¿Ser hipócritas nos hace mejores?


Miguel Navarro Salamo

Tengo una amiga que, por miedo a perder la faena, verse discriminada y criticada (la reacción social a su realidad individual), ha decidido vivir en la apariencia. 

Está enferma, pero como tiene una enfermedad que socialmente no es aceptada por la mayoría como tal, porque su origen se asocia, hoy en día falsamente, a grupos con conductas sexuales o lúdicas criticadas desde perspectivas puritanas que se insertan en una forma de pensamiento popular basado en la ignorancia de la condición humana y en tabúes discriminatorios propios de épocas históricas regidas por los abusos de poder y actitudes descaradamente antidemocráticas, prefiere ser prudente y vivir su vida a escondidas de sí misma. 

No es un fallo suyo, es nuestra sociedad quien no le deja enfrentar su enfermedad desde una perspectiva profiláctica en su componente psíquica (vivir escondiendo a casi tod@s su realidad cotidiana no ayuda a un bienestar psicológico), y que entorpece la profilaxis física (debe desplazarse muchos kilómetros para no levantar sospechas en el entorno médico de su lugar de residencia). La integración social exige un precio que comporta su deterioro físico, psíquico y espiritual. 

Si mantiene el engaño, nuestra sociedad la acepta en su seno y la acoge como parte activa con derecho a voz y a voto. Y junto con la sociedad, cuando tenga que emitir un juicio contra lo marginal deberá seguir el estado convencional adoptado por ésta, al menos públicamente, para no ser excluida. Y así puede encontrarse un día dando la razón, para no discutir y levantar sospechas, a ls que discriminan a las personas que sufren sus propias penalidades. Esa contradicción no debe hacerla sentir mal, pues se la dicta el instinto de conservación, o quizá no, quizá se la dicta el espíritu gregario. 

No es instinto de supervivencia el suyo, a mi parecer, sino colaboración con una forma de pensar y de sentir la vida y a l@s demás, cargada de inconsecuencias, charlatanería y, lo que es más grave, de maledicencia y discriminación. El reo pide la soga para colgarse. 

Sin duda, es cómodo vivir entre l@s buen@s, entre la sociedad bien pensante y bien viviente, económicamente suficiente e intelectualmente corta y obtusa. Es una opción individual: a escoger entre comodidad y verdad, lo normal es que una persona débil físicamente, castigada mentalmente y perdida espiritualmente opte por la primera opción. Sin embargo es una opción que no conduce más que a la desgracia, la falsedad y la muerte anticipada. 

La inscripción del oráculo de Delfos, santuario panhelénico y centro axiomático de no pocos aspectos de nuestra cultura, dice así: ‘conócete a ti mismo’. Es algo que le quiero hacer llegar. 

En cuanto al resto, a nuestra sociedad democrática, le pregunto (trabajo del/de la filósof@): ¿ser hipócritas nos hace mejores?.