Lo más negativo. Por lo general, dedicamos esta sección de la revista a poner de relieve aquellas noticias que afectan de forma negativa en la calidad de vida de las personas con VIH en el mundo, en sus derechos fundamentales o en el acceso a cuidados, servicios y tratamiento. En este número especial en que hacemos una retrospectiva de lo que ha supuesto estos treinta años de epidemia, hemos decidido mostrar una pequeña selección de las noticias que aún siguen siendo dolorosamente ‘negativas’ a pesar del progreso en diversos ámbitos de la infección por VIH.
Restricciones de viaje y residencia
Desde los primeros momentos de la epidemia de VIH, las personas que viven con el virus han visto cómo se les imponían restricciones para la entrada, estancia y residencia en muchos países. En general, los motivos aducidos por los gobiernos para ello han sido dos: proteger la salud pública (para prevenir la propagación del virus en su territorio) y evitar los posibles gastos sanitarios que podrían derivarse de la estancia en el país de estas personas.
Sin embargo, distintos estudios han evidenciado que estas restricciones (ideadas en su mayoría en una época en la que apenas se sabía nada respecto a la epidemia y su forma de transmisión) no sólo resultan discriminatorias para las personas con VIH, sino que además no cumplen los objetivos para los que teóricamente fueron previstas, lo que las convierte en anacrónicas, ineficaces e innecesarias.
A pesar de todas estas evidencias, en 2011, en el mundo aún persisten unos 48 países y territorios que imponen algún tipo de restricción a la entrada, estancia o residencia a las personas con VIH, basándose en su estado serológico.
Por todo esto, ONUSIDA, dentro de su estrategia para 2015, hace un llamamiento para que se garantice la libertad de movimiento de las personas que viven con el VIH y espera que se consigan eliminar las restricciones en la entrada, estancia y residencia relacionadas con el virus en al menos la mitad de los países que aún las aplican.
Fuente: ONUSIDA.
Actitud de la Iglesia católica ante el VIH
Durante estos 30 años de epidemia, la actitud de la Iglesia católica ha dejado mucho que desear, colaborando en el fortalecimiento del estigma y discriminación que muchas personas con VIH han padecido.
Así, la institución ha relacionado desde el principio la adquisición del virus con prácticas amorales tales como las relaciones sexuales promiscuas, la homosexualidad o el consumo de drogas de administración intravenosa. Además, su actitud contra el uso del preservativo completa un conjunto de opiniones que perjudican la vida de muchas personas con VIH o en riesgo de adquirir la infección, especialmente aquellas de países africanos con recursos limitados y religión mayoritaria católica, elevados niveles de analfabetismo y gran incidencia de la infección, ya que es en estos emplazamientos en los que la opinión promovida por las altas esferas de la Iglesia católica es tomada más en serio por una parte importante de la población.
El pasado año, el papa Benedicto XVI pareció apuntar cierto grado de apertura de su institución al afirmar que el uso del preservativo podría estar justificado en algunas circunstancias para evitar la transmisión de infecciones. Esta aparente apertura no parece haber tenido continuidad, ya que recientemente tuvo lugar un enigmático veto a una campaña publicitaria en el transporte público madrileño –con motivo de la visita del Papa– promovida por una asociación católica favorable al uso del preservativo.
Fuentes: El País / Elaboración propia.

Acceso a los antirretrovirales en el mundo
La aparición de los fármacos antirretrovirales y, especialmente, la terapia combinada ha permitido mejorar el pronóstico de las personas con VIH y ayudar a que puedan disfrutar de una vida más larga y saludable. Incluso los recientes estudios constatan su eficacia como herramientas de prevención, al disminuir la capacidad de infección de las personas que los toman o al usarlos como profilaxis pre o post exposición.
Sin embargo, mientras que en los países industrializados la cobertura del tratamiento antirretroviral es, salvo excepciones, generalizada, la situación es muy distinta en el mundo en vías de desarrollo, donde la epidemia se deja sentir con más fuerza. Se han realizado avances en el acceso a la terapia, que han permitido que, en 2010, algo más de 6 millones de personas estuvieran recibiendo tratamiento anti-VIH en esos países, lo que sin duda supone un importante hito en la salud pública, pero aún queda mucho por hacer para lograr el objetivo del acceso universal.
Así, ese mismo año, unos 9 millones de personas que necesitaban recibir un tratamiento antirretroviral no lo estaban recibiendo en el mundo en vías de desarrollo. Además, el ritmo de propagación de la epidemia sigue superando los esfuerzos por combatirla, como queda reflejado en el hecho de que por cada persona que inicia el tratamiento antirretroviral, otras dos adquieren el VIH.
Según afirma ONUSIDA en su informe “AIDS at 30”, la debilidad de las infraestructuras nacionales, los déficits de financiación y la discriminación contra los grupos de población más vulnerables se cuentan entre los principales factores que obstaculizan el acceso a los servicios de prevención, tratamiento, atención y apoyo relacionados con la infección por el VIH.
Fuente: OMS/ONUSIDA.
Deportaciones de personas con VIH
A escala mundial, un total de 31 países tienen en vigor leyes que contemplan la deportación de ciudadanos de otros países infectados por VIH. Además, algunos países ricos, que no cuentan con esta restricción legal, niegan el asilo a personas con VIH y los deportan aun cuando saben que en su país difícilmente podrán acceder a los antirretrovirales.
Entre los 31 países comentados se encuentran 7 situados en el área de Oriente Próximo. A modo de ejemplo, el pasado año fuentes gubernamentales de Egipto reconocieron haber deportado 722 extranjeros con VIH entre 1986 y 2006. Cabrá esperar que el nuevo gobierno del país tenga una mayor sensibilidad en relación a este asunto.
Numerosos países asiáticos, como Malasia, Singapur o Taiwán también han realizado este tipo de deportaciones. Corea del Sur ha deportado a 521 de las 546 personas de otros países en las que ha detectado la presencia de infección por VIH.
En Europa, Rusia, Moldavia y Armenia deportan a extranjeros con VIH e incluso las leyes de Hungría –estado de la Unión Europea– contemplan la expulsión de extranjeros con VIH que no se encuentran bajo tratamiento antirretroviral.
En los próximos años será una importante labor del activismo mundial luchar contra estas injusticias, en el marco de un enfoque global de la epidemia, de manera que los estados no muestren compartimientos estancos ante una realidad –la de la infección por VIH– que tiene un alcance mundial.
Fuente: Elaboración propia.

Programas de intercambio de jeringuillas
Los programas de intercambio de jeringuillas (PIJ) se iniciaron en Holanda en los años 80 destinados principalmente a prevenir la transmisión de la hepatitis B, aunque luego demostraron su valía en el caso del VIH, especialmente en países cuya epidemia estaba impulsada en gran medida por el uso de drogas inyectables.
A pesar de que la experiencia ha demostrado de forma reiterada que la provisión de jeringuillas estériles permite reducir la transmisión del VIH sin que se produzca un aumento del consumo de drogas ni se incrementen los delitos relacionados con dichas sustancias, la implantación de esta medida de reducción de daños (y especialmente en las prisiones) no se ha realizado de forma heterogénea en todos los países y, en muchos casos, se enfrentó a impedimentos basados en objeciones de tipo más moral que científico.
Esto resulta especialmente patente en los países pertenecientes al antiguo bloque soviético (Europa del Este y Asia Central), donde la epidemia se ceba de forma desproporcionada en el colectivo de usuarios de drogas inyectables (mientras que, en el mundo, el porcentaje de personas con VIH que consume estas sustancias es del 10%, en estas regiones se eleva al 80%) y estas políticas negacionistas no hacen más que empeorar la situación.
Al respecto, representantes de Cruz Roja comentan: “En algunos países, los funcionarios de la salud pública siguen ignorando la irrefutable evidencia de que para tener éxito en la contención del VIH los servicios de salud deben dejar fuera la moral y concentrarse en proporcionar programas que combinen el intercambio gratuito de agujas estériles, el tratamiento de sustitución, el asesoramiento sobre la adicción, así como otras formas de apoyo sanitario y social”.
Fuente: Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna.
Acceso a seguros
“No existe evolución temporal que permita valorar el riesgo de fallecimiento con las exigencias que establecen las normas de las compañías de seguros”. Con estas palabras explicaba Pilar González de Frutos, presidenta de la Asociación Empresarial del Seguro (UNESPA) las razones por las cuales las personas con VIH no pueden contratar determinados productos financieros como, por ejemplo, los seguros de vida: un tipo de póliza cuya adquisición, sin embargo, se considera un requisito esencial a la hora de suscribir una hipoteca.
Dicho de otro modo: a pesar de los avances que se han producido en estos 30 años en los tratamientos que reciben las personas con VIH, confirmados por médicos y científicos de renombrado prestigio, y que han permitido, incluso, que este grupo de población pueda disfrutar de una madurez óptima, el sector de los seguros mantiene su rechazo al cambio e incrementa, con su decisión de no querer ver la realidad, la discriminación que sufre el colectivo.
Aunque nadie duda de la necesidad de que las aseguradoras valoren el riesgo del cliente –en eso se basa, en definitiva, su negocio– ha llegado la hora de que la iniciativa privada, que tanta apología de la Responsabilidad Social Empresarial está haciendo durante los últimos años, evolucione para que la sociedad pueda crecer junto a ella. Sólo así se conseguirá vencer la estigmatización de las personas con VIH, uno de los principales obstáculos para el control de la epidemia.
Fuente: Elaboración propia.
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