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  1. Lo+Positivo 41, otoño 2008
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Homenaje a Esther Inés

A todos los compañeros y compañeras desde Valencia.

Foto: Esther InésNo se están viviendo muy buenos tiempos para el movimiento asociativo en la Comunidad Valenciana… El día 1 de septiembre, desayunábamos con la muerte de otra compañera activista. Tras unos meses difíciles para la asociación compañera del Comité, en la ciudad de Valencia (AVACOS), el primer día, a la vuelta de las vacaciones, una bofetada de realidad nos situó en la parte más dura que vivimos en las asociaciones, y que nos hace que lo olvidemos todo por un momento, para recordar por qué o por quiénes hacemos lo que hacemos.

Esther nos ha dejado (el trasplante no llegó a tiempo). Otra compañera que nos deja; ya perdí la cuenta. Esta vez, se fue una gran activista y una estupenda persona. Una mujer que llevaba muchos años luchando desde la junta directiva del Comité Ciudadano Anti-Sida de la Comunidad Valenciana y desde su coinfección por VIH/VHC, a fin de que la gente tuviera la información y las herramientas necesarias para convivir con esta enfermedad en las mejores condiciones posibles.

Con ejemplos como el suyo, de visibilidad y coraje, muchas personas hemos aprendido cómo enfrentarnos a nuestros miedos y al VIH/sida desde el conocimiento, siendo conscientes del papel que nosotros mismos tenemos que jugar en el progreso y desarrollo de la misma. Y algunas personas, desde el activismo, siguiendo el camino que otras como ella abrieron en los años más difíciles, sin terapias efectivas, sin información y con los prejuicios a flor de piel, que causaron que mucha gente se ocultara y se rindiera a la muerte, muchas veces en la soledad. Puede sonar duro, pero lo fue. Y lo sigue siendo. Las personas que estamos en las asociaciones y en contacto con la calle, vemos cómo el goteo de gente que se va es constante, y lo de que ya no nos morimos es sólo una percepción, debido a que el perfil de las personas que mueren, las causas, la calidad y las opciones son distintas.

Hace casi diez años que, en un permiso, estuve en el Saler. También hacía más de diez años que me había infectado, y ya me habían desahuciado en varias ocasiones. Allí conocí a mucha gente que convivía con mi misma realidad. Fue entonces cuando empecé a interesarme, realmente, por mi situación. Conocí el Comité y a gente como Ramón Espacio, Paco Cardona y, por supuesto, Esther Inés. Y fue aquí, con su respaldo, donde comenzó mi bagaje como activista. Y son muchas las personas de las que aprendí y con las que compartí dolores y alegrías, que ya no están (Mª José, Tobías, Salvador…) y que se han convertido en parte de la razón y el sentido de que una fracción de mi tiempo y mi energía la dedique en la vida al activismo. La otra razón es que no es mucha la gente en esto del activismo, aún cuando en Valencia tenemos referentes, como Mª José Fuster, Begoña Bautista, Enrique Duran y muchos más, que son verdaderos dinosaurios en esto del activismo en primera persona desde los afectados.

Tampoco somos muchas las personas supervivientes al boom de la heroína en la década de los 80 que nos dediquemos a esto, a pesar de ser las más afectadas tanto en el número de infecciones como en el de muertos, tanto en el pasado como en el día a día. Somos la generación perdida. Los que no están muertos, están presos, están en la metadona, muriendo poco a poco, invisibles y silenciados. Y otra gente, la que ha rehecho su vida, en su mayoría, bastante tienen con poder subsistir.

En mi caso y mi ciudad, hablando de personas afectadas –mayoritariamente el colectivo gay– fue un ejemplo de lucha. Salieron del armario y enarbolaron la bandera de la lucha contra el sida. Se ganaron mi respeto y me abrieron las puertas de AVACOS, asociación de la que, a día de hoy, soy presidente. En ésta, el día a día nos absorbe y, a veces, nos hace perder el lado humano, que en mi caso es el que me motiva.

Esther, hoy has vuelto a sacar ese lado vital que hace que todo tenga sentido, que hace que los grandes problemas por los que estamos pasando sean cosas menos importantes. Que nos recuerda que, a pesar de todos los progresos, la mejora en la calidad de vida, las nuevas terapias y demás, nos queda mucho por hacer, pero que debemos estar orgullosos y muy contentos por todos los logros. Sirva esta carta de homenaje a todas las personas que, como Esther, han hecho posible que se consiguieran esos progresos y normalizaran un poco más nuestras vidas, con su visibilidad, su trabajo y su dedicación.

Gracias a todos y todas por tener un espejo en que mirarme. Gracias por ser. Este es un homenaje merecido desde esta tierra de grandes activistas, enormemente jodidos por la enfermedad. Desde mi posición actual –creo que soy el más indicado para hacerlo–, en mi nombre y en el de muchas otras personas que piensan lo mismo, he escrito, desde mi vivencia, este homenaje, ahora que el dolor por la muerte de Esther está recorriendo nuestras venas y haciendo palpitar con más fuerza nuestros corazones.

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