Una metáfora de la aldea global


Joan Bertran de Bes

En Toronto 2006, como ya había venido ocurriendo en las ediciones más recientes de Bangkok 2004 y Barcelona 2002, el número de participantes se ha multiplicado. Esta vez se han llegado a reunir más de 20.000 delegad@s, lo cual se debe en parte al esfuerzo de la organización, pero también al incansable trabajo e insistencia de uno de los sectores más activos de la sociedad civil -y yo diría del altermundismo actual-, el que lucha por las personas que viven con el VIH y contra el SIDA. 

IMAGEN: Aldea-global

¿Hay muchas más reuniones en el mundo que congreguen a tanta gente para hablar de problemas como la pobreza, la violencia, las deficiencias en educación y sanidad, la equidad entre hombres y mujeres, la discriminación por origen, la homofobia, tan estrechamente ligados todos ellos a la pandemia del VIH/SIDA? Para contar los eventos de magnitud similar nos basta con los dedos de una mano. 

Como dijo en su discurso de clausura Stephen Lewis, enviado especial de las Naciones Unidas por el SIDA en África, «what works for AIDS can work everywhere» (‘lo que funciona para el VIH/SIDA puede funcionar en todas partes’). Y es que los problemas que se denunciaron durante aquella semana, son problemas estructurales de la sociedad mundial. Ante tanta injusticia, no se trata de rasgarse las vestiduras –que de poco sirve–, sino de reconocer los problemas y pasar a la acción para ir hacia algo mejor de lo que tenemos ahora. 

En la Conferencia Internacional del SIDA hemos hablado de salud pública, investigación médica y tratamiento, ciencia social y económica, políticas y liderazgo, acción local y cooperación, atención y prevención. En la conferencia mundial del SIDA nos hemos encontrado gente de África, de Asia, de Europa, de América Central, del Sur y del Norte, de Oceanía. En la Conferencia Internacional del SIDA éramos médic@s y biólog@s, periodistas y curios@s, educadores y estudiantes, activistas experimentad@s y jóvenes líderes comunitarios. La Conferencia Internacional del SIDA se ha convertido en una metáfora de la aldea global, diversa y multidisciplinar, unida por una causa noble. Para mí, ésta es razón más que suficiente para estar satisfecho. Ahora toca seguir trabajando.