Migraciones y salud


España se levanta sorprendida de ver en sus calles otros rasgos, escuchar en las plazas otras lenguas y observar en sus barrios otras costumbres, cuando no hace tanto se acostaba llorando la marcha de l@s suy@s. Es la inmigración, el tema del que habla todo el mundo. 

Recibimos cada día más personas de origen africano –del norte y subsahariano–, de América Latina, de Europa del Este y de Asia. Proceden de la vasta mayoría a la que el reparto muy desigual de la riqueza deja sin recursos y sin expectativas, y donde además se ceban los conflictos armados y las enfermedades. 

Dicen los datos oficiales que l@s inmigrantes suponen en torno al 3% de la población de nuestro país. En 2001 fueron el 6% de los nuevos casos de SIDA. Algo no funciona cuando un colectivo está sobrerrepresentado respecto a su peso poblacional: es especialmente vulnerable tanto a contraer nuevas infecciones del VIH como a enfermar. Eso nos lleva a la necesidad de programas de prevención y de atención que tengan en cuenta la especificidad de su situación, programas que –aprendiendo de errores pasados– deben desarrollarse cuanto antes para evitar una explosión de casos en el futuro próximo. 

No es tarea fácil. Pese al discurso dominante, l@s inmigrantes no constituyen un todo homogéneo, provienen de culturas muy diversas. Esas culturas, aunque identificables, las constituyen individuos diversos entre sí. Por eso, las pocas pero valiosas experiencias en la prevención del VIH entre inmigrantes se han hecho desde dentro: con agentes de salud comunitaria que surgían de los propios grupos con (y no sobre) los que se deseaba trabajar. 

Lo mismo para la atención médica y el acceso a los tratamientos. Que una persona inmigrada con VIH –disponga o no de papeles– tenga derecho a la asistencia sanitaria no quiere decir que lo ejerza. El doble rechazo de su comunidad de origen por vivir con VIH y el de la de acogida por ser inmigrante, la dificultad de entender la maraña administrativa, la falta de formación de nuestr@s profesionales sanitari@s o el simple desconocimiento alejan a estas personas de las consultas médicas. 

Los agentes sociales, entre los que se cuentan las ONG, debemos colmar el agujero que separa estos colectivos de las prestaciones sanitarias. El trabajo en VIH con y para inmigrantes debe contar con materiales culturalmente adaptados (folletos en otros idiomas, vídeos para quien proviene de culturas primordialmente orales) y la participación activa de las propias comunidades en la planificación, realización y evaluación de programas de prevención y atención. Se trata, una vez más, de dar voz, escuchar y actuar.