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  1. Lo+Positivo 39, primavera 2008
  2. En Persona

He aprendido de todo lo malo

Vivir en la calle no es fácil. Cuando una persona, mujer u hombre, vive en situación de exclusión social, las adversidades a las que se enfrentra día a día son muchas.

El VIH es una más de una larga lista. Vera, una santanderina de 34 años afincada en Bilbao, nos cuenta su experiencia, una pieza que conforma el mosaico de historias invisibles de las grandes urbes.

Imagen: LMP39 Vera para LMP

LO+POSITIVO (L+P): ¿Hace mucho que vives en Bilbao?
Vera (V): Soy de Santander. Amanecí aquí un día por una maldita herencia que cobré y ya me quedé en esta ciudad. Llevo 6 años, no me voy de Bilbao ni que me echen; esta enfermedad es para una ciudad grande en la que puedas pasar desapercibida.

L+P: ¿Desde cuándo vives con VIH?
V: Desde hace cinco o seis años. También tengo hepatitis C crónica. De momento, el VIH no me da ningún problema; incluso he tenido una niña, siendo yo VIH positiva, sin ningún problema. Tomé tratamiento en su día, cuando me quedé embarazada y fue todo muy bien. Cuando supe que tenía VIH, se me cayó el mundo encima. Sabía que era algo que estaba ahí y que estaba jugando con ello; pero pensaba que no me iba a ocurrir a mí.

L+P: ¿Te infectaste por uso de drogas?
V: Por uso de drogas, prostitución…, pienso que por todo un poco. No compartí jeringuillas, creo que fue por un cúmulo de circunstancias.

L+P: ¿Podrías resumir cómo ha sido tu vida durante estos últimos años?
V: ¿Viviendo con VIH? Pues una mentira. No puedes decir que tienes el virus. Yo casi estoy sin trabajo por tener VIH, no porque lo haya reconocido abiertamente, sino porque la gente lo intuye o prejuzga por la vida que yo había llevado.

L+P: ¿Crees que la gente sabe que consumiste drogas? ¿Has sentido discriminación o rechazo por ello?
V: En realidad, yo misma me rechazo más que la gente, porque no puedes ir diciéndolo. Tengo que vivir con ello y vivir lo mejor posible, pero por respeto hacia mis hijas, no lo reconozco públicamente. Creo que la gente te rechaza más por tener VIH que por consumir. ¡Hay tanta gente que consume! Un@s lo llevan bien, otr@s no. No sólo consumen l@s que están en la calle… Por otro lado, las drogas las puedes dejar y te pueden cambiar la vida y las situaciones en las que te encuentras. En cambio, el VIH ahí queda.

L+P: Cuando dices que estás en la calle, ¿exactamente a qué te refieres?
V: Pues que mi casa era la acera; ahora estoy mucho mejor, pero he estado tres años en Bilbao viviendo en la calle. Esa vida es muy dura y, para una mujer, más. Muchas veces, he dormido sola a la intemperie y te puede despertar cualquier personaje... Mucha raza hay que tener. Por la noche, dormía en la calle, y por el día iba a consumir, pedir limosna en la Gran Vía o prostituirme.

L+P: ¿Estás recibiendo actualmente tratamiento? ¿Cómo te encuentras de salud?
V: Para el VIH, no. En julio, empezaré otra vez el tratamiento, pero ahora mismo no lo tomo. Me van a hacer una biopsia hepática para conocer el estado de mi hígado; en lo otro, el VIH, no pienso, no estoy todo el día con el tema en la cabeza. Me acuerdo cuando tengo que ir al médico y tengo que decirlo, pero yo lo llevo muy bien. Ahora me están haciendo controles médicos cada seis meses; me encuentro bien.

L+P: Y para la hepatitis C, ¿cuándo empezarás el tratamiento?
V: Cuando me den los resultados de la biopsia. Seguramente, iniciaré tratamiento con interferón y ribavirina porque tengo una cirrosis bastante avanzada. Me enfrento con mucho miedo, miedo a que quizá no pueda sobrellevar el tratamiento.

L+P: Para hacer este tratamiento, ¿cuentas con un buen apoyo familiar o el de alguna asociación?
V: Tengo el apoyo constante de la Comi de Bilbao, y en especial la ayuda de Marta Pastor, la coordinadora. Es muy importante para mí: cuando necesito un sitio donde llorar, o incluso reírme, vengo aquí. Y respecto a mi familia, bueno, ahora tengo un poco más de apoyo. Cuando le conté a mi familia que tenía VIH, ellos desconocían la enfermedad. En Santander, no se conoce tanto el tema. Mi familia no sabía nada de la enfermedad, lo han tenido que conocer en primera persona, para poder decir después: “Yo pensaba que era otra cosa”. Llevo cinco años con mi pareja. Mi anterior pareja falleció; creo que también como consecuencia del VIH, aunque no me lo han querido decir. Su caso fue totalmente diferente al mío: él engañó a la mujer con la que estaba ahora, dejó un niño y una familia infectada. Pienso que no debería haberlo hecho. Lo tomamos de manera muy distinta tras la ruptura: yo me sinceré con mi pareja actual.

Destacado Vera. En la calle
L+P: ¿Con tu familia tienes relación, mantienes contacto?
V: Sí, lo tengo. Ahora que me encuentro bien, es cuando puedo decirles: “Estoy aquí.” Antes no estaba en una buena situación. Hace un tiempo que dejé las drogas y actualmente estoy en un momento en el que sé que no voy a volver a ellas. Yo les voy explicando las cosas poco a poco porque son muy ignorantes sobre estos temas, y la ignorancia es muy mala. Pero estoy encantada; ahora, con 34 años, ¡empiezo a tener hermana! Una hermana de la que no había podido disfrutar antes. ¡Estoy muy contenta!

L+P: Volviendo al tema del tratamiento para la hepatitis C, ¿te vas preparando anímicamente?
V: Recibiré los resultados, y espero empezar el tratamiento, a principios del mes que viene. Hay que tener mucha paciencia, sobre todo por los efectos secundarios asociados al tratamiento. Por suerte, puedo contar con el apoyo de mi familia o de Marta [Pastor]; tener el apoyo de una persona es fundamental, especialmente rodearte de personas que entiendan y conozcan los efectos del tratamiento; que si te sientes cansada y te acabas de levantar, no te digan: “¿Qué te pasa?”. Tendré que explicarlo muy bien a las personas más cercanas. Espero que todo vaya muy bien.

L+P: Durante el tiempo que estés en tratamiento para el VHC, ¿seguirás trabajando?
V: Ahora estoy de baja. De mi anterior trabajo me despidieron; creo que fue a raíz de un reconocimiento médico que la empresa me hizo; tengo la sensación de que me realizaron la prueba del VIH, dado que, después de aquello, me despidieron. El encargado se contradijo mucho, me decía que me iba a llevar a una pescadería que era mucho mejor (soy pescadera), y mientras me decía eso, me llegó la carta de despido. En la Asociación, Marta me comentó que se podría investigar el tema por si era un caso de despido por discriminación, pero yo no quise removerlo.

L+P: ¿Piensas en tu futuro laboral?
V: Creo que ya ha acabado, que no voy a poder trabajar más. Además, mi trabajo implica soportar mucho peso físico, mucho frío… De momento, no tengo la cabeza para este tema. Primero curarme, verme fuerte, y después, ya veremos.

L+P: ¿Qué edad tiene tu hija?
V: Dos años y medio. Yo no sabía que estaba embarazada. Fui al ginecólogo para explicarle que tenía un cierto dolor y fue cuando me dijo que estaba de cuatro meses y medio. Si lo hubiera sabido antes quizá no me hubiera arriesgado teniendo el VIH, acaso habría tomado otra decisión si lo hubiera sabido antes. Pero la niña está muy bien: le han hecho ya tres análisis después del parto y todos han salido negativos, incluidos los de la hepatitis C. Para mí, es un milagro.

L+P: Cuando el médico te comentó que estabas embarazada, ¿cómo te sentiste?
V: Muy mal. Cuando me enteré, al principio pensaba: “Cómo voy a tener una niña con sida (entonces, me costaba diferenciar entre VIH y sida), si el mundo no está preparado, hay mucha discriminación”. El médico me trató bien, por ser la persona que es. Pero l@s médic@s, hoy en día, a pesar de que ya llevo casi cinco años sin consumir drogas, te siguen viendo como una drogadicta. Hay much@s médic@s que, por la cara que te ponen, parece que piensen que te lo has buscado. Lo pasas muy mal, sobre todo contándoles que tienes VIH; por eso, a veces, lo evito. Recuerdo una vez que estuve hospitalizada en que no me tocaron ni siquiera con guantes de plástico para ponerme un termómetro. En otra ocasión, a una compañera de habitación en el hospital, una enfermera le dijo sobre mí: “Cuidado que tiene VIH”. Todo depende de con quien des, claro, porque hay personal médico magnífico. Aun así, he tenido que oír de todo. Me sorprende mucho, porque puedes esperar ciertas reacciones o comentarios de personas que no conocen en absoluto esta enfermedad, pero ell@s deberían ser más conscientes de lo que es, de que no se transmite ni por hablar ni por poner un termómetro a una persona con VIH. A veces pienso que la forma de mirar de algun@s profesionales transmite los miedos que sienten como personas.

Cuando me comunicaron lo del embarazo, que fue muy corto porque me enteré a los 4 meses y la niña nació a los seis, me dijeron que debería tomar tratamiento durante un tiempo. Después de dar a luz, me hicieron analíticas y, como estaba bien, lo interrumpimos. Ahora, supuestamente, lo empezaré de nuevo. Tuve una maravilla de niña. Nació chiquita, pero bien, con un poco de síndrome de abstinencia por la metadona. Pero reconozco que si lo hubiera sabido antes, no la hubiera tenido por el riesgo. Cuando nació, pensé que sí la quería tener conmigo. Se me habría caído el mundo encima, si hubiera nacido con VIH. ¿Cómo le dices a tu hija que tiene el virus por tu culpa? No lo habría superado. Es igual que lo de reconocer abiertamente que vives con VIH. No tengo inconveniente, pero por las niñas no lo hago, porque pienso que sería, en cierto modo, una forma de discriminación para ella.

L+P: ¿Tu pareja vive con VIH? ¿Qué tal es vuestra vida sexual?
V: Él no está infectado. No quiere que utilicemos preservativo, aunque le he explicado los riesgos de infectarse él, o infectarme yo de otros virus. Pero no quiere. Es un asunto que me preocupa mucho. Siempre le digo de utilizar preservativo. No sé si podría soportar que una persona adquiriera el VIH por mí; pero no quiere, le da igual. Dice que si hemos de vivir los dos con la enfermedad, pues se vive.

L+P: Cuando ejercías el trabajo sexual, ¿cómo gestionabas el uso del preservativo?
V: Hice de todo, con y sin preservativo. Muchos clientes no querían utilizarlo; me decían que no me iban a “pegar” nada. Yo les explicaba que no sólo se trataba de lo que ellos me podían transmitir, sino también de lo que yo podía pasarles. La gente no quiere preservativo, incluso diciéndoles abiertamente: “¡Te puedo infectar!”. Creo que no tienen consciencia de lo que es esta enfermedad, piensan que a ellos no les va a tocar. He trabajado sin preservativo, con preservativo... Te suelen pagar más si lo haces sin él. Yo he llegado a estar muy mal; les explicas tu situación, que estás en la calle, que eres prostituta y encima drogadicta, y ellos te contestan: “Te pago más si lo haces sin preservativo”. Es increíble, es para escribir un libro. Tú, en esos momentos, estás tan mal que piensas: “Dame más dinero y lo hacemos sin preservativo”. Si las demás lo hacen y tú no, te quedas sin trabajar. Ahora mismo, no lo haría.

L+P: ¿Cuál fue el detonante que te hizo abandonar la calle?
V: Quedarme sola, la soledad. Al principio, cuando estuvimos juntos aquí, en Bilbao, mi anterior pareja y yo éramos uña y carne. Un día me vio muy mal y se marchó a Santander. Se fue pensando que si me dejaba sola quizá yo reaccionaría y cambiaría. Yo estaba trabajando de prostituta al lado de mi pareja, y eso era muy fuerte. A raíz de su marcha y con mucha determinación, fui saliendo. La soledad es muy mala, y dormir en la calle sola, todavía más. La droga no es para vivirla sola. No obstante, me vino muy bien que se marchara, me enfadé mucho, lloré mucho, pero me fue bien, me sirvió para plantearme lo que estaba haciendo y que estaba sola.

L+P: ¿Has sentido alguna vez discriminación en el trabajo?
V: Yo nunca explico que soy VIH positiva. Les digo que estuve en un programa de metadona, que estuve enganchada y te dicen: “ufffffffffff”. Siempre hay alguna compañera con la que te sinceras un poco más y le explicas, como mucho, eso. ¿Qué pasa entonces? Una vez, en un trabajo, desapareció una cartera y yo, para ellos, era la responsable. Al final, te callas, ¿qué vas a hacer? Es la ignorancia y ésta hace mucho daño; tienes que callarte, aprendes que no puedes ser sincera y eso da mucha rabia.

L+P: ¿Es dura la vida en la calle siendo mujer y teniendo VIH?
V: Sí, muy dura. Si en la calle la droga le sienta mal a alguien y se le cruzan los cables, esa persona siempre va a ir a por los débiles, entre ellos, las mujeres, y te pueden hacer lo que quieran o lo que les dejes. Es muy duro. Otras veces, en la calle te levantas por la mañana con la típica patadita del municipal…

L+P: ¿Has sentido la solidaridad de las personas que estaban en tu misma situación?
V: No. La gente se calla, no habla del tema. Cada un@ va a lo suyo. Nadie dice: “Vamos a ver qué tal estamos, comentemos cómo vivimos, qué sentimos”. Los códigos son otros: tú estás ahí y yo aquí, ni te voy a ayudar ni tú me vas ayudar.

L+P: ¿Qué es lo peor que te ha pasado en la calle?
V: La prostitución, que casi me corten el cuello, tantas cosas que te pueden pasar... También he aprendido mucho, he estado en la Gran Vía pidiendo, sentada en una caja de cartón. Aprendes muchísimo, te pasas tantas horas en la calle que ves las reacciones de la gente. He aprendido de todo lo malo; aprendes a escuchar y a pensar.

L+P: ¿Cómo encaras el futuro?
V: No pienso en el futuro, vivo al día. Creo que esta enfermedad, cuando quiera, se te va a llevar. No hago planes ni de aquí a una semana, ni de aquí a un mes. Más o menos, mis cosas las tengo resueltas por si me pasa algo; por ejemplo, asegurarme de que mi hermana se haga cargo de la niña. Me acuesto todos los días pensando si me voy a despertar o no.

L+P: ¿Qué cambiarías de tu vida ahora mismo?
V: O todo o nada... Cambiar toda mi vida y empezar de nuevo y que no me conozca nadie. Poder enfrentarme a la enfermedad abiertamente, enfrentarse a cómo vengan las cosas. Ahora mismo, si por mi fuese, me pondría un cartel que dijese soy VIH positiva; por mi familia, no lo hago.

L+P: ¿Crees que la vida te ha tratado mal?
V: Yo he tratado mal a la vida... ¿Si me ha tratado mal? He tenido una infancia mala, pero eso no debería haber sido un motivo para engancharme a las drogas. Tener una vida mala debería fortalecerte para el día de mañana.

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