Me gustaría compartir mi historia con el público lector. Empieza así: tengo 30 años, una analítica y un resultado: seropositiva.
Pregunto cuánto tiempo me queda, y me dicen que eso no se puede saber.
Me derivan a un equipo de medicina interna, especializado en enfermedades de transmisión sexual. Cojo mi coche y, mientras conduzco, no paro de llorar pensando en que mis proyectos y sueños finalizaron. Una doctora me hace ver la realidad de mi situación (exagerada por mi parte). Pasado el shock y comprobando que el tratamiento mantiene el virus indetectable, empiezo a buscar información sobre cómo afrontar mi nueva vida. Me asustaba la idea de que el VIH me impidiese mostrarme tal como soy, por una interacción de los fármacos.

Y digo esto por lo siguiente: soy una mujer con disforia de género (transexual), y en ese momento estaba muy atemorizada; el VIH me dio más miedo del que debía. Con la ayuda de una maravillosa psicóloga, pude ver que se podía vivir con el virus e iniciar un tratamiento hormonal. Pasaron cinco años hasta alcanzar la madurez suficiente y la fuerza para luchar por mi identidad. Hoy, dos años después, afronto la vida con dos tratamientos, pero también con ilusión, que espero no perder. Me he vuelto más activa, voy al gimnasio, tengo un trabajo, estudio y, por supuesto, comparto más cosas con mis amistades (son lo mejor que tengo).
En definitiva, sigo con mis sueños y espero que por mucho tiempo, pues ¡aún tengo una vida por hacer!
Me derivan a un equipo de medicina interna, especializado en enfermedades de transmisión sexual. Cojo mi coche y, mientras conduzco, no paro de llorar pensando en que mis proyectos y sueños finalizaron. Una doctora me hace ver la realidad de mi situación (exagerada por mi parte). Pasado el shock y comprobando que el tratamiento mantiene el virus indetectable, empiezo a buscar información sobre cómo afrontar mi nueva vida. Me asustaba la idea de que el VIH me impidiese mostrarme tal como soy, por una interacción de los fármacos.

Y digo esto por lo siguiente: soy una mujer con disforia de género (transexual), y en ese momento estaba muy atemorizada; el VIH me dio más miedo del que debía. Con la ayuda de una maravillosa psicóloga, pude ver que se podía vivir con el virus e iniciar un tratamiento hormonal. Pasaron cinco años hasta alcanzar la madurez suficiente y la fuerza para luchar por mi identidad. Hoy, dos años después, afronto la vida con dos tratamientos, pero también con ilusión, que espero no perder. Me he vuelto más activa, voy al gimnasio, tengo un trabajo, estudio y, por supuesto, comparto más cosas con mis amistades (son lo mejor que tengo).
En definitiva, sigo con mis sueños y espero que por mucho tiempo, pues ¡aún tengo una vida por hacer!
Comentar
Nota: No serán publicados los comentarios ofensivos, los que puedan resultar inapropiados para personas de otras confesiones religiosas ni los que contengan datos personales. gTt no se hace responsable de las opiniones publicadas.
No hay comentarios aún ¡Sé el primero en dejar uno!
Enviar un comentario nuevo