La enfermedad y la muerte en el trabajo no pueden ser planteadas como un conjunto de datos técnicos, de estadísticas, de porcentajes, de índices de frecuencia o de incidencia. No quiero pertenecer a las mayorías silenciosas convertidas en analfabetos emocionales. Cuando sufres violencia, acoso, estrés, ansiedad y depresión ocasionados por un trabajo de vigilante de seguridad en el metro, estaciones de trenes, grandes superficies, centros de menores, narcosalas, entidades bancarias…, enfrentado día y noche a la presión de la empresa y a una sociedad violenta, entran en juego las emociones y los sentimientos, que obligan a elegir entre la dignidad o la indignidad.
La indignación me persigue y me induce a buscar la caja negra sobre las causas de tanta enfermedad y sufrimiento, y a hacer visible un tipo de delincuencia fría y calculada, que los ingleses llaman ‘asesinatos de corporación’. A todo ello se une la desidia de la judicatura y del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), que niega sistemáticamente toda relación entre la enfermedad que padezco y el trabajo que me la causó, obligándome a un proceso judicial que, en la actualidad, está en manos del Tribunal Supremo.
Por todo ello, YO ACUSO a quienes han convertido el trabajo en un lugar de violencia, acoso y enfermedad. Acuso a aquellos médicos de empresa, de mutuas y de la Seguridad Social que se equivocaron de cliente, que negaron toda evidencia científica y legal, rechazando los riesgos y enfermedades psicosociales derivados del trabajo. Acuso al INSS de no darme la protección médica, social y económica que me corresponde. Acuso a ciertos jueces, magistrados y fiscales de mostrarse insensibles ante los sufrimientos de los trabajadores.
Yo, Francisco, acuso de no haber enfermado por ser portador del VIH, VHB y VHC desde el año 1985, sino por las condiciones en que trabajamos los vigilantes de seguridad. Siempre he llevado una vida normal, estoy casado desde el año 1989 y tengo un hijo desde el año 1990, que va a comenzar a ir a la universidad este año. Sin embargo, sí he enfermado como consecuencia de las
condiciones de estrés, ansiedad y depresión que llevo sufriendo desde hace muchos años. Para colmo, me condenan a una incapacidad total, que dicen que es por causa del sida, lo que contradice la opinión de mi médico (del Hospital Carlos III de Madrid) y de mi psicólogo, quienes afirman que mi trabajo es el responsable de mi situación y estado de salud.
Así las cosas, no me queda más remedio que salir a la luz pública y denunciar mi situación de abandono y desidia por parte de la administración, y sacar a la luz pública mis enfermedades, las cuales, hasta ahora, eran solamente privadas, de mi entorno.
Os doy las gracias por escucharme y mostrarme vuestro apoyo.
Recibid un saludo muy afectuoso.