Rubén Sancho es el Coordinador del Área de Salud integral y VIH/sida de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB).
A partir de tu experiencia, ¿cuál ha sido el avance más significativo y el obstáculo más importante en la respuesta frente al VIH en estas tres décadas?
En mi opinión, el avance más destacable fue la introducción de la terapia antirretroviral de gran actividad, que ha reducido significativamente la mortalidad y morbilidad asociada al sida. Esto es especialmente evidente para quienes vivimos de cerca la “sangría” que en los primeros años produjo el sida entre nuestros amigos, compañeros, parejas, etc. En las sociedades desarrolladas, el sida también nos confrontó, nuevamente, con la enfermedad y la muerte; disponiendo de una potente ciencia médica y tras décadas libres de epidemias letales, volvíamos a enfrentarnos con una enfermedad desconocida y fatal, cuyas causas se ignoraban, sin tratamiento y que producía casi de manera inevitable la muerte. Junto a la fóbica histeria social que desató, el sida también trajo consigo, especialmente tras el fallecimiento de Rock Hudson, una toma de conciencia colectiva ante la vulnerabilidad y fragilidad del ser humano y una movilización de solidaridad que pocos problemas de salud habían suscitado antes. De ello, son especialmente responsables las personas más directamente afectadas, las personas con VIH, que desde el primer momento y ante la falta de respuestas médicas y sociosanitarias efectivas, se organizaron a través de un fuerte y combativo movimiento asociativo, trabajando para que el paciente con VIH fuera un paciente informado y activo, corresponsable junto con el personal sanitario de su tratamiento y de su salud, y creando un “activismo social en salud” modélico para otras enfermedades o problemas de salud.
En el caso de la comunidad LGTB, el sida incluso facilitó una mayor concienciación social de las situaciones de discriminación legal y social que padecíamos y un impulso para la lucha por nuestros derechos.
El mayor obstáculo sigue siendo el estigma social que acompaña, desde su inicio, a la infección por VIH/sida, y que sorprende todavía por la carga moral que le acompaña así como los comportamientos o situaciones de discriminación y marginación que promueve. Las cosas no han cambiado tanto y, en general, la gente percibe de una forma más negativa a alguien con VIH que a alguien con cáncer.
¿Qué aspectos deberían ser prioritarios en la respuesta española frente al VIH en los próximos años?
Inevitablemente, nuestra respuesta a la infección por VIH y el sida se enmarca en el contexto de crisis económica que estamos viviendo en nuestro país y en casi todo el mundo. Esto significa que, más que nunca, hemos de trabajar para proporcionar respuestas no sólo eficaces sino también eficientes y económicamente sostenibles, tanto a corto como a medio y largo plazo. Esto es importante porque, ante los problemas urgentes o emergentes, muchas veces la política suele poner el acento en la respuesta a corto plazo, obviando que esto pueda crear mayores y más graves problemas a medio o largo plazo.Un ejemplo de ello es la prevención de la transmisión del VIH. Reducir los presupuestos y recursos institucionales, técnicos, materiales o humanos empleados puede ser una fácil tentación para contener el gasto de las administraciones públicas. Sin embargo, a medio y largo plazo tendrá consecuencias no sólo personales y sanitarias sino también económicas, ya que se incrementará el gasto farmacéutico. Por tanto, nuestra respuesta ha de ir en la línea de que incrementar los recursos rentabilizándolos al máximo, priorizando aquellos colectivos sociales o cuestiones que están avalados por los datos epidemiológicos y los documentos de orientación política nacionales e internacionales.
En ese sentido, se debería reforzar el trabajo que se realiza, entre otros, con los hombres que tienen sexo con otros hombres, las trabajadoras transexuales del sexo, las personas originarias de otros países, especialmente latinoamericanos, etc.
Asimismo, deberíamos promover y facilitar, con mayor intensidad, el diagnóstico y tratamiento tempranos de la infección por VIH, la adherencia al tratamiento atendiendo a las diferencias individuales, la implicación y participación de las personas con VIH y su inserción laboral, la renovación del interés y solidaridad de la sociedad… sin olvidar los compromisos internacionales de nuestro país para conseguir, se viva donde se viva, el acceso universal a servicios y programas de prevención, tratamiento, atención y apoyo con relación al VIH y el sida.
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