Pau hace años que no vive en Brasil. Abandonó su Saõ Paulo natal en 1999 y, desde entonces, ya no ha vuelto. Viajó a Europa ansiando una libertad que no encontraba en su país. En 2005 se estableció en Barcelona, donde regularizó su situación y no le faltó trabajo. Hasta que la crisis llegó y las dificultades fueron creciendo. Con la ayuda de la renta mínima de inserción (RMI) pensó que lo superaría. Hasta que este agosto dejó de cobrarla por sorpresa. Está a punto de cumplir 43 años y vive el momento más duro de su vida. Prefiere no salir en la foto por miedo a que le resulte más difícil encontrar un trabajo.
LO+POSITIVO (LMP): ¿Qué significa para ti quedarte sin RMI?
Pau (P): Está siendo una situación muy dura. Empecé a cobrar la RMI en 2009 y me servía para poder pagarme la habitación, estar al día y no deber nada a nadie. Sin estos 450 euros, lo estoy pasando mal. Suerte tengo de la ayuda que recibo del ACASC (Asociación Ciudadana Anti-Sida de Cataluña), porque me he encontrado solo. Incluso mi madre tuvo que mandarme 60 euros desde Brasil. Además, otros problemas han ido apareciendo.
LMP: ¿A qué te refieres?
P: Bebo agua del grifo y me alimento de la comida que tengo almacenada desde hace tiempo. Padezco diarreas y me estoy adelgazando. Tengo una hernia y sufro deposiciones con sangre. Estoy muy tenso y noto más mi sinusitis. Hay chinches en mi cama... Parece que cuando te pasa una cosa mala, te viene todo a la vez. Y que la gente lo note y se aleje de ti. Estoy solo y desesperado.
LMP: ¿Cuándo cobrarás la paga?
P: Pues no lo sé. Hace más de un mes que debería haberla cobrado, pero de momento estoy a cero en el banco. Como mucha otra gente. Soy consciente de que, en los últimos meses, había ido cambiando de domicilio, pero siempre iba informando de ello a la Administración. Lo que pasa es que hubo algún error porque no tenían la dirección correcta. Y mi asistenta social estaba de vacaciones. He pedido hora y no me puede atender hasta de aquí varias semanas. Espero que no me quiten la paga.
LMP: ¿Trabajas?
P: Hasta el 2009, sí. En mi empresa empezaron a hacerme contratos temporales. Hasta que me quedé sin trabajo. Con la RMI conseguí estabilizar mi situación y, hace unos meses, conseguí encontrar trabajo en una empresa de restauración. Estoy muy a gusto allí, pero solamente me contratan por algunos días.
LMP: ¿Has hecho algún curso?
P: He realizado todos los cursillos que he podido. Cumplo todos los requisitos del PIRMI, pero el otro día me hicieron otra entrevista para comprobarlo. Y perdí los 60 euros que me hubieran pagado en la empresa de restauración si hubiera podido ir a trabajar. Ahora no puedo ni buscar trabajo con el ordenador, porque tuve que vendérmelo para poder seguir adelante.
LMP: ¿Qué es lo que más te preocupa?
P: Muchas cosas, pero también que en la actualidad los inmigrantes estemos en el ojo del huracán. Soy moreno de piel y la gente, al verme, sujeta más fuerte su bolso pensando que les robaré. Parece que todo sea culpa nuestra, que nos aprovechemos del sistema. ¡Pero si hay muchos españoles que cobran la RMI mientras trabajan en negro! Yo, en cambio, lo cotizo todo.
LMP: Pero debe ser poco…
P: Si me paso de los 400 euros, entonces no cobro la RMI entera. Pero esto me parece bien, porque yo lo que tengo son ganas de trabajar. El problema es que ahora no sé hacia dónde tirar, porque no sé con qué puedo contar. Creo que esta no es manera de tratar a las personas.
LMP: ¿Y qué papel ha tenido en toda esta situación el VIH?
P: Cuando empecé con la medicación, experimenté unos efectos secundarios muy fuertes. Me daba la sensación como de tener una borrachera, con náuseas, etc. Me ha ido pasando, pero veo que si no me alimento bien y tengo algún problema, me debilito. Además, se busca gente joven y el aspecto físico es vital. Me faltan los dientes de detrás [posteriores] y se me ve chupado de cara. Al mínimo problema de salud, se me nota en la cara.
LMP: ¿El VIH te produce fatiga o decaimiento?
P: Se dice que ya no nos morimos por el VIH. Pero no es verdad. La gente sí se muere de eso, lo que pasa es que la muerte se aplaza. Pese a que intentes llevar una vida normal, el bicho se te cuela por algún lado y te va debilitando. No sé si podría trabajar a jornada completa. Con un día de trabajo, ya me encuentro muy cansado. Aunque igual también es la falta de costumbre.
LMP: ¿Has pensado en volver a Brasil?
P: Mira, vine aquí por primera vez en 1989, cuando tenía 22 años. Era un crío, pero vi la diferencia: Brasil es un país muy machista y homófobo. Cuando empezó la epidemia de VIH fue terrible. Nos achacaron todas las culpas a los hombres gais. Sufríamos muchísimo. Teníamos que correr, a menudo, para que no nos apedrearan o mataran. Tengo amigos que se quedaron sin todos los dientes de la boca. Un tío te podía mirar, pero no podía ser al revés.
LMP: ¿Y en España encontraste la libertad?
P: Estuve en Europa; en Barcelona y en Sitges. Había tolerancia. No tenía que salir corriendo, no me pegaban. En Brasil también me lo pasaba bien, aunque tenías que entrar en el juego de la doble moral. Pero es un país donde no quería vivir porque ahora he conocido la tolerancia. Sé que la situación ha cambiado y que ahora los hombres gais ya se pueden casar, pero la ley aún no castiga la homofobia.
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