LO+POSITIVO 49. Edito. La crisis financiera internacional, que ha golpeado de forma especial a la economía española, se está usando como pretexto para introducir cambios de calado en el sistema sanitario, apuntando a una nueva dirección cuya estación final podría ser la privatización. Aunque suene alarmista, esta es una opinión creciente entre la población que no debería desdeñarse.
La respuesta mundial a la epidemia del VIH es única en la historia y, sin embargo, ahora se encuentra en una situación especialmente crítica. Se han conseguido importantes logros gracias al papel de un enérgico movimiento comunitario local e internacional que, más allá del VIH, sigue siendo fuente de inspiración; pero queda mucho por hacer. Hemos vivido avances considerables en la ciencia biomédica, pero todavía no podemos decir que la epidemia esté controlada. Se han implementado políticas específicas dirigidas a la prevención de la transmisión y a la atención de las personas con VIH en el medio sociosanitario, pero resulta más que arriesgado pensar que podemos prescindir de ellas. Y aunque se han dado pasos muy importantes, todavía no existe acceso universal a la prevención y el tratamiento del VIH en todo el mundo.
Este modelo excepcional es el que ahora está en peligro. Se utiliza la crisis como pretexto para cuestionarlo y terminar con él. Es cierto que el mundo está cambiando, pero la ligereza, por ejemplo, con que se usa el término de la cronicidad del VIH para suspender programas, espaciar más las visitas médicas, plantear el traspaso de los pacientes a la atención primaria y otras medidas tomadas de forma unilateral produce, cuanto menos, estupor. Y nos pone en alerta. Parece que la crisis ha venido para quedarse, al menos durante un buen tiempo. Por ello, es preciso que las autoridades entiendan que es necesario un mayor diálogo social. Es el momento de incluir, debatir y llegar a acuerdos. En caso contrario, nos esperan años de enfrentamiento.
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