Fundador de LO+POSITIVO y miembro de su equipo editorial durante una década, Joan Tallada es consultor y profesor de Economía de la Salud en el Máster de Salud Global organizado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). Poseedor de un conocimiento enciclopédico sobre el ámbito del VIH, siempre se ha caracterizado por su vehemencia y entusiasmo en la defensa de los derechos de las personas que viven con esta infección y otras enfermedades relacionadas con la pobreza.
Recuerdo el mimo con el cuidábamos las entrevistas, la selección de temas y la búsqueda de personas, la testarudez por dignificar el grafismo y la calidad del papel, las prisas por cerrar las ediciones para llegar a un encuentro, los nervios al pasar las páginas hechas realidad en busca de gazapos, la extraña combinación de pereza y excitación al comenzar una nueva edición.
Recuerdo la primera vez que me empeñé en cruzar el Atlántico con paquetes de ejemplares en mi maleta y, antes del embarque, la Guardia Civil me reclamó insistentemente por el altavoz del aeropuerto de Barcelona para que abriera las cajas en su presencia: Nunca como entonces lo sentí material más apropiado para la revuelta.
También recuerdo las veces en las que quienes creíamos colegas se soliviantaron y nos amenazaron por hacer nuestro trabajo, publicar otras versiones de los hechos, tan legítimas como las suyas, y pese a los riesgos, tomamos la decisión correcta, dar voz a un VIH más plural del oficialmente representado.
Recuerdo, cómo no, el largo boicoteo de un laboratorio, alentado inescrupulosamente por voceros apenas disimulados de sus intereses, y el sobrecogimiento de gratitud cuando cientos de personas respondieron a nuestro llamamiento a la solidaridad. El final de la historia es conocido: La empresa no cedió; nosotros, tampoco.
Recuerdo, en fin, el sueño efímero de esa alianza del sur con el norte, del norte con el sur: hermanar revistas sobre el VIH para un proyecto común de habla hispana que el tiempo demostró naíf porque las distintas realidades se acabarían imponiendo de forma inexorable.
Dicen que la memoria es selectiva y que tendemos a recordar sobre todo los mejores momentos. Un mecanismo de defensa, dicen, una forma de seguir adelante sin que nos pese, al menos en exceso, el lado oscuro de la vida, aunque éste insista en emerger, periódica y sorpresivamente, en nuestros sueños.
Echando la vista atrás, ahora que peino canas y a mi pesar me he vuelto casi respetable (¿tenía otra opción?), veo que aquellos fueron años de un inusitado aprendizaje acelerado, partiendo de cero, para que, al cabo de mucho menos de lo que se pueda uno imaginar, te encuentres, no sabes muy bien cómo, enfrentando la palabra y la razón ante gestores y políticos, mandarines científicos y gigantes corporativos.
Años de un intenso deseo de querer y ser querido, apasionadamente, con sus aciertos y sus fracasos. Largos años en los que cada día construíamos el futuro de una ilusión como legado que se desea indeleble en quienes nos leían, nos escuchaban, nos comprendían, y se llevarían consigo esos valores básicos: igualdad, respeto y derecho a decidir sobre la propia vida. Años irrepetibles, destellantes, agotadores, en no pocas ocasiones salvajes, pero siempre maravillosos. A todas y todos los que lo hicisteis posible, gracias.