opina. Tengo 57 años, soy seropositivo desde el año 1991 y me medico desde el 1998. Soy activo laboralmente.

Agradecía y daba la enhorabuena a la revista por su labor y por “ayudarnos a poder seguir mirando al futuro con esperanza” (y valor, añado yo; además, suscribo los agradecimientos por descontado a la revista y la alegría de poderla seguir leyendo y apreciando después de más de diez años).
¿Cómo podíamos imaginar, hace dos décadas —dice ella—, que algún día tendríamos la oportunidad de leer una composición informativa y festiva de ese tipo —bonita expresión, Envejecer con VIH—? “Y usted que lo vea”, y nosotros que lo estamos viendo. Nos ayudáis “a no rendirnos y levantarnos cada día con los mismos deseos de entonces para seguir batallando por un futuro que aún nos aguarda”; ¡olé!.
La verdad es que me gustó y me caló hondo la aportación de la compañera con su acertada y sosegada forma de vivirlo y explicarlo. Ella, en su contento y felicidad —como yo—, nos contaba cómo se había apoyado en la literatura para superar los buenos y malos momentos que había tenido en su devenir de infectada y enferma; incluso lo sugería como un instrumento de autoayuda para descargar las emociones con la narrativa, creando un apartado literario. Y yo, que para esto de escribir, y no te digo ya de la informática, soy un verdadero negado, por muchas vueltas que le doy, no encuentro la manera de crearme un apartado literario. Y aunque soy un renuente para las letras, me gustaría poder llegar a hacerlo como ella, disponer de dicho apartado y estar yo también en disposición de llenarlo todos los días con mis escritos vivenciales o pinitos literarios.
Y es por esto que, de momento, desearía que pudiese ser ella quien leyera esto y me quisiera echar una mano para desplegar mis velas y mis artes en el caudaloso abismo de las letras y la literatura; y si no, que alguien me explique cómo y dónde se crean los apartados literarios.
Muchas gracias y un abrazo para todo el mundo positivo; por lo menos, me ha servido para soltarme un poquillo y decir: Aquí estoy, y aunque lo he perdido todo, me queda la palabra, como al poeta Blas de Otero, y un apartado literario donde escribirla, ja, ja.
Salud.
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