Los microbicidas son sustancias que se están investigando para prevenir la transmisión del VIH y/o otros agentes infecciosos durante un contacto sexual. Se aplicarían en la vagina o el recto y, a la diferencia de las vacunas cuyo objetivo es entrenar al sistema inmunitario para reconocer el VIH y despertar respuestas inmunitarias que impidan la infección, los microbicidas funcionarían directamente en el virus o las células del organismo para impedir la entrada del VIH o su replicación en las mismas.
La mayoría de los candidatos que se están probando actualmente se presentan en forma de geles o cremas para ser administrados con aplicador, pero se está evaluando el uso de otros métodos de administración del producto tales como los anillos vaginales de liberación prolongada, esponjas, supositorios, cápsulas, o diafragmas. Estos últimos serían particularmente útiles porque no sería necesario repetir la aplicación de forma diaria como seguramente sería el caso con un gel o una crema.
En algunos casos se evalúa incluir otros agentes, por ejemplo para prevenir otras infecciones de transmisión sexual u hormonas contraceptivas para controlar los embarazos. En el caso del anillo por ejemplo, se está desarrollando un sistema de compartimentos que permita tener un producto con estas distintas funciones.
En realidad la búsqueda de microbicidas ha avanzado con una rapidez que no se esperaba y ya son cuatro los productos que se están probando en miles de personas en varios países de África para determinar si son capaces de prevenir la infección por el VIH. Son los candidatos de primera generación y se basan en diversos mecanismos de acción: algunos formarían una barrera para impedir el paso del VIH en las células imitando las estrategias naturales de protección de la vagina (acidificantes como BufferGelTM); otros intervendrían en el proceso de replicación del virus una vez entrado en el organismo para que éste no pueda penetrar en las células y multiplicarse (inhibidores de la entrada como Pro2000 o Carraguard®); y otros lo destruirían antes de que entrara en contacto con éstas (surfactantes como SavvyTM).
Los candidatos de las siguientes generaciones se basan en mecanismos aún más sofisticados que implican el uso de proteínas, moléculas, fármacos antirretrovirales con varios métodos de acción, quimiocinas, o incluso bacterias, para incidir en el virus o en las células del organismo e impedir que el virus replique tras su entrada en las mismas.
Pero para que un microbicida consiga verdaderamente tener un impacto sobre la expansión de la pandemia de SIDA es imprescindible que cumpla tres características: seguridad (que el producto no dañe a la persona que lo usará), efectividad (que sea capaz de evitar la transmisión de la infección por VIH), y accesibilidad (que llegue a todas las personas que lo necesitan en el mundo, estén donde estén).
Posiblemente el aspecto más debatido sea el de la efectividad, pues se prevé que los productos de primera generación muestren una efectividad de un 60% solamente. No obstante según un modelo matemático desarrollado por investigadores británicos la introducción de microbicidas con una eficacia del 60% frente a la transmisión del VIH en 73 países con bajos ingresos podría prevenir 2,5 millones de infecciones en 3 años. Esto tendría un impacto considerable y permitiría contener de forma significativa la expansión de la infección por VIH, sobre todo en los contextos más afectados.
Por otra parte, y sobre todo en los países menos afectados, existen preocupaciones sobre la posible migración del preservativo con la introducción de los microbicidas, es decir el desuso de este método de prevención donde generalmente se utilizaba. No obstante, según otro modelo matemático un método con una eficacia del 90% usado el 20% del tiempo previene menos infecciones que otro con una eficacia del 70% usado el 30% de las veces o que otro con una eficacia del 50% usado el 40% de las veces. Esto sin embargo no elimina la necesidad que se planteen debates en nuestras sociedades sobre el paradigma de prevención actual basado en el riesgo cero.
Fuente: Partenariado Internacional por los Microbicidas (IPM).