Cuando descubrí mi seropositividad, conocida diez años atrás, vivía intentando subir un muro sin fin, agrietado en su base, encrespado en altura.
Cuando la palabra VIH entró en mi cerebro, inundó los ladrillos de la tapia y sumergió la cordada en el caos más profundo jamás vivido. De vez en cuando, salía a respirar para hacer un reintento de llegar, pero el aire duraba poco y me asfixiaba. Pronto, los pulmones se encharcaban. Muros, agua… Había que soltar el tapón y tirar el muro.

No sabía ni el significado de las siglas VIH: virus de la inmunodeficiencia humana. Virus viene del latín “virus”, y su significado es terrorífico: veneno. Otros significados acordes a su condición, humor maligno, son sinónimos de mi situación pasada. La palabra virus significó, originariamente, la sustancia capaz de transmitir una enfermedad. “Inmunodeficiencia” es una palabra compuesta: “inmuno”, del latín “inmunis”, significa libre, exento, no atacable por ciertas enfermedades, y “deficiencia”, del latín “deficientia”, defecto o imperfección. En conjunto, situación clínica en la que existe una susceptibilidad aumentada a la infección; para entendernos, bajo de defensas y atacable por enfermedades oportunistas. Humana era la única palabra conocida en mi vocabulario, aunque ello no significa entendida…
Durante muchos años, esto era lo que sabía de mi colega “VIH”. Con el tiempo, la experiencia vivida me hizo cambiar su significado por “Vida Interior Humana”, que surgió después de un sinfín de situaciones nefastas en aquella época.
Yonqui durante muchos años, seropositivo después, tóxico de la Seguridad Social más tarde. Y cuando más perdido estaba (muerto en vida, preso, enfermo terminal), aparecieron y volvieron a mí personas que me iniciaron en este juego. Generalmente, los pensamientos reflexivos llegan después de contradicciones internas y de buscar explicación a cosas que no entiendes, para dar sentido a lo externo: buscar la “Vida Interior Humana”.
Desde entonces, me he convertido en un buscador de algo que todavía no encontré, pero gracias a las siglas malditas, empecé a buscar la manera de ensamblar varias palabras, de acoplarlas a mi vida, a mi historia: Dignidad, Humanidad, Solidaridad. Y sigo buscando…
Esto, para mí, es la visibilidad, ver lo invisible, tocar lo intocable, soñar lo insoñable; en definitiva, leer el alma de las personas, entrar en ella con tus propias claves.
Confío en las personas y en lo acertado de mi visibilidad. Si hay que serlo, lo seré sin prejuicio alguno: sé solidario en la penumbra, compañero en la oscuridad y acompañante en un apagón… y se te verá. Pero la verdadera lucha está donde no se ve (otra clave en mi viaje). No es el ojo quien mejor ve, sino la visión del reflejo del corazón.
En particular, para mayor visibilidad, mi vida tiene sentido desde hace poco, pero me parece una eternidad por su intensidad; por eso, me gustaría terminar plagiando dos de mis frases preferidas:
“No importan los años vividos, sino la vida de tus años.”
“Vive de manera sencilla, para que otros simplemente puedan vivir.”

No sabía ni el significado de las siglas VIH: virus de la inmunodeficiencia humana. Virus viene del latín “virus”, y su significado es terrorífico: veneno. Otros significados acordes a su condición, humor maligno, son sinónimos de mi situación pasada. La palabra virus significó, originariamente, la sustancia capaz de transmitir una enfermedad. “Inmunodeficiencia” es una palabra compuesta: “inmuno”, del latín “inmunis”, significa libre, exento, no atacable por ciertas enfermedades, y “deficiencia”, del latín “deficientia”, defecto o imperfección. En conjunto, situación clínica en la que existe una susceptibilidad aumentada a la infección; para entendernos, bajo de defensas y atacable por enfermedades oportunistas. Humana era la única palabra conocida en mi vocabulario, aunque ello no significa entendida…
Durante muchos años, esto era lo que sabía de mi colega “VIH”. Con el tiempo, la experiencia vivida me hizo cambiar su significado por “Vida Interior Humana”, que surgió después de un sinfín de situaciones nefastas en aquella época.
Yonqui durante muchos años, seropositivo después, tóxico de la Seguridad Social más tarde. Y cuando más perdido estaba (muerto en vida, preso, enfermo terminal), aparecieron y volvieron a mí personas que me iniciaron en este juego. Generalmente, los pensamientos reflexivos llegan después de contradicciones internas y de buscar explicación a cosas que no entiendes, para dar sentido a lo externo: buscar la “Vida Interior Humana”.
Desde entonces, me he convertido en un buscador de algo que todavía no encontré, pero gracias a las siglas malditas, empecé a buscar la manera de ensamblar varias palabras, de acoplarlas a mi vida, a mi historia: Dignidad, Humanidad, Solidaridad. Y sigo buscando…
Esto, para mí, es la visibilidad, ver lo invisible, tocar lo intocable, soñar lo insoñable; en definitiva, leer el alma de las personas, entrar en ella con tus propias claves.
Confío en las personas y en lo acertado de mi visibilidad. Si hay que serlo, lo seré sin prejuicio alguno: sé solidario en la penumbra, compañero en la oscuridad y acompañante en un apagón… y se te verá. Pero la verdadera lucha está donde no se ve (otra clave en mi viaje). No es el ojo quien mejor ve, sino la visión del reflejo del corazón.
En particular, para mayor visibilidad, mi vida tiene sentido desde hace poco, pero me parece una eternidad por su intensidad; por eso, me gustaría terminar plagiando dos de mis frases preferidas:
“No importan los años vividos, sino la vida de tus años.”
“Vive de manera sencilla, para que otros simplemente puedan vivir.”
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