La realidad en torno al VIH/sida está cambiando. Si hasta hace poco nadie dudaba del riesgo que suponía el avance de la pandemia en el mundo, hoy en día, tanto esta enfermedad como la salud global están perdiendo importancia en la agenda internacional.
Así ocurrió en la Asamblea General de Naciones Unidas dedicada al VIH/sida, celebrada en Nueva York del 8 al 10 del pasado mes de junio.
La movilización de recursos para dar respuesta a la pandemia que ha tenido lugar en los últimos años no tiene precedentes. De este modo lo reconoció en la inauguración de la Asamblea el director ejecutivo de ONUSIDA, Michel Sidibé, al destacar que los resultados obtenidos, como los seis millones de personas que tienen acceso al tratamiento antirretroviral, son fruto del fuerte compromiso internacional. Pero ya no estamos exactamente ahí.
Los resultados de la Asamblea General han dejado un sabor agridulce. Por un lado, la declaración final contiene varios compromisos importantes, como el objetivo de alcanzar los 15 millones de personas con acceso a tratamientos antirretrovirales para el 2015, el compromiso de incrementar los recursos financieros o la inclusión en la respuesta al VIH de hombres que practican sexo con hombres, entre otras poblaciones vulnerables.
No obstante, la negativa de la mayoría de los países a comprometerse con unas cifras concretas más allá de las muestras de buena voluntad rebaja la fuerza y alcance de la Declaración, ya que no garantiza los recursos financieros necesarios para lograr los objetivos marcados.
En este sentido, la intervención española en la Asamblea General de la ONU recoge reivindicaciones como el compromiso con el 0,7% para la Ayuda Oficial al Desarrollo en 2015, cuyo 15% debe ir destinado a salud, y también la defensa de que la respuesta al sida tiene que abordarse “desde una perspectiva de salud global, que parta de la defensa de los derechos humanos y de salud sexual y reproductiva, y que contemple siempre la perspectiva de género”.
También se redobló el compromiso con el acceso universal a la prevención, tratamientos, atención y apoyo, y con la investigación en nuevas herramientas de salud, como pueden ser la profilaxis preexposición, las vacunas contra el sida o los microbicidas.
Sin embargo, el gran interrogante es cómo se llevarán a la práctica estos compromisos. No podemos olvidar que se están realizando importantes recortes en los presupuestos del Gobierno español dedicados a la respuesta internacional al VIH/sida y a la cooperación al desarrollo en general. Unas reducciones que llegan al 50% en salud global respecto a 2010 o a un recorte del 76% en investigación y desarrollo (I+D) para el VIH/sida entre 2009 y 2010.
De poco serviría que se adoptaran estos compromisos ante la comunidad internacional si luego no hay voluntad o capacidad para llevarlos a cabo mediante acciones y apoyos económicos concretos. Y, precisamente, la situación vivida en los últimos dos años en el área de cooperación al desarrollo no invita al optimismo.
Sin lugar a dudas, estamos en un momento de grandes cambios en el contexto de los cuales será cada vez más complejo lograr el apoyo económico para esta pandemia. No obstante, nuestros Gobiernos tienen la responsabilidad de encontrar nuevas vías de colaboración que garanticen el cumplimiento de los compromisos adquiridos en la respuesta internacional al VIH/sida. El impacto de esta pandemia requiere una respuesta enérgica, coherente y sostenible con la que debemos estar comprometidos si queremos conseguir un mundo sin sida.
Las diversas plataformas comunitarias de VIH en España consensuaron como prioridades en nuestro país:
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Gabriel Boichat y Marta Pastor fueron los representantes de la comunidad española en la Asamblea General de Naciones Unidas.

Los resultados de la Asamblea General han dejado un sabor agridulce. Por un lado, la declaración final contiene varios compromisos importantes, como el objetivo de alcanzar los 15 millones de personas con acceso a tratamientos antirretrovirales para el 2015, el compromiso de incrementar los recursos financieros o la inclusión en la respuesta al VIH de hombres que practican sexo con hombres, entre otras poblaciones vulnerables.
No obstante, la negativa de la mayoría de los países a comprometerse con unas cifras concretas más allá de las muestras de buena voluntad rebaja la fuerza y alcance de la Declaración, ya que no garantiza los recursos financieros necesarios para lograr los objetivos marcados.
Nueva realidad
El papel de España en este foro internacional no es ajeno a esta nueva realidad. Es cierto que buena parte de las prioridades marcadas por el conjunto de organizaciones no gubernamentales españolas están recogidas en la postura del Gobierno, gracias a un intenso trabajo de colaboración entre la sociedad civil y los representantes gubernamentales.En este sentido, la intervención española en la Asamblea General de la ONU recoge reivindicaciones como el compromiso con el 0,7% para la Ayuda Oficial al Desarrollo en 2015, cuyo 15% debe ir destinado a salud, y también la defensa de que la respuesta al sida tiene que abordarse “desde una perspectiva de salud global, que parta de la defensa de los derechos humanos y de salud sexual y reproductiva, y que contemple siempre la perspectiva de género”.
También se redobló el compromiso con el acceso universal a la prevención, tratamientos, atención y apoyo, y con la investigación en nuevas herramientas de salud, como pueden ser la profilaxis preexposición, las vacunas contra el sida o los microbicidas.
Sin embargo, el gran interrogante es cómo se llevarán a la práctica estos compromisos. No podemos olvidar que se están realizando importantes recortes en los presupuestos del Gobierno español dedicados a la respuesta internacional al VIH/sida y a la cooperación al desarrollo en general. Unas reducciones que llegan al 50% en salud global respecto a 2010 o a un recorte del 76% en investigación y desarrollo (I+D) para el VIH/sida entre 2009 y 2010.
De poco serviría que se adoptaran estos compromisos ante la comunidad internacional si luego no hay voluntad o capacidad para llevarlos a cabo mediante acciones y apoyos económicos concretos. Y, precisamente, la situación vivida en los últimos dos años en el área de cooperación al desarrollo no invita al optimismo.
Sin lugar a dudas, estamos en un momento de grandes cambios en el contexto de los cuales será cada vez más complejo lograr el apoyo económico para esta pandemia. No obstante, nuestros Gobiernos tienen la responsabilidad de encontrar nuevas vías de colaboración que garanticen el cumplimiento de los compromisos adquiridos en la respuesta internacional al VIH/sida. El impacto de esta pandemia requiere una respuesta enérgica, coherente y sostenible con la que debemos estar comprometidos si queremos conseguir un mundo sin sida.
Prioridades
Las diversas plataformas comunitarias de VIH en España consensuaron como prioridades en nuestro país:
- Garantizar la prevención, el acceso universal al tratamiento, cuidado y apoyo de las personas.
- Asegurar la no vulneración de los derechos de las personas que viven con VIH en España, evitando el estigma y la discriminación.
- Garantizar un canal para la participación de la sociedad civil, así como el protagonismo de las personas que viven con VIH en la toma de decisiones y la participación en asuntos relacionados con el virus y su salud, en donde se tenga en cuenta su opinión y experiencia en el ámbito de la intervención.
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Gabriel Boichat y Marta Pastor fueron los representantes de la comunidad española en la Asamblea General de Naciones Unidas.
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