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  1. Lo+Positivo 28, primavera 2004
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Igual que es imposible vivir sin corazón o sin cerebro, tampoco se puede vivir sin hígado, que es el órgano encargado de realizar muchas funciones vitales para la supervivencia. El hígado es un órgano de forma alargada situado debajo de la caja torácica. Con un peso aproximado de 1.350 gramos es el órgano interno más grande del cuerpo y tiene cuatro funciones fundamentales: purificación, síntesis, almacenaje y transformación. 

Purificación

El hígado cambia las sustancias tóxicas, incluido el alcohol, en sustancias inofensivas. La desactivación de sustancias como el alcohol y la nicotina es buena para el cuerpo en su conjunto, pero las células hepáticas pueden verse dañadas en el proceso. Por ejemplo, el proceso de desintoxicación alcohólica puede conducir a una cirrosis. El hígado también transforma ciertos fármacos en formas que puedan ser utilizadas por el cuerpo al tiempo que desactiva otros después de su actuación, como es el caso de los antirretrovirales. Si las enzimas hepáticas están muy elevadas, el hígado puede encontrarse en dificultades. 

Síntesis

El hígado toma bloques de sustancias químicas simples y los combina para elaborar (sintetizar) otras más complejas. Por ejemplo, elabora la mayoría de proteínas de la sangre, así como aquellas necesarias para la coagulación de la sangre, fabricar nuevas células y provocar reacciones químicas en el interior de las células. 

Almacenaje

El hígado es un almacén del cuerpo. Además de minerales y vitaminas, el hígado almacena azúcares que después utilizará el cuerpo en forma de energía. El hígado libera estos azúcares en el torrente sanguíneo entre las comidas, cuando otras partes del cuerpo, como los músculos o el cerebro, necesitan más energía. 

Transformación

Aproximadamente el 90% del alimento ingerido pasa a través del hígado antes de que pueda ser utilizado. El hígado lo transforma en sustancias químicas vitales para el cuerpo, como proteínas, grasas y colesterol, y también ayuda a digerir las grasas y algunas vitaminas importantes transportadas por éstas. Cuando todas estas funciones son completadas, el hígado envía estos nutrientes a través de la sangre para ser utilizados por las células. 

Cuando el hígado enferma

Un hígado normal es suave y firme al tacto, pero el daño progresivo puede provocar fibrosis, cicatrices y endurecimiento, así como formación de nódulos. En caso de cirrosis, el hígado puede volverse pequeño y duro, con extensas cicatrices y muchos nódulos. Estudios recientes mostraron que la cirrosis puede revertir con la terapia contra el VHC en un determinado porcentaje de pacientes. La hepatitis es una inflamación del hígado. Las elevaciones en los niveles de enzimas hepáticas (ALT) pueden indicar un mal funcionamiento de este órgano. A medida que progresa la hepatitis, aumentan la inflamación y el tejido cicatricial, y a medida que progresa la enfermedad, se producen otros cambios y aumenta la lesión hepática. 

Fibrosis

Después de la inflamación, el hígado intenta autorrepararse mediante la formación de pequeñas cicatrices. Estas cicatrices, llamadas “fibrosis” dificultan la función hepática y a medida que se prolonga la lesión se forman multitud de cicatrices que empiezan a unirse hasta llegar a un estadio más avanzado llamado cirrosis. Ciertos fármacos antirretrovirales pueden ser perjudiciales para el hígado y es posible que algunos contribuyan a la progresión del VHC o del daño hepático, aunque esta afirmación aún no ha sido totalmente confirmada. El hígado es eficaz en su autorreparación, pero el problema aparece cuando la lesión es tan importante que resulta intolerable. 

Cirrosis

Con la cirrosis, amplias áreas del hígado se convierten en cicatrices permanentes debido a repetidas lesiones. El hígado empieza a encogerse y endurecerse. La hepatitis vírica crónica es una causa habitual de cirrosis, igual que el alcoholismo. La cicatrización impide que la sangre circule libremente por el hígado, alterando de forma importante su función. Cuando una persona tiene cirrosis, es menos probable que responda bien al tratamiento. 

Fallo hepático

A medida que empeora la cirrosis se pierde la mayor parte de la función hepática, lo que significa que el hígado es incapaz de filtrar materiales de desecho, toxinas y fármacos de la sangre. Ya no puede producir los factores de coagulación necesarios para detener las hemorragias, se acumulan líquidos en abdomen y piernas, se hace habitual el sangrado de los intestinos y, en ocasiones, se reduce la función mental. En este punto, la única opción es un trasplante de hígado, que constituye una solución drástica de última hora. 

Cáncer de hígado

A veces, el daño de las células hepáticas incluye la alteración de los genes de las células de tal forma que las vuelve cancerosas. Las personas con hepatitis B o C crónica tienen más riesgo de padecer este tipo de cáncer. 

Referencia:
Extracto de Manual sobre la Coinfección del Virus de la Hepatitis C (VHC) y el VIH. Escrito por Jules Levin (NATAP). Traducción y adaptación del Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH. Disponible en www.gtt-vih.org

 

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