A pesar de su sobrenombre, Timothy nació en Seattle, EE UU, aunque se trasladó a vivir a Berlín en 1991. En esa ciudad alemana recibió, cuatro años más tarde, el diagnóstico de VIH. Posteriormente, en 2006, fue diagnosticado también de una variante de leucemia que le obligó a someterse a una serie de dolorosos y peligrosos tratamientos con quimioterapia, que consiguieron mantener a raya al cáncer al principio.
Sin embargo, la leucemia reapareció y el médico que lo trataba (el doctor Gero Huetter, un hematólogo de la Universidad de Medicina de Berlín) recomendó que se realizara un trasplante de células madre. Este médico mantenía la teoría de que, si se reemplazasen las células inmunitarias de una persona por otras a las que el VIH no pudiera infectar, podría erradicarse el virus del organismo.
De entre los más de 100 candidatos compatibles, se seleccionó un donante que presentaba una característica genética que hacía que sus células CD4 carecieran de un receptor denominado CCR5, necesario para que el VIH pueda entrar en dichas células e infectarlas.
Esto no suponía ningún riesgo adicional para Timothy. En realidad, en aquel momento, sus posibilidades eran bastante reducidas: el tratamiento podría matarlo, pero sin él tampoco sobreviviría. Por otro lado, si Huetter estaba en lo cierto, Timothy podría librarse de las dos dolencias al mismo tiempo. Según recuerda él mismo, en aquel momento le preocupaba más el cáncer que la infección por VIH.
Antes del trasplante, tuvo que someterse a una quimioterapia intensiva para eliminar su sistema inmunitario, lo que lo situó en una situación de riesgo de contraer una infección mortal.
A pesar de que superó con éxito el trasplante, 13 meses después volvió a surgir la leucemia y tuvo que someterse a una segunda intervención con las células madre seleccionadas. Desde entonces no ha vuelto a tomar ningún antirretroviral y su carga viral se mantiene indetectable.
Durante la CROI de 2008 se hizo público el caso de esta persona. Sin embargo, a pesar de que los datos eran asombrosos, apenas suscitó la atención de los medios de comunicación generalistas. Por su parte, muchos científicos aún creían que podía quedar algún reservorio con VIH capaz de emplear otro receptor (el CXCR4), que pudiera emerger y replicarse.
No fue hasta diciembre de 2010 en que la noticia de una posible curación se extendió de forma más general, cuando la revista Blood constató que Timothy había estado sin tomar fármacos antirretrovirales durante tres años y medio sin presentar ningún rastro del virus y con unos recuentos de CD4 normales.
No obstante, el propio Timothy reconoció que la percepción errónea de que ya se ha encontrado una cura podría acabar con los esfuerzos de captación de fondos para la investigación y mostró su preocupación por la ligereza con la que muchos medios de comunicación trataron su historia, algo que podría dar falsas esperanzas a las personas con VIH.
También les gustaría que todo el mundo sepa que su experiencia no es aplicable a todas las personas y que lo que ha tenido que pasar él no se lo desea ni a su peor enemigo. Las distintas intervenciones le han provocado secuelas que aún perduran, aunque está mejorando poco a poco. Timothy afirma que para él resultó realmente importante contar con un apoyo emocional y menciona especialmente la ayuda que supusieron para él su madre y su expareja.
Timothy quiere convertirse en un activista de la causa de la curación de la infección por VIH, para atraer la atención y la financiación hacia este esfuerzo que considera insuficientemente atendido.
Actualmente vive en San Francisco, donde espera iniciar una nueva vida. Desde el punto de vista sanitario, ya no tiene cáncer ni VIH, pero su cuerpo sigue necesitando atenciones médicas en su proceso de recuperación y precisa de apoyo emocional. Ha empezado a practicar ejercicio en casa para intentar recuperar fuerzas y ganar algunos quilos y espera poder retomar su trabajo como traductor o empezar a estudiar en la facultad de derecho.
Cuando se le pregunta qué se siente al estar libre de la leucemia y ser la primera persona que se cura del VIH, sonríe lentamente, casi como si no se acabara de creer su propia historia y responde: “Es realmente genial. Espero que lo que he pasado ayude a muchas personas”.
Fuente: Este artículo es una adaptación de “Patient No More”, de Regan Hofmann, publicado en la revista POZ.