Por desgracia, vuelvo a escribirles para que se sepa que los problemas contados en otras ocasiones siguen siendo los mismos. Seguimos sin timbres, sin agua... Con problemas. Esto en el módulo de mujeres; me imagino que en los trece restantes, también. Esta vez, relataré “lo más de lo más”:
El sistema establecido para la visita del médico es el siguiente: Viene una vez por semana y atiende a 25 reclusas por planta. Ustedes se pueden imaginar que, cuando se abren las puertas, salen todas como almas que lleva el diablo para entregar la tarjeta; a las que no pueden correr o son mayores nunca les toca la visita. Y cuando te estás muriendo, entonces te llevan a la enfermería. En aquel momento pienso, ¿qué hacen las personas con sida en fase terminal? Pues nada, van y vienen del hospital como si fuera una pesadilla. Ya he conocido más de un caso que ha acabado viviendo en la enfermería.
Actualmente, viven unas 40 presas, con diversas enfermedades, que no son atendidas como debería ser. El sistema penitenciario tendría que plantearse mejorar la atención de estas enfermas en centros especializados o, en el caso de las enfermas terminales de sida, permitirles poder estar junto a sus seres queridos. Aquí, en esta prisión, estamos todas mezcladas (en un módulo): conflictivas, yonquis, paranoicas, esquizofrénicas y enfermas de sida; les aseguro que hay que estar aquí dentro para vivirlo. Hay peleas un día sí y otro también. Y luego hablan de la reinserción; ¿y eso qué es?
Deberían clasificarnos para que, así, la gente normal que quiere cumplir su condena sin problemas se evite tenerlos sin buscarlos. Para impedir que acabemos todas volviéndonos agresivas. No es justo, hay las que intentan aprovechar el tiempo para retomar carreras, estudiar, pero es muy difícil: nuestra tarea diaria es luchar por salir bien de aquí de cuerpo y mente. Tanto el psiquiatra como la psicóloga son invisibles (nunca los puedes ver); la terapia de grupo no existe. ¡¿Reinserción?! En definitiva, aquí estamos amontonadas y olvidadas, dejadas de la mano de Dios.
La prisión de Zuera es una de las cárceles de España con más mortandad. Dicho por la prensa. Y es cierto.
Aquí, la depresión y el hundimiento moral te hacen coger ganas de suicidarte, y creo que se podría remediar con un poco más de atención, pues, de ninguna manera, esta situación puede beneficiar a ninguna sociedad.
Actualmente, viven unas 40 presas, con diversas enfermedades, que no son atendidas como debería ser. El sistema penitenciario tendría que plantearse mejorar la atención de estas enfermas en centros especializados o, en el caso de las enfermas terminales de sida, permitirles poder estar junto a sus seres queridos. Aquí, en esta prisión, estamos todas mezcladas (en un módulo): conflictivas, yonquis, paranoicas, esquizofrénicas y enfermas de sida; les aseguro que hay que estar aquí dentro para vivirlo. Hay peleas un día sí y otro también. Y luego hablan de la reinserción; ¿y eso qué es?
Deberían clasificarnos para que, así, la gente normal que quiere cumplir su condena sin problemas se evite tenerlos sin buscarlos. Para impedir que acabemos todas volviéndonos agresivas. No es justo, hay las que intentan aprovechar el tiempo para retomar carreras, estudiar, pero es muy difícil: nuestra tarea diaria es luchar por salir bien de aquí de cuerpo y mente. Tanto el psiquiatra como la psicóloga son invisibles (nunca los puedes ver); la terapia de grupo no existe. ¡¿Reinserción?! En definitiva, aquí estamos amontonadas y olvidadas, dejadas de la mano de Dios.
La prisión de Zuera es una de las cárceles de España con más mortandad. Dicho por la prensa. Y es cierto.
Aquí, la depresión y el hundimiento moral te hacen coger ganas de suicidarte, y creo que se podría remediar con un poco más de atención, pues, de ninguna manera, esta situación puede beneficiar a ninguna sociedad.
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