó si me veía capaz de hacerla. Yo le dije que sí, ya que quería mejorar mi estado de salud interno y mi estado físico. Me pidió que le llevara orina y heces para hacer unas analíticas y ver las carencias que tenía mi organis­mo y hacer una dieta personalizada y quedamos para vernos otro día y que ella

me propondría la dieta: ¡y así fue!

Nos volvimos a ver al cabo de veinte días. Me propuso una dieta DESINTOXICANTE del organismo de una duración de tres meses. Cuando iba leyendo junto con ella lo que proponía pensé: «¡Qué duro! Hay que tener fuerza de voluntad, querer hacerla, porque en estos tres meses no puedes comer otra cosa que lo que te indica la dieta, no hay ni Navidad ni San Esteban…». A mí me gustan los retos y me lancé de cabeza a la piscina.

En esta dieta lo importante es que cada dos horas y media o tres como máximo hagas una comida de fruta o lo que se te prescriba de forma individual. Los resultados se van notando día a día, y sorprende ver cómo tu cuerpo va perdiendo volumen.

En la próxima entrega os explicare cómo la selección de ciertos alimentos me llegó a deshinchar la cara, la espalda y la panza, debido a que todo esto se producía por una gran retención de líquidos, y cómo poco a poco he ido recuperan­do fuerza vital. Los conocimientos de Mª Teresa me han servi­do no sólo para recuperar mi cuerpo sino también para recu­perar mi salud.

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