A principios de 2000, la Dirección General de Prisiones empezó a introducir en los centros penitenciarios el concepto de educación entre pares, una forma de intervenir entre iguales, que parecía abocada al fracaso en el medio penitenciario por el afán de la institución por preservar los férreos objetivos de guardia y custodia. Pese a ello, y gracias al interés de much@s funcionari@s implicad@s que creyeron en el proyecto, se puso en marcha un programa de educación para la salud cuyo objetivo era que l@s propi@s funcionari@s, o trabajadores externos, del centro penitenciario capacitasen a un grupo de intern@s para que est@s actuasen como agentes de salud entre sus iguales. A continuación os ofrecemos la experiencia de Alejandro Sejo, uno de los primeros agentes de salud del Centro Penitenciario Monterroso, y de Julia Bayés, la médica de Monterroso, que se encargó de capacitar a Alejandro como agente de salud.
Alejandro
Soy Alejandro Sejo Pastor, ex toxicómano y seropositivo desde el año 97. He estado en prisión 8 años, y llevo involucrado en el programa de educación para la salud unos cinco años, con una buena parte de mis energías puestas en ello. He comprobado que la mejor manera de decirle a una persona que se está haciendo daño, o cómo puede minimizar esos daños, es que se lo diga a alguien que ha pasado por la misma experiencia. La educación para la salud entre iguales ha sido un logro en la prisión. Y a pesar de que yo ya no estoy en prisión, porque ya he cumplido mi condena, estoy tan involucrado en esto y creo tanto en ello que me siento responsable de lo que se ha hecho y de lo que queda por venir. Y como, desgraciadamente, y hay que decirlo, el nivel cultural en prisión no es el que sería deseable (no quiero decir con esto que yo sea una persona culta, que no lo soy, ya que mis estudios se limitan al bachiller superior) tengo cierto peso y mis compañeros me han prestado cierta atención. Las cosas que decía solían tener consecuencias positivas. Aunque también hubo choques, como en todo...
La prisión es un microcosmos condensado de la sociedad. Yo he visto personas por las que nadie daba nada, por ejemplo yo mismo, que estaba con cero CD4 y con millones de copias de carga viral. Ahora estoy indetectable desde hace cinco años, y sigo el tratamiento correctamente. Incluso personas que estaban mucho peor que yo ahora están mejor, personas de las que no se esperaba ni que pudieran sobrevivir.
Me ocupo de la revista Ave Fénix, una revista que se realiza desde Monterroso, y en la que tratamos todo tipo de temas, con bastante libertad. Es cierto que yo me encargo de que la cosa tenga cierta presencia, que las relaciones sean más o menos correctas, siempre respetando el espíritu de cada una de las personas involucradas. Para participar en la revista se debe seguir previamente un programa de educación para la salud, que consiste en primeros auxilios, en reducción de riesgos, etc. Son unos programas bastante completos de dos o tres meses de duración.
Tras recibir el curso de formación, a principios de 2000, se produjo un fenómeno bastante curioso. Empezaron a surgir iniciativas de los propios agentes de salud de la prisión. La gente quería más, quería tener una capacidad de convocatoria, quería decir que la cárcel se puede cambiar. La idea era que como que teníamos que estar obligatoriamente en prisión, íbamos a aprovechar de algún modo el tiempo para mejorar nuestra salud, mejorar culturalmente, familiarmente, en nuestras relaciones con los demás.
La revista Ave Fénix surge en este contexto. Es una publicación cuatrimestral y de tema monográfico. Se reparte por los módulos a gente que tiene un cierto interés por leerla y estas mismas personas hacen que circule. Junto con la entrega de la revista, se hace un acto de presentación. Se solía hacer los domingos por ser el día en que se celebraban los talleres. Durante el acto, se realizaban certámenes de poesía, conciertos de rock, teatro... y al final se repartía la revista.
Con estas actividades se creaban unos vínculos entre todos los presos. Cada vez que había un acto de cualquier tipo programado por el centro tenía cierta asistencia o aforo. Pero cuando se hacia el de la revista Ave Fénix iba todo el mundo. Independientemente de la actividad que se hiciera, los agentes de salud explicaban cuál había sido su experiencia a la hora de hacer la revista. Todos hablaban.
Una de las cosas más evidentes en todo este proceso fue el atrevimiento de esos agentes de salud, lo cual iba contracorriente. Se trataba de ser 'niño bueno' en prisión, cuando lo que se llevaba era ser 'niño malo'. De repente, aconsejábamos a nuestros compañeros: «Has de cuidarte, chútate bien, y si no, mejor fuma en plata, y si no, deja la plata; usa preservativo...». Para dar este tipo de información, tenía uno que subir al escenario y hablar a 800 presos con los que había compartido muchas cosas. Y decirlo todo con fe, aunque hubiera personas que te hubieran visto en situaciones diametralmente opuestas a lo que estabas diciendo. Todo esto hacía que la gente se planteara qué podía hacer para participar, ayudar o colaborar. Todo el mundo quería involucrarse. En un tiempo bastante breve, de ser algo desprestigiado, ser agente de salud pasó a ser algo respetable: la persona a la que hay que escuchar porque sabe lo que dice.
Los temas de la revista son, como decía, monográficos, aunque a veces se recurre a temas de los que ya se han hablado. De lo que hemos ido haciendo seleccionamos lo que nos ha parecido más eficaz y prioritario, y lo volvemos abordar. Cuando tratamos el tema de los programas de intercambio de jeringuillas, por ejemplo, lo hacíamos reivindicativamente y de forma seria, dando argumentos, poniendo ejemplos. Convencerlos hasta el punto en que llegó a instaurarse el programa de intercambio de jeringuillas costó mucho.
Otro tema que tratamos es el de la sexualidad dentro de prisión. Respecto a abordar el tema de las relaciones sexuales entre hombres dentro de prisión y qué información había que dar, fue una cuestión muy peliaguda por ser éste un tema tabú. Se tenía que educar desde muy abajo y tocar ciertos temas que hasta ese momento ni se hablaban. Ahora en este sentido hemos avanzado bastante. Hoy día hay transexuales entre los agentes de salud, lo cual es un gran logro.
Los agentes de salud detectamos en seguida si algún compañero tiene un problema e intervenimos. La convivencia es tan intensa dentro de prisión que cuando se mueve un vaso sabes quién lo ha movido y por qué. Los módulos son pequeños, de unas 24 personas, por lo que todo se conoce, todo se sabe. Si alguien tiene un problema, lo detectan antes las personas que están conviviendo con él, que los servicios médicos. Muchas veces han tenido que ser los agentes de salud los que han dado la alarma, los que se han tenido que 'chivar'.
Subir a la tribuna supone el enfrentamiento con mucha gente. Yo la primera vez que subí, delante de 400 personas y sabiendo que muchas de las que tienes delante son las que están moviendo la heroína, al señalarlos con el dedo, yo sabía que me estaba jugando el tipo. Salí muerto de miedo. No bastaba con agitar para que los compañeros se dieran cuenta de que algo estaba pasando, había que agitar para que muchos de ellos abriesen los ojos y se diesen cuenta de quién tenían delante, de que ese señor no les estaba aliviando la estancia, sino que les estaba jorobando la condena.
Otra de las actividades que crearon los agentes de salud fue el teatro sanitario, que consistía en representar una obra de teatro escrita por ellos mismos y con temas que tenían un mensaje positivo para el recluso que la veía.
El papel y la figura del agente de salud son fundamentales para transmitir mensajes sanitarios a tus iguales. Muchos reclusos antes de llegar a prisión han pasado por cantidad de procesos y están muy cansados. De repente, se encuentran en prisión, donde están con otros colegas que han pasado por las mismas experiencias. Yo no puedo aconsejarles que no se chuten, si yo continúo haciéndolo. Yo tengo que ser un ejemplo para ellos. Me tienen que ver guapo, afeitado, maqueado; al otro, lo que le genera no es envidia, sino ese mimetismo, ese modelo que quiere llegar a ser. Y esto se puede lograr cuando se trabaja de tú a tú, entre pares. Y es ahí donde tenemos nuestro papel los agentes de salud. Y ya no sólo por lo que respecta al aspecto externo, también los consejos y orientaciones sanitarios deben ser los correctos. Por ejemplo, una vez en la cafetería se hablaba de un tema que corría por prisión, que con carga viral indetectable se podía prescindir del preservativo porque no había riesgo de transmisión. Esto nos hizo saltar la alarma y tuvimos que hablar con estas personas para explicarles que esto no era así; y nos hizo reflexionar también sobre qué información corre por prisión, a qué tipo de personas le das esta información y a quiénes no. Esta información no puede estar al alcance de todo el mundo.
Ahora que estoy fuera de prisión y ya he cumplido condena, los retos son otros. En primer lugar, la revista por cuestiones técnicas la tengo que seguir haciendo yo, desde mi casa. En cuanto a los contenidos, también tengo que seguir yo gestionándolos, porque los agentes de salud han ido rotando. Mi intención realmente es continuar vinculado a todo esto porque aunque en la calle podría continuar trabajando de esto, no es lo mismo. No me gusta tanto.
El material para la revista me lo enviarán los agentes de salud. No puedo entrar a prisión por tener antecedentes, sólo hace un mes que salí de prisión. Los antecedentes penales no me permiten entrar en prisión antes de que pase un periodo de cinco años. ¡Ojalá pudiera yo seguir trabajando desde dentro! Lo que yo daría por una cosa así. Y, por supuesto, sin obtener ningún tipo de beneficio.
Mi función va a seguir siendo, dentro de lo que se está haciendo, la misma. En la medida de lo posible, mi esfuerzo se va a centrar en la revista y en las nuevas obras de teatro que ya se están escribiendo.
Julia
Soy Julia Bayés Martínez, médica del Centro Penitenciario Monterroso de Lugo. Soy médica de prisión desde 1992. Desde 1993, me he dedicado a la educación para la salud. De 1993 a 2000 hubo un programa que consistía en dar charlas semanales en la escuela de la prisión y era de asistencia obligatoria para los internos. La eficacia era muy escasa. Más tarde desde la Dirección General de Prisiones fue cuando se empezó en algunas prisiones, en pequeños grupos, a hablar de educación entre iguales. Se escogió a Monterroso como centro pionero en educación entre iguales. Fuimos a Madrid a hacer un curso de formación. Para mí era un método totalmente novedoso; no tenía nada que ver con estar en una mesa hablando delante de unas sesenta personas que están obligadas a asistir y que pueden o no estar atentas; se trataba de estar en torno a una mesa en donde tod@s eran iguales, no hay cabecera, tod@s aportan y discuten por igual. Hasta la metodología era diferente. Desde ese momento creí firmemente en ello.
Una vez terminado nuestro curso, teníamos que formar a los agentes de salud en nuestro centro penitenciario. Los pioneros siguen estando aquí, como por ejemplo Alejandro.
Cuando acaban el curso, los agentes de salud vuelven a los módulos de las prisiones. Pero en Monterroso pasó algo que no sucedió en las otras. Los agentes de salud querían seguir haciendo más cosas. Y propusieron otras actividades: la revista, es un ejemplo. Querían hacer cosas concretas y determinadas. Y una de ellas fue esta revista, Ave Fénix. Su nombre es muy simbólico. Otra actividad propuesta por ellos fue el teatro sanitario.
Hacer estas actividades entres iguales no ha sido nada fácil. Daros cuenta de que una cosa tan sencilla como puede ser el trato de tú a tú en la calle, en prisión no lo es tanto, ya que la gente está en módulos diferentes. Hubo muchísimo trabajo para poner todo esto en marcha: las dificultades para poder establecer una comunicación entre las personas fue un gran impedimento.
Al principio la prisión se mostraba reticente, pero teníamos el apoyo desde Madrid, desde la Dirección General de Sanidad. Esto era importante, era lo que nos salvaba. Entre l@s funciona-ri@s, costó muchos años creer en el proyecto. Ahora se habla con normalidad de l@s agentes de salud, pero antes era una palabra que se veía hasta fea. Causaba risa decir que eras agente de salud.
La lucha con la dirección de la prisión fue titánica, no teníamos ningún apoyo. De hecho, el curso de mediadores lo hicimos maestros, funcionarios, trabajadores sociales, distintas personas, vinculados más al equipo sanitario
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