edito
Dijeron que el dominio de la televisión como medio de comunicación haría que la nuestra fuera la cultura de la imagen. No contaron con el impacto que tendría la expansión de internet: pese a que la creación e intercambio audiovisual es más fácil que nunca antes, los seres humanos del siglo XXI seguimos fascinados por la palabra y su poder. Correos electrónicos, conversaciones en línea, telefonía gratuita, mensajes en el móvil, cientos de millones de páginas webs: el mundo virtual se ha convertido en un ámbito privilegiado para la comunicación con propios y extraños. Salvando que una parte del planeta no tiene acceso a las nuevas tecnologías de la información (como tampoco lo tiene a las tradicionales) y que decir no significa entenderse, la palabra impera por doquier.
Hablar, contar, explicar: nos importa, y mucho. No sólo transmitimos ideas, conceptos, valores o sentimientos, sino que también con la expresión lingüística creamos realidad. Lo que decimos conforma nuestras relaciones, y otorga consideración social a otros seres humanos y a nosotr@s mism@s.
La comunidad del VIH sabe bien del poder de las palabras. Desde el inicio de la pandemia, dicho poder se ha empleado para levantar barreras de exclusión y forjar prejuicios negativos basados en un estigma que legitimara la discriminación. Pese al largo camino recorrido, el lenguaje sigue siendo un arma de doble filo que por un lado necesitamos como medio de expresión y, por ende, de existencia, y por el otro, ha sido la herramienta más eficaz para la agresión y la destrucción.
Este número de LO+POSITIVO está dedicado a dejar explícito por qué para la comunidad del VIH es tan importante contar con medios de comunicación propios, por qué somos beligerantes con el lenguaje torticero que nos minusvalora o denigra, y por qué rechazamos que hablen de nosotr@s sin prestar atención a cómo queremos que nos llamen.
El derecho a la identidad y a la libre determinación de la persona pasa por el reconocimiento de las palabras como un instrumento para designar una realidad en la que, conviene repetirlo una vez más, la comunidad del VIH quiere participar en condiciones de igualdad.
Hablar, contar, explicar: nos importa, y mucho. No sólo transmitimos ideas, conceptos, valores o sentimientos, sino que también con la expresión lingüística creamos realidad. Lo que decimos conforma nuestras relaciones, y otorga consideración social a otros seres humanos y a nosotr@s mism@s.
La comunidad del VIH sabe bien del poder de las palabras. Desde el inicio de la pandemia, dicho poder se ha empleado para levantar barreras de exclusión y forjar prejuicios negativos basados en un estigma que legitimara la discriminación. Pese al largo camino recorrido, el lenguaje sigue siendo un arma de doble filo que por un lado necesitamos como medio de expresión y, por ende, de existencia, y por el otro, ha sido la herramienta más eficaz para la agresión y la destrucción.
Este número de LO+POSITIVO está dedicado a dejar explícito por qué para la comunidad del VIH es tan importante contar con medios de comunicación propios, por qué somos beligerantes con el lenguaje torticero que nos minusvalora o denigra, y por qué rechazamos que hablen de nosotr@s sin prestar atención a cómo queremos que nos llamen.
El derecho a la identidad y a la libre determinación de la persona pasa por el reconocimiento de las palabras como un instrumento para designar una realidad en la que, conviene repetirlo una vez más, la comunidad del VIH quiere participar en condiciones de igualdad.
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