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  1. Lo+Positivo 46, verano 2010
  2. Opinión

Toma mi mano

Sé que sientes miedo, tristeza, decepción, culpa, angustia; un cúmulo de sentimientos, algunos vividos y otros que estás a punto de vivir…

Creerás no tener las suficientes lágrimas para llorar, darás mil y una vueltas en tu cama, preguntándote, ¿por qué a mí?; sentirás que tienes pocas almohadas para abrazar y mucho tiempo para lamentarte.
imagen: Toma mi mano
No te diré que guardes tus emociones o “¡Ánimo! te pondrás bien”, porque si lo hiciera, sería engañarte. En estos momentos, lo único que necesitas es desahogarte: si quieres llorar, llora; si quieres gritar, grita. Tan sólo quiero que sepas que no estás solo/a, todos y todas hemos pasado por eso y, desafortunadamente, más personas lo harán también.

Esto es un nuevo camino, más fácil, más difícil; no lo sé, eso depende de cómo quieras vivirlo.

Puedes tomar el camino difícil, el de la amargura y el resentimiento, pero, ¿qué conseguirás con eso? ¿Retroceder el tiempo? ¿Ser mejor persona? No lo creo; lo único que podrías lograr es volverte un muerto en vida, sentir cómo cada día se convierte en una carga, perder la capacidad de soñar y de reír. Sin embargo, está el camino fácil, el de la aceptación y el optimismo, y de ese no te imaginas la cantidad de cosas que puedo contarte, porque, hace más de tres años, decidí cogerlo. Descubrí lo fuerte y luchador que soy, que puedo conseguir todo lo que me proponga, que los días son demasiado cortos; que un beso, un abrazo y una caricia guardan mucho más de lo que creía, aprendí a valorar más a mi familia y a mis amigos, a enamorarme más de la vida.

Recuerdo haber leído un día la frase “El VIH te cambia la vida”; la escribió un chico en medio de su desesperación, y hoy, tengo que darle la razón. El VIH cambió mi vida, me ha hecho ser mejor persona.

Tengo 25 años, y hace unos cuantos me enteré de mi estado serológico. Quien consideré el amor de mi vida, sin saberlo, me transmitió el VIH. Al inicio de nuestra relación, él mantenía un amorío pasajero con otro chico, lo llevaba en secreto; quizá porque no estaba seguro del futuro que podríamos tener juntos.
Con los días y los meses, nuestra relación se fue consolidando, hasta tal punto que él me lo confesó; discutimos, pero finalmente le perdoné.

Todo era perfecto, me sentía muy feliz a su lado. Aún guardo en mi mente miles de recuerdos, su perfume, su tono de voz, su mirada…

Un día, no sé cuál, aquel chico con el que estuvo le envió un SMS comentándole que tuvo algunos problemas cutáneos y que le sugirieron hacerse la prueba del VIH. Por desgracia, dio positivo y, tratando de predecir un posible margen de tiempo, le dijo a mi pareja que se hiciera la prueba. Él se la hizo y salió positivo. No se atrevió a decirme nada por miedo a mi reacción y al dolor que me causaría.

Dos semanas después, tuve una molestia en la garganta; yo echaba la culpa a los cambios de clima, pero era un dolor persistente. En ese momento, él creyó oportuno contármelo. Lloré hasta que mis ojos se secaron, le culpé tantas veces… Hasta que me quedé sin aliento porque, aun sin hacerme la prueba, era más que obvio que yo también tenía el VIH.

Me tomé un mes, me aislé de todo, y cuando me creí con fuerza, me hice la prueba; ya estaba preparado para el resultado positivo, y quizá por eso, el médico se sorprendió al verme con tanta entereza al comunicarme la noticia.
Indague un poco más acerca del VIH, tanto con mi médico, como con personas que también eran portadoras. Descubrí que pesa más el miedo que la misma enfermedad. Tras las páginas de internet se esconden muchos mitos y verdades a medias, que te confunden y ocultan cosas.

Siempre me ha gustado la escritura y en ella me refugié, me desahogué escribiendo lo que pensaba, sentía, mis miedos y temores; en cómo quería vivir mi vida a partir de ahora. Me quité la coraza y aprendí a perdonar. Busqué al que fue mi pareja y le dije que no pasaba nada, le abracé y lloré. Él lo estaba pasando mal porque, aparte de lidiar con su enfermedad, debía cargar con la responsabilidad de la mía. Antes, podría haberle dicho “Te lo mereces”; ahora no, las cosas son de dos y la responsabilidad también debe serlo.

Inicié un nuevo camino de la mano de él. Más adelante, mi familia me acompañó y, poco a poco, me convencí de que esto no era el fin; lentamente, las nubes se fueron dispersando y el sol empezó a brillar cada vez más fuerte.

Algunos me dicen, “Tío, qué putada”, pero ésta es la vida que me tocó vivir.
No estoy agradecido por tener VIH, sólo valoro que esto me enseñó a perdonar, a querer y a descubrir cosas que antes tal vez no hubiese sabido o sentido. Todos tenemos historias y ésta es la mía.

Encuentra más testimonios y opiniones de personas con VIH en http://gtt-vih.org/participa/historias_personales

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