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En el numero 26 de LO+POSITIVO La innovación secuestrada esbozaba parte de las razones por las que la innovación en VIH sólo llegaba a un 7-8% de la población mundial que la necesita y algunas de las iniciativas comunitarias y gubernamentales que se emprendieron para paliar la mayor catástrofe sanitaria de la historia: el SIDA. Aunque sopla brisa de esperanza, los hechos objetivos me llevan a pensar que a nuestros gobernantes y a much@s de l@s responsables de toma de decisiones la vida de nuestr@s semejantes sin recursos les importa bien poco.
Estamos en Honduras a los pies de la cama de un chaval de doce años, su cuerpo muestra sin indulgencia los estragos del SIDA. Su país destina unos pocos dólares por persona y año a sanidad, en tanto que en Europa occidental, por ejemplo, el presupuesto puede situarse entre los 10.000–15.000 euros por persona y año. Tal vez por ello o porque su país es uno de los más pobres del hemisferio norte, este chico acaba de morir.
Puede que se deba a que el gobierno de su país haya sido incapaz de sortear los intrincados procesos legales para expedir una licencia obligatoria (los países en estado de emergencia sanitaria podrían fabricar y distribuir su propios medicamentos genéricos pagando unos mínimos al dueño de la patente). O tal vez, no pudo gestionar una importación paralela (cualquier país debería tener la opción de comprar medicamentos de calidad al menor precio posible en cualquier rincón del planeta).
Puede que sea víctima de decisiones como la tomada en el Consejo de Ministros de Sanidad de la Unión Europea en junio de 2003 de blindar los fármacos innovadores contra los genéricos durante los diez primeros años; o de las presiones de grupos especializados cuestionando la calidad de los medicamentos ya precalificados por la Organización Mundial de la Salud durante la Conferencia sobre Combinaciones Fijas de Medicamentos que se celebró en Garbone, Botsuana, en marzo de 2004.
Tal vez parte de culpa la tenga algún alto cargo de un gigante farmacéutico con sede en EE UU que no prestó atención alguna a las decenas de cartas y correos enviados desde Costa Rica por Richard Stern (aguabuena.org). El doctor Stern instaba a modificar una política de precios abusiva; en su defecto, rogaba una política de donaciones sostenible, exigía un trato justo y humano. Todo en vano. Quién sabe si el alto cargo en cuestión estaba muy ocupado hablando por teléfono con otro alto ejecutivo con más de veinte años de carrera en otra multinacional del sector, pero está vez con sede en Europa. Los dos estarían muy de acuerdo con las palabras que el directivo europeo espetó a más de 20 activistas y representantes comunitarios durante una reunión del CAB mundial en febrero de este año en San Francisco: “Si puedes pagar vives, y si no, mueres. No somos hermanitas de la caridad”.
Quizá sea víctima del desaliento de funcionari@s como Stephen Lewis, enviado especial de Naciones Unidas, que ya en marzo de 2003 convocó a la prensa para dar la voz de alarma sobre el escaso financiamiento que recibía el programa impulsado por la OMS y ONUSIDA del 3x5, que inicialmente pretendía administrar tratamiento antirretroviral a 3 millones de personas para 2005, y a estas alturas de 2004 tal propósito es del todo inalcanzable.
Quién sabe si hay que buscar la explicación en una donación vital que jamás llegó a sus destinatari@s finales por la inoperancia, negligencia, corrupción o estulticia de tant@s implicad@s en los tortuosos procesos a los que sometemos cada trámite. Baste recordar, cual infame pesadilla kafkiana, cómo una donación de medicamentos del gobierno brasileño al gobierno boliviano acabó caducando en las aduanas; los ansiados antivirales acabaron podridos por la burocracia.
Quizás se deba a la decisión de que Randall Tobias, exdirectivo del fabricante de Prozac, hombre de dudoso pasado y amigo de George W. Bush, sin experiencia alguna en gestión pública se encargue de dirigir el Plan de Emergencia Presidencial para Paliar el SIDA (PEPFAR, en sus siglas en inglés).
Puede que parte de la responsabilidad, en última instancia, podamos atribuirla a los líderes del G8, a sus promesas incumplidas cuando no a sus mentiras sangrantes. Tras cada nueva cumbre aparecen radiantes y felices, prometen y dicen que darán, con la ayuda de sus periodistas de cabecera y bajo la luz de los focos dirías que son ángeles. En mi sentir son ángeles con grandes alas de cadenas, cuyo último eslabón me atenaza a los pies de una cama, en Honduras, velando a un niño muerto.
¿Qué me libera? La sonrisa de una niña en Camerún: Médicos Sin Fronteras nos informa de que Triomune, una combinación fija de estavudina, lamivudina y nevirapina fabricada por la productora de genéricos Cipla, de Mumbay en la India, funciona.
En un próximo número os contaré quiénes y cómo han conseguido hacer sonreír a esta muchacha; porque haya voluntades en contra; el cambio es posible, pásalo.
Puedes mandar comentarios, sugerencias a: jfsaburit@yahoo.es
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