UNO DE LOS LEITMOTIVS más repetido durante la Conferencia de Toronto fue que la epidemia del SIDA es la suma de muchas y variadas epidemias. Entre éstas, algunas son ocultas y afectan a las poblaciones más marginadas y excluidas, como pueden ser las personas privadas de libertad, en exclusión social o las poblaciones indígenas. El análisis de los factores que ponen a las personas en situación de riesgo de contraer la infección fue desgranado en el itinerario o track D, que versa sobre las ciencias sociales, económicas y del comportamiento.
En las sesiones y presentaciones de este itinerario se ha podido observar en Toronto un cambio de enfoque a la hora de tratar el VIH/SIDA por parte de las ciencias sociales, económicas y del comportamiento. Se ha pasado de hablar sobre “prácticas sexuales inseguras” a abordar las circunstancias individuales que ponen a los individuos en una situación de riesgo de contraer el VIH. Entre estas circunstancias, algunas tienen que ver con las actitudes o valores de género, la identidad sexual y de género y las percepciones individuales sobre la vulnerabilidad frente al VIH.
Otros factores de riesgo son de índole estructural y tienen que ver, por ejemplo, con la discriminación por motivos de sexo, los conflictos armados y la pobreza. Algunos de estos factores, además, interactúan entre sí y con frecuencia se observa cómo las desigualdades de género conducen a la creación de relaciones de dependencia de las mujeres hacia los hombres en las que es frecuente el uso de sexo como moneda de cambio.
En Toronto hemos sabido que incluso en contextos de recursos limitados se puede implementar el tratamiento antirretroviral (TAR) con una alta tasa de adhesión. Ahora bien, algunos estudios procedentes sobre todo de las ciencias económicas, pero también antropológicas y sociales, al tiempo que reconocen que la extensión de TAR en estos contextos es factible, señalan que existe toda una serie de problemas persistentes que dificultan tal implementación, como por ejemplo el hecho de que las personas en tratamiento vendan sus medicamentos para poder comprar comida, o que no se puedan permitir los costes de transporte para desplazarse hasta los hospitales donde l@s atienden.
Y la cosa no acaba aquí. Las patentes y los derechos de la propiedad intelectual, la presión de la industria farmacéutica y los acuerdos de libre comercio son un impedimento más que añadir a la larga lista de factores que ponen el TAR fuera del alcance de la mayoría de las personas que viven con VIH/SIDA en las regiones del mundo que más lo necesitan. Un buen ejemplo de ello es la defensa acérrima que hace EE UU de la ley de propiedad intelectual sobre las patentes de los medicamentos, que limita el acceso a fármacos antirretrovirales genéricos. En las ayudas que otorga este país a países de bajos recursos con una alta prevalencia de VIH a través del PEPFAR (siglas en inglés de Plan de Emergencia del Presidente para Paliar el SIDA), una de las cláusulas que se exige a los países receptores de ayuda es que sólo compren medicamentos de marca o genéricos aprobados por la FDA (siglas en inglés de Agencia de la Alimentación y el Medicamento de EE UU). Otro de los requisitos es que, en el campo de la prevención, las intervenciones que implementen los países receptores de la ayuda PEPFAR se basen en el enfoque preventivo ABC (abstinencia, fidelidad y condones). Un ponente keniano formulaba la siguiente cuestión al plenario durante su intervención: «¿Puede la moralidad estar por encima de la mortalidad?».
En cuanto a los estudios sociales y del comportamiento, en Toronto se puso de manifiesto que todavía existen lagunas de conocimiento, por ejemplo, en todo lo que tiene que ver con la cultura sexual en términos de significados, intenciones y formación de parejas. Asimismo, los contextos de las culturas sexuales en términos de asunción y evitación del riesgo siguen, en gran medida, inexplorados.
La investigación futura en el campo del VIH/SIDA deberá cimentarse sobre la base de una serie de preguntas correctas: ¿cuáles son los orígenes de la homofobia y de otras formas de discriminación que amplifican el riesgo de contraer el VIH? ¿Qué formas de fundamentalismo cultural y religioso suponen una amenaza para los avances en el campo de la prevención y la asistencia? ¿Cómo abordar la demanda de fármacos de primera y de segunda línea dadas las limitaciones de la economía política? y, ¿cuál es el marco que se está utilizando en los planes de investigación?
A la luz de los datos, deberíamos ser capaces de repensar la agenda del VIH/SIDA siendo más proactivos y teniendo en consideración cuestiones elementales de igualdad y justicia social. Para ello, la colaboración de la sociedad civil, es decir de las personas que viven infectadas o afectadas por el VIH, será fundamental a la hora de elaborar planes de investigación que tengan en cuenta la experiencia vivida por la gente.