Reflexiones de una tarde de verano


Ita Maragall

Era una cálida tarde de verano, allá por el mes de julio. La gente hablaba alegre, bebíamos refrescos y pillábamos alguna patata frita. Un momento de celebración, también los hay en la comunidad. Sentada en una escalera de piedra vieja, observaba unas niñas pequeñas jugando y tambaleándose en sus primeros pasos. Me llenan de alegría, las vi nacer. Sus madres son mujeres valientes y fuertes que optaron por vivir su maternidad a pesar de ser seropositivas. 

Estas mujeres tomaron decisiones responsables afrontando sus miedos e interrogantes, buscando respuestas en su entorno y con la compañía de personas afines y amigas. Así llevaron adelante su embarazo haciendo un buen seguimiento médico y acogiéndose a las medidas de prevención de la transmisión materno-infantil. Sus hijas nacieron, han crecido, juegan, sonríen, aprenden sus primeras palabras, y además son VIH negativas. 

Perdida entre sus juegos infantiles y sus pieles suaves, me vino a la cabeza un dato que había leído aquella mañana: la mitad de las nuevas infecciones por VIH se da entre la gente joven (15 a 24 años). O sea, aquellas pequeñas que en su día habían estado expuestas al VIH pero habían nacido sin virus gracias a muchas responsabilidades conscientes, las mismas... van a seguir creciendo, llegarán a ser adolescentes jóvenes con ganas de vivir, y entonces volverán a estar expuestas a la infección por VIH. Estadísticamente tendrán muchas más probabilidades de ser infectadas en esta segunda ocasión. Además la tasa de nuevas infecciones entre niñas es 5 ó 6 veces más alta que entre los niños. 

La prevención sigue siendo una asignatura superpendiente. Pero entre los países llamados del primer mundo, la prevención de la transmisión madre-hij@ ha sido un éxito, alcanzando cifras de transmisión realmente muy bajas. De este modo, la situación actual nos permite enfatizar la calidad de los servicios de forma que permitan a las mujeres: 

  • escoger si quieren saber o no su estado serológico,
  • controlar su fertilidad,
  • llevar un embarazo hasta el fin de forma segura y legal,
    tener mientras tanto acceso a los tratamientos antirretrovirales si es necesario y  
  • finalmente dar a luz a su hij@.

La gente joven, mientras está tratando de consolidar su identidad y establecer su sitio en el mundo, es particularmente vulnerable a la infección por VIH. Y, paradojas de la vida, dicen que son también l@s jóvenes quienes ofrecen la esperanza más grande para cambiar el curso de la epidemia si reciben las herramientas y el soporte necesarios para hacerlo. 

A algunos sectores del mundo adulto les cuesta admitir que la gran mayoría de jóvenes: 

  • empiezan su actividad sexual a una edad relativamente temprana, en general antes de casarse,
  • no son monógam@s,  
  • y no usan condones de forma suficientemente regular como para asegurarse una protección adecuada y eficaz. 

Además, la experimentación con drogas, incluso por vía intravenosa, acostumbra a darse durante la juventud. 

La experiencia recogida tanto de programas como de campañas de prevención nos han llevado a la firme conclusión de que «conocer y saber» no se convierten necesariamente en «hacer».

Si el futuro del curso de la epidemia depende de los esfuerzos que se construyan actualmente para prevenir la infección entre l@s jóvenes, es esencialmente necesario que est@s niñ@s y jóvenes que crecerán siendo extremadamente vulnerables al VIH, dejen de ser mer@s receptor@s de asistencia para llegar a ser participantes activ@s en los procesos establecidos para mitigar los efectos de la pandemia. La gente joven necesita claridad, necesita recursos y espacios para clarificar sus valores, sus actitudes y sus comportamientos con libertad y respeto. Paralelamente, las estrategias y las acciones son más eficaces cuando se tienen en cuenta las diferencias de género y cuando se ayuda a las chicas a desarrollar su poder como contrapeso a las desigualdades culturales y sociales que las hacen más vulnerables que a sus compañeros masculinos. 

Las pequeñas siguen jugando alegres y ajenas a las preocupaciones de l@s mayores. Pero que ellas vuelvan a estar expuestas al VIH habiendo desarrollado sus capacidades de decisión, una conciencia abierta y una autoestima valiosa y sólida, depende fundamentalmente de nosotr@s y requiere una acción comprometida de todos los niveles de la sociedad.