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  1. Lo+Positivo 28, primavera 2004
  2. Opinión

Ésta es mi historieta

la cara culta

Por azares de la vida, poco antes de leer Píldoras azules, de Frederik Peeters (Astiberri, 2004), había caído en mis manos, regalo de una amiga subversiva que bucea insistentemente en los vericuetos de la violencia, la culpa y la redención que envuelven las causas y las consecuencias de la Alemania nazi, Maus de Art Spiegelman (Planeta de Agostini,2001). No he podido o no he querido evitar relacionar ambos libros, dos cómics autobiográficos en blanco y negro escritos por sendos varones en busca de pistas que les permitan comprender, que no resolver, las respectivas crisis con sus referentes de masculinidad. 

Pero mientras que Spiegelman, un estadounidense hijo de judíos polacos, fuerza la catarsis sacando a la luz la historia familiar a través de la narración de un padre (el tipo de superviviente condenado a serlo, como los inolvidables personajes del Nobel Imre Kertész) sumido en la desorientación, el tormento y la rabia con el mundo, Peeters, un ginebrino descendiente de holandeses, se enfrenta a la llegada del VIH en su día a día al mismo tiempo que debe aprender a convivir en pareja y formarse aceleradamente como padre preguntándose casi a cada viñeta si lo está haciendo bien. 

Píldoras azules recrea los pasos emocionales que Peeters fue dando en su vida real desde que tomó la decisión de emparejarse con una chica que aporta un niño de 3 años a la relación, madre e hijo con VIH. En ese viaje que tiene algo de iniciático, no hay nada que nuestr@s lector@s desconozcan: visitas al médico, regímenes medicinales, miedos en el sexo, dificultades de visibilidad, confusión de sentimientos: ¿estoy enamorado o sólo es compasión? 

El uso del formato historieta parece ideal para este tipo de ejercicios, una especie de exhibición terapéutica frente a su público que podría caer en lo banal o lo irritante sino fuera por dos valores que rezuman del relato: la franqueza y la ternura. Es más, Peeters es muy cuidadoso en su amorosa pedagogía popular (algo que también comparte con Spiegelman) para dar a entender al mundo cómo se puede vivir con el VIH esquinando el sermón o asumiendo las dudas, un reto del que sale airoso. 

Valga como muestra este fragmento, en el que el autor y protagonista relata con poética sencillez, qué le fascina de Cati: «De todas las veces que he podido amar, jamás había sentido una admiración verdadera. Sobre todo no hablo de fascinación ni de veneración, sino de esa admiración que inspira el respeto. Como cuando alguien realiza algo que uno mismo sería incapaz de hacer y que admitimos asintiendo la cabeza, de esa admiración que produce la alegría y las ganas de ofrecer tu ayuda. A la larga, he logrado desembarazarme definitivamente del menor rastro de esa piedad que arrastraba como una china en el zapato».


*Si te cuesta encontrar Píldoras azules, puedes ecribir a sus editores: astiberri@astiberri.com o visitar su página web www.astiberri.com

 

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